El Papa Francisco visita Tailandia y Japón en busca de relanzar el cristianismo

El Papa Francisco y el ministro japones Shinzo Abe
Foto: religiondigital.org
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Madrid. El Papa Francisco inicia esta semana (19 al 26 de noviembre) una visita a Tailandia y Japón, países que han acogido positivamente este nuevo viaje papal a Asia, donde hará un llamamiento a favor del desarme y tocará temas como el turismo sexual, la pena de muerte, pero un viaje con el objetivo de mostrar cercanía a las minorías cristianas de la zona, fomentar el diálogo entre religiones, hablar de la paz mundial y en busca de relanzar el cristianismo.

La cita de Japón ha sido acogida con gran expectación ya que ha sido anunciada con un tema diferente al de Tailandia, país en el que se usará el lema “Discípulos de Cristo, discípulos misioneros”, y en la nación nipona se tratarán asuntos más centrados en la protección de la vida y la creación, por lo que la cuestión del desarme estará muy presente en esta visita.

En Bangkok visitará al patriarca supremo de los budistas y se reunirá con el rey Maha Vajiralongkorn «Rama X», donde contará con una traductora particular: su propia prima Ana Rosa Sivori, quien llegó al país asiático como misionera hace más de medio siglo.

Los católicos en Tailandia apenas superan las 300.000 personas, pero la Iglesia católica tiene una gran presencia social a través de obras educativas, sanitarias y asistenciales, como Cáritas que construyó 33.000 casas para que puedan vivir los más de 85.000 afectados por el tsunami que devastó las costas de Indonesia, Sri Lanka, India y Tailandia en 2004.

El Papa Francisco no es la primera vez que muestra su oposición a las armas nucleares, ya que las condenó previamente en un discurso de 2017, por lo que se especula que en su viaje haga una visita tanto a Hiroshima como Nagasaki, desde donde ya ha sido invitado por los alcaldes de ambas ciudades y el gobernador de la Prefectura de Hiroshima.

En su estancia en Japón (del 23 al 26 de noviembre) tiene previsto un encuentro con el primer ministro del país, Shinzo Abe, y el emperador Naruhito, al cual ya envió un mensaje de felicitación por motivo de su ascenso al trono el pasado mayo, además, el Pontífice celebrará una Misa en el gran estadio Tokio Dome el 25 de noviembre.

Un viaje que recuerda cuando en 1958, entonces con 22 años, el actual Papa envió una solicitud para ingresar en la Compañía de Jesús, pero su sueño no se pudo cumplir ya que su solicitud fue rechazada debido a sus problemas de salud y ya antes todo lo relacionado con el cristianismo ha tenido su propia vinculación con Japón.

El interés por Japón y la actividad de los jesuitas allí desarrollados por el Papa Francisco nunca pasó desapercibida. La historia del cristianismo en Japón se remonta a 1549, año en que el jesuita navarro San Francisco Javier acudió al “país del sol naciente”. Durante su estancia de aproximadamente tres años se convirtieron al catolicismo unos 300.000 japoneses, aunque luego esa cifra no cumplió las expectativas del misionero, pero su número fue aumentando en los años siguientes gracias a la influencia católica de otros países.

Seis años más tarde los portugueses comenzaron a intercambiar actividades comerciales con Japón, lo que influyó también en el pensamiento religioso. De esa manera, los cristianos se empezaron a conocer como kirishitan.

Pero lo que atrajo a los japoneses hacia esta religión lejana para ellos fue la dedicación social que mantuvieron los misioneros de occidente durante su estadía y su implicación con los señores feudales. La población empezó a acoger esta religión e incluso algunos acudieron a Roma para encontrarse con el Papa y ser ordenados posteriormente.

Sin embargo, su opinión hacia Occidente y el mensaje religioso que traían cambió radicalmente cuando se dieron cuenta de los otros intereses que se ocultaban tras las misiones religiosas.

La expansión del catolicismo en Oriente había afectado a varios territorios de la región. No obstante, los misioneros habían mostrado su interés por conquistar esta zona mediante la religión, como fue el caso de Filipinas.

Al darse cuenta de estas intenciones colonizadoras de Occidente, en 1587 el militar japonés Toyotomi Hideyoshi promulgó un edicto que prohibía a los misioneros su presencia en el país debido al aumento de poder que estaban teniendo.

Para mantener Japón bajo un completo control, el Shogunato Tokugawa (régimen feudal- 1600-1868) endureció las medidas anticristianas, acusando a la religión de ser un obstáculo para las autoridades, tener un comportamiento antisocial y mostrar intolerancia hacia las demás religiones del país.

Las tensiones llegaron a tal punto que en 1627 se prohibió toda práctica religiosa católica, lo que originaron terribles ejecuciones. A pesar de esto la mayoría decidió no abandonar su fe y continuó las prácticas religiosas en secreto.

Pero el caso de Japón mantuvo su influencia religiosa hasta 1637, año en el que tuvo lugar la batalla de Shimabara que acabó con la expulsión o ejecución de los misioneros que se encontraban allí y el total cierre del país de toda influencia extranjera durante más de 200 años.

De esta forma, no fue hasta 1885 cuando se fundó en Japón la primera iglesia católica, gracias a que con la Restauración Meiji, que describe una cadena de eventos que condujeron a un cambio en la estructura política y social de Japón en el período comprendido de 1866 a 1870, se proclamó la libertad de religión, lo que impulsó el crecimiento de los practicantes cristianos. No obstante, la situación de los cristianos de clandestinidad se mantuvo hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Actualmente, Japón cuenta con alrededor de 440.000 católicos, que representan aproximadamente el 1 por ciento de la población (127 millones de habitantes), una cifra no mayoritaria en el país asiático, pero el Papa pretende con su visita llevar a Japón un mensaje de paz, amor y esperanza en base al tema “protege cada vida” para hacer frente a los problemas de natalidad y suicidios que padece el país.

El Papa Francisco inicia esta semana su viaje número 32 y es la cuarta ocasión que visita Asia tras los viajes que realizó a Corea del Sur (2014), Sri Lanka y Filipinas (2015) y Bangladesh y Myanmar (Birmania) (2017) y ahora le acera a Tailandia y Japón, país a donde llegará tras volar el espacio de China, Hong Kong y Taiwán, una zona cargada de simbolismo político dado que Pekín pone como condición insalvable para establecer sus relaciones con el Vaticano que rompa con Taipéi.

Este viaje a Asia también va a servir para reactualizar la invitación que en su momento el líder norcoreano, Kim Jong-un, hizo al Papa Francisco para que visite Corea del Norte, la cual sería la mejor contribución para respaldar el estancamiento del actual proceso de negociaciones entre Washington y Pyongyang. Ningún Papa ha visitado hasta ahora Corea del Norte, aunque Kim Jong-il, el padre del actual líder, llegó a invitar a Juan Pablo II en el año 2000, luego en 2014 el actual pontífice viajó a Corea del Sur y ofició una multitudinaria Misa por la reconciliación en Seúl en la que hizo un llamamiento a favor del diálogo y la reconciliación entre las dos Coreas.

Pilar Calatayud Hernández

Graduada en Lenguas Modernas y sus Literaturas, Máster en La UE y el Mediterráneo en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Estudiante del idioma y la cultura coreana e investigadora de temas relacionados con la península.

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