China intensifica su pugna contra la contaminación

Madrid. China prosigue en la búsqueda de una fórmula capaz de contrarrestar su alto grado de contaminación atmosférica, una polución que se ha visto acentuada por la acelerada llegada del frío invernal y sus inexorables consecuencias, como la puesta en marcha de la calefacción central, alimentada fundamentalmente por carbón, disparando de forma exponencial los niveles de emisión de gases nocivos.
Durante las últimas semanas se han llegado a registrar picos cercanos a los 1.500 microgramos de partículas PM 2.5, de menor tamaño y mayor perniciosidad, en ciudades como Shenyang o Changchun, al noroeste del país -la región más afectada-, superando con creces la línea roja marcada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), fijada en 25 microgramos por metro cúbico diarios, lo que supone rebasar el peldaño más elevado del Índice de Calidad del Aire (AQI en inglés), que aconseja evitar cualquier esfuerzo al aire libre en ese estado.
Cuando se cumplen algo más dos meses del accidente acontecido en la ciudad de Tianjin, situada al norte del país, tras la explosión de varios contenedores donde se hacinaban diversos productos químicos, que se saldó con más de un centenar de víctimas mortales y alrededor de un millar de heridos, el Gobierno chino, tomando como referencia lo ocurrido, intensificó su plan de reducir un 60 por ciento las emisiones para el año 2030, como anunció el primer ministro chino, Li Keqiang, en el mes de junio.
Para ello, la política del ministro de Medio Ambiente, Chen Jining, persigue la consecución de dos objetivos claves, centrados en disminuir el empleo tanto del carbón como de sus homólogas energías no fósiles y potenciar la producción de electricidad a través de energías renovables, como ha desarrollado notablemente el sector automovilístico del país, el principal productor de partículas PM 2.5.
Un paso hacia delante que la organización ecologista Greenpeace valoró en su momento como ‘’el punto de partida para una actuación mucho más decidida’’. «China ha ido siempre a la defensiva cuando se trataba de cambio climático, pero este es el primer avance para un papel más activo’’, señaló Tatiana Nuño, responsable de Cambio Climático en la entidad española.
Sin embargo, Greenpeace denuncia que el Gobierno de Xi Jinping aprobó la puesta en funcionamiento de 155 nuevas plantas de carbón para este año, con un presupuesto de 70.000 millones de dólares que incrementaría hasta un 40 por ciento la deuda contraída por las empresas gubernamentales encargadas de la explotación del mineral, que se redujo por primera vez en 2014.
El propio Li Keqiang declaró «la guerra contra la contaminación» y aseguró «actuar sin tolerancia» frente a ésta, pero la masiva industrialización y urbanización imperante provocó que China liderara el ranking de mayores países contaminantes el pasado año, con el 26,7 por ciento de las emisiones globales de CO2, por encima de Estados Unidos, con el 18, según la Agencia Internacional de la Energía.
La contaminación constituye uno de los más férreos enemigos en la actualidad de la gran potencia asiática, no tanto por el aspecto que se ofrece a diario del entorno climático de cualquier ciudad o punto de interés, sino por los efectos colaterales derivados, que pueden acarrear incluso la defunción.
La última serie de cifras en torno al número de muertes por enfermedades cuya raíz reside en la inhalación de partículas nocivas, como la bronquitis o el cáncer de pulmón, entre otras, recogida por el Ministerio de Protección Ambiental en 2012, sitúa a China como punto de confluencia de 670.000 de los siete millones de fallecidos cifrados por la OMS a nivel mundial debido a la contaminación, una cantidad que se estima que haya sido superada en los sucesivos años, con una previsión de 900.000 fallecimientos anuales hasta 2030, según revela un estudio de la Asociación Americana del Corazón.
Pero no sólo se considera un grave riesgo para la salud, pues también afectó al balance turístico del ‘’gigante asiático’’ el pasado año, que registró un 0,5 por ciento menos de visitantes respecto a 2013, achacado en parte por la Academia de Turismo china a la situación del clima en el país, un inconveniente resaltado por varias naciones en sus oficinas de turismo.
Todo ello con la mirada puesta en la Cumbre del Clima de París de Naciones Unidas (COP 21), que comenzará el próximo 30 de noviembre en la capital francesa, donde China expondrá al resto de países congregados el itinerario a seguir para cumplir paulatinamente con su compromiso de oposición al grave deterioro medioambiental que asola su atmósfera.
Una nueva cita de la comunidad internacional que espera la llegada de unos 147 jefes de Estado y de gobierno representantes de al menos 160 países, bajo estrictas medidas de seguridad tras los atentados en la ciudad gala del pasado 13 de noviembre, pero con el objetivo de llegar a un acuerdo mundial que permita un punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático y se inicie un camino que evite la catástrofe del calentamiento global.
De momento, el presidente chino, Xi Jinping, coincide con Francia en un acuerdo “ambicioso y vinculante y que los países se sometan a revisiones quinquenales del cumplimiento de sus compromisos”, dentro de una cumbre importante que puede servir a China como referencia para corregir los problemas medioambientales nacionales.