La economía de China no despega y sus ciudadanos impulsan el consumo interno
Madrid. Mientras millones de chinos viajan por el interior del país dando un impulso considerable al consumo durante los ocho días de vacaciones, hasta el 6 de octubre, en un momento en el que la recuperación de la economía del gigante asiático no acaba de despegar, precisamente por la caída de la demanda, y ahora por la grave crisis del grupo inmobiliario Evergrande, entre otros factores, el presidente Xi Jinping instó esta semana a sus ciudadanos a «trabajar juntos en unidad» para festejar el 74 aniversario de la fundación de la China moderna, una nación que siembra dudas para convertirse en la primera potencia mundial, donde una vez más Estados Unidos seguirá en sus objetivos por impedirlo.
Cada vez queda menos para el centenario de la fundación de la República Popular China en 2049, fecha histórica para convertir en realidad la «Gran China», e incluso si puede lo hará antes, aunque por ahora su anhelado objetivo para incorporar a Taiwán al gigante asiático no se va a producir ni tampoco a través de una invasión.
Pero la crisis económica se ha visto salpicada por la posición financiera de muchas inmobiliarias que empeoraron desde que en agosto de 2020 Pekín anunciase restricciones al acceso a financiación bancaria a las promotoras, que como Evergrande habían acumulado un alto nivel de deuda apoyando durante años su crecimiento en agresivas políticas de apalancamiento.
El endeudado de Evergrande presentó recientemente sus resultados del primer semestre, que reflejaron una reducción interanual a la mitad de su pérdida neta hasta 4.191 millones de euros y un pasivo total de 303.159 millones de euros al cierre de junio pasado.
La economía china se ha visto en un declive cuyos desequilibrios pueden poner fin a décadas de crecimiento vertiginoso y abrir una nueva etapa marcada por la actual hostilidad geopolítica mundial. Evergrande ha congelado sus acciones tras el supuesto arresto domiciliario de su presidente y con ello ha enviado una señal de debilitamiento y preocupación, pues cuando la economía china se atasca repercute globalmente a todos.
Para muchos expertos, el crecimiento económico más rápido en la historia de la humanidad llega a su fin. En el último medio siglo, China ha multiplicado por 157 su Producto Interior Bruto (PIB) -de 113.690 millones de dólares en 1972 a 17,96 billones de dólares en 2022, según datos del Banco Mundial– y ha sacado de la pobreza a más de 800 millones de individuos -muchos de los cuales cayeron en ella, en primera instancia, a consecuencia de las catastróficas políticas del maoísmo-. Un proceso que ha reconfigurado el orden global y en el que China sigue ahí con la intención de arrebatar la hegemonía a EEUU.
El impulso que siempre ha generado la economía china se ha frenado. Una población cada vez más envejecida, el sector inmobiliario, el desempleo juvenil o las propias exportaciones, que sumaron en junio pasado un total de 257.679 millones de euros, lo que representa un retroceso interanual del 12,4 %, el segundo consecutivo y la mayor caída desde marzo de 2020, tras el estallido de la pandemia de COVID-19, tal como informó la Administración General de Aduanas de China, son síntomas nada esperanzadores.
Pero el consumo sigue siendo vital para la economía china. El Banco Mundial señala que el consumo interno apenas representa un 38 % del PIB en China frente, por ejemplo, al 68 % en EEUU y el 57 % en España. Pero aún las autoridades chinas no han aplicado estímulos significativos ni han incrementado prestaciones sociales. De hecho, el estado de bienestar a lo occidental sigue siendo reticente para el Gobierno chino, incluso expertos indican que por su renta per cápita el gigante asiático tiene un estado de bienestar más pequeño que otros países y es vital que la ciudadanía consuma más. Tal vez vivamos una nueva época de crecimiento atenuado con la obligación de llevar a cabo cambios estructurales, pero todo ello puede llevar a una evolución económica descendente, donde la prosperidad no debe estar reñida con la libertad.
El consumo al menos en estos días de vacaciones, la llamada «Semana Dorada», con 275 millones de chinos que viajarán por el país, se verá beneficiado para que la segunda economía mundial se recomponga. Al menos desde mayo pasado 20.300 millones de dólares gastaron los turistas chinos, lo que recuerda a etapas anteriores a la pandemia. Los chinos salen al exterior, y Tailandia vuelve a llenarse de turistas, quienes reciben un vip especial gracias a un nuevo plan de exención de visados, lo que facilita una mejora a la economía tailandesa ante la llegada del turista chino. E incluso numerosas ciudades chinas han emitido cupones para estimular el consumo durante la semana.
En suma, el paro juvenil en China, con una tasa del 21,3 por ciento, en junio pasado, para menores de 25 años, es un asunto muy serio. Los jóvenes al parecer no quieren trabajar en cualquier sitio y con salarios muy bajos. China está viendo una realidad económica diferente y con cambios de ciclos, pero sus cimientos laborales, económicos y sociales están heridos ante un panorama nuevo que el gigante asiático debe afrontar ya. Los jóvenes están más preparados que sus padres y no desean trabajar en puestos laborales como hacían ellos, y más cuando ahora la masa juvenil está mejor preparada. Y sin olvidar la crisis demográfica, en la que China sigue perdiendo población, la cual cada vez está más envejecida.