Las elecciones presidenciales 2022 de Corea del Sur, una contienda histórica

| Valentin Janiaut, Wikimedia
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Madrid. El próximo 9 de marzo se celebrarán elecciones presidenciales en Corea del Sur. La Constitución surcoreana limita el número de mandatos a uno solo, por lo que el actual presidente, Moon Jae-in, no podrá presentarse más. Los candidatos al liderazgo de este tigre asiático ya llevan semanas en su campaña electoral. Las elecciones consisten solamente en una ronda, donde gana el candidato más votado, sin necesidad de mayoría absoluta.

El panorama se presenta bastante incierto. Las encuestas otorgan los laureles a Yoon Seok-youl, antiguo fiscal general y candidato del conservador Partido del Poder Popular (PPP), que se encuentra ahora en la oposición. El Partido Democrático (PD), que se encuentra en este momento a las riendas del poder, presenta a Lee Jae-myung, gobernador de Gyeonggi, como candidato. Según los sondeos, Lee sería el segundo aspirante más votado, con un 3,1% menos que Yoon. Por detrás quedan el centrista Ahn Cheol-soo y la socialdemócrata Sim Sang-jung.

La popularidad de la derecha conservadora sorprende a primera vista. La última inquilina conservadora de la Casa Azul (residencia oficial del presidente coreano) fue Park Geun-hye, que fue destituida en 2016 tras un escándalo político. A la hija del célebre dictador surcoreano de los años 60 y 70, Park Chung-hee, le incriminaron corrupción, abuso de poder y malversación de fondos públicos. Además, se descubrió que Choi Soon-sil, hija del ocultista Choi Tae-min, antiguo amigo de la familia de la presidenta, ejercía una gran influencia sobre el gobierno. Sin tener cargo oficial alguno, su palabra tenía mucho peso a la hora de tomar decisiones. Fue llamada nada menos que la «Rasputina» coreana.

En 2017 fueron convocadas elecciones extraordinarias, en las cuales arrasó Moon Jae-in, del Partido Democrático. Los conservadores quedaron fragmentados y débiles, por lo que en 2020, tras los comicios legislativos, y por primera vez en la historia de Corea del Sur, los demócratas controlaban tanto la Presidencia como el Parlamento. Parecía que la derecha reaccionaria no podría recomponerse en el futuro próximo.

Aun así, contra viento y marea, en 2021 los conservadores representados por el Partido del Poder Popular ganaron las elecciones municipales de Seúl y Busan, las dos ciudades más grandes del país. Una victoria verdaderamente alarmante para el partido incumbente.

Este inesperado éxito se atribuye principalmente al exorbitante apoyo joven. Irritados por la política profeminista del Partido Democrático, jóvenes varones menores de 30 años mostraron un respaldo sin precedentes a la derecha conservadora, tradicionalmente apoyada por la población más mayor. El PPP expande así su base de voto en una dirección inesperada.

Además, el Gobierno de Moon experimentó un grave declive de popularidad a lo largo de 2021. Después de haber lidiado con la COVID-19 en 2020, aprobó una política de vivienda impopular, endureciendo los requisitos para la hipoteca inmobiliaria y subiendo los impuestos. Sin embargo, ha podido recuperarse, entrando en 2022 con el mayor apoyo popular de un presidente en su último año.

Los dos candidatos discrepan tanto en sus convicciones ideológicas, como en sus medidas fiscales. Pero no son los asuntos internos los que atraen la curiosidad del mundo. La relación con Corea del Norte es el motivo de interés de la comunidad internacional.

¿Habrá movimiento en el paralelo 38?

Bajo el gobierno liberal, Corea del Sur vio muchos avances en las relaciones con su vecino septentrional. En 2018, los líderes de los respectivos países, Moon Jae-in y Kim Jong-un, celebraron una reunión en la zona desmilitarizada de Panmunjom. Además, los norcoreanos procedieron a participar en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018, que se celebraron en la ciudad surcoreana de Pyeongchang. La hermana del líder comunista, Kim Yo-jong, asistió al evento, convirtiéndose así en el primer miembro de la dinastía Kim que visitaba el Sur desde los años 50.

Aun así, las tensiones resurgieron de nuevo en 2020, cuando el Norte demolió la Oficina de enlace intercoreana, construida en 2018 como símbolo de la reconciliación, siendo una embajada de facto. Según Kim Yo-jong, esto era una represalia por la incapacidad del Gobierno surcoreano de castigar a los desertores del norte que enviaron globos con propaganda anticomunista desde el otro lado de la frontera.

En general, las relaciones solían ser más cálidas cuando la Casa Azul era habitada por los liberales. Kim Dae-jung (1998-2003) fue el primer presidente surcoreano en visitar el Norte en 2000. Promovió la «Política del Sol», buscando normalizar las relaciones entre los dos países. Ese mismo año recibió el Nobel de la Paz. Comenzó así un arduo proceso de negociaciones. Su sucesor, Roh Moo-hyun (2003-2008), siguió la misma política, visitando Pyongyang en 2007.

En 2008, los liberales perdieron el poder y la política del tigre asiático dio un vuelco. Los conservadores bajo el liderazgo primero de Lee Myung-bak (2008-2013), y después de Park Geun-hye (2013-2017) demandaron el desarme incondicional de su vecino. Las declaraciones al respecto de Yoon Seok-youl demuestran que el exfiscal piensa seguir la política dura hacia el Norte de sus partidarios. Eso quiere decir que las relaciones entre el Norte y el Sur pueden degradarse nuevamente.

A comienzos de este año Kim Jong-un, el líder norcoreano, ha ensayado varias veces sus nuevos misiles, capaces de portar armas nucleares. Esta es una vieja treta disuasoria de Pyongyang, que pretende captar la atención de Seúl para continuar el diálogo. Corea del Norte está aislada del mundo externo y expuesta a pesadas sanciones. Su única posible salida sería negociar el levantamiento de las sanciones para poder exportar sus vastas materias primas al exterior. El diálogo con su vecino meridional es vital para su supervivencia tanto económica como política.

La Casa Blanca también sigue con detenimiento cómo se desencadenará la voluntad popular en los comicios del 9 de marzo. Una victoria conservadora significaría una mayor integración de Corea del Sur en el bloque estadounidense. Mejorarían las relaciones con Japón, se establecería un nexo más estrecho con China, el socio comercial más importante del país. Sin embargo, si los demócratas consiguen remontar, el hilo del diálogo entre Washington y Seúl será más tenso. Lo único en lo que podemos estar seguros es que EEUU no podrá seguir ignorando la península coreana, dividida por el paralelo 38, ya que Seúl parece decidido a renegociar su alianza.

Iván Ortega Egórov

Estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid

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