Donald Trump, un año en el poder lleno de turbulencias y de confrontación (I)

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Madrid. La comunidad internacional resta credibilidad a la política exterior de Estados Unidos que en el pasado se mantenía uniforme aunque cambiase el color de la administración tras las elecciones presidenciales, pero lo que está claro que el magnate estadounidense, de 71 años, está cumpliendo su promesa de poner a “Estados Unidos primero”.

Cuando fue elegido, hace ahora exactamente un año, Donald Trump prometió cambiar la política y lo ha cumplido, al menos en las formas, donde cuestionar el tratado nuclear con Irán ha sido el más destacado sin olvidar sus problemas con Corea del Norte que ha logrado que la ONU imponga nuevas sanciones a Pyongyang, y su intento de bloquear la hegemonía de China, al menos en Asia. El actual presidente, número 45 de EEUU, ha centrado además de sus altibajos en la política exterior, en esforzarse en desmontar el legado de Obama.

El primer día en el poder rescindió el Tratado Transpacífico de Comercio (TPP, por sus siglas en inglés), negociado por su antecesor con otras once naciones de la cuenca del Pacífico; y poco después forzó la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en vigor desde 1994 con México y Canadá o las malas relaciones con Cuba.

Tras un año como presidente de Estados Unidos, Donald Trump ha cumplido de sobra su promesa de romper las normas del cargo presidencial, donde ha retirado al país del Tratado Transpacífico de Cooperación Económica (TPP),  del Acuerdo de París sobre el clima, además lo ha sacado de la UNESCO y plantea dudas sobre el futuro de la Asociación de Libre Comercio de Norteamérica, cuyos socios son México y Canadá.

En cuanto a la OTAN, ha pedido a sus aliados mayor participación financiera y militar y ha hecho una seria advertencia al Fondo Monetario Internacional (FMI) para que preste más atención a la deuda privada de los países miembro -atención- y haga cambios en la estructura de la organización, incluidas las retribuciones de su personal.

La última,  hasta ahora, intervención en la política exterior de su país se refiere al pacto entre el Grupo P5+1 (EEUU, Francia, Reino Unido, Rusia, China -los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas- y Alemania) e Irán, que fue firmado en 2015 con el objetivo de que el programa nuclear de iraní tenga sólo fines pacíficos.

La negociación de este tratado tardó doce años en dar fruto y con la Unión Europea (UE) como facilitadora, fue aprobado de forma unánime mediante la resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU. El JCPOA (Joint Comprehensive Plan of Action) lleva dos años en funcionamiento y todas las inspecciones realizadas por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) han constatado que Irán está cumpliendo todos los compromisos en plazo, lo que ha sido corroborado por  los socios europeos, y ya se aprecia cómo el levantamiento de las sanciones a Teherán tiene un impacto positivo en sus relaciones económicas y comerciales y es beneficioso para el pueblo iraní.

Sin embargo, Donald Trump manifestó en octubre que está dispuesto a abandonar el acuerdo de forma definitiva, si no se corrigen sus defectos, y anunció que, aunque Washington no se retira por ahora, sí eliminará la certificación que debe hacer regularmente al Congreso de Representantes. De hecho, ya le ha cedido a éste, de mayoría republicana, aunque dividida entre partidarios y contrarios a Trump, la responsabilidad de certificar que Irán cumple los compromisos firmados en el pacto, lo que ha de hacerse cada noventa días.

En opinión de Thomas Shannon, subsecretario de Estado norteamericano, Donald Trump no pretende romper el JCPOA -aunque el presidente ha manifestado lo contrario- sino reforzarlo y hacerlo sostenible mediante la corrección de los defectos de que adolece que, en la práctica, significa la imposición unilateral por Estados Unidos de unas líneas rojas que recuperarían las sanciones desaparecidas con el acuerdo.

Entre los defectos que Trump señala en el tratado se hallan las fechas de caducidad, que quiere que sean eliminadas, los mecanismos de inspección de las instalaciones atómicas, que deberán ser revisados, y la inclusión en el acuerdo del programa balístico de Irán, que despierta seria preocupación en Israel y Arabia Saudí. En este sentido, aunque los veintisiete miembros de la Unión Europea (UE) expresaron su preocupación por el programa iraní de misiles balísticos, acordaron que esa parte se abordase fuera del acuerdo nuclear.

Rex Tillerson, secretario de Estado norteamericano, ha manifestado que estos arreglos  serán difíciles de introducir en el acuerdo de 2015 y propone al resto de las partes firmantes un anexo a éste en el que se incluya la corrección de las deficiencias observadas.

Por parte de la UE, Federica Mogherini, máxima responsable de Política Exterior, ha dicho que no contempla que el acuerdo vaya a terminar, sino que sigan aplicándolo todas las partes, y manifestó que no prevé la adopción de un nuevo acuerdo, ni siquiera de un anexo, como propone Tillerson y al mismo tiempo destacó que el mundo tiene ya suficiente con una crisis nuclear, en referencia a Corea del Norte, como para provocar una más  y, a su vez, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Yves Le Drian, instó al organismo comunitario a presionar al Congreso estadounidense para que mantenga su apoyo al pacto.

El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Sigmar Gabriel, también se ha pronunciado respecto a las nuevas exigencias de Trump y ha expresado su temor de que si Estados Unidos sale del acuerdo finalmente se podría producir un enfrentamiento militar con Irán que empujaría a los europeos a adoptar posiciones más próximas a Rusia y a China.

De hecho, Theresa May, Emmanuel Macron y Angela Merkel emitieron una declaración conjunta en la que confirman su apoyo al acuerdo iraní.

Jarrett Blanc, quien fuera responsable de la puesta en funcionamiento del JCPOA en la administración de Obama, ha expresado su opinión en el sentido de que la imposición de nuevos límites podría significar el final del acuerdo, puesto que su objeto durante todo el proceso de elaboración estaba centrado en el fin del programa de armas nucleares de Irán.

Juan de Castro Pita

ex consultor de Naciones Unidas

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