China celebra el Nuevo Año de la rata, afectada por el brote del nuevo coronavirus (y II)

Madrid. Érase una vez un monstruo hambriento llamado nián que, la última noche del año lunar, vagaba por distintas aldeas devorando a sus habitantes. Cuando llegó a una de ellas, unos pastores estaban jugando con látigos y éste, al desconocer aquel sonido se asustó y decidió huir. Poco después, llegó a otra aldea de la que también hubo de huir al ver tendidos en una casa desconocidos ropajes color rojo. Por último, nián arribó a otro pueblo del que, nuevamente escapó, al ser alumbrado por los faroles de uno de los hogares de la localidad. Fue así como la gente decidió, para ahuyentarlo, encender sus faroles, colgar cintas coloradas de sus casas y tirar petardos que emulasen el sonido de los látigos.
Esta es una de las versiones sobre los orígenes del año nuevo chino o chūnjié, aunque, asocian su génesis a la agricultura ya que el año nuevo se convirtió en una fecha ideal para propiciar y pedir a las divinidades que la cosecha sea buena, pero también hay quienes lo asocian a que este era el día de veneración de las divinidades y de los antepasados.
De esta forma, a partir del 25 de enero, la comunidad china recibe el año nuevo que tiene como animal a la rata. Y es que, según cuenta la leyenda, Buda, antes de marcharse de la Tierra, convocó a todos los animales existentes, pero solo doce de ellos aparecieron a su despedida. Primero llegó la Rata y a esta le siguieron el Buey, el Perro, el Tigre, la Liebre, el Dragón, la Serpiente, el Caballo, la Cabra, el Mono, el Gallo y, por último, el Jabalí; y fue así como se fueron trazando los doce signos que conforman el horóscopo chino.
Es importante tomar en consideración el hecho de que si el calendario gregoriano (el occidental) y el oriental no coinciden es porque el primero es solar y el segundo es lunisolar. Además, el calendario lunar chino data del 2.637 a. C. (época en la que se introdujo el primer ciclo del zodíaco) y se constituye como el más longevo, en términos de registros cronológicos de la historia. Este se compone de ciclos y cada ciclo completo son 60 años y este, a su vez, se compone de cinco ciclos simples de 12 años de duración cada uno. Por consiguiente, ahora y, desde febrero de 1984, vivimos en el ciclo número 78.
La tradición dicta que cada vez que se acerca el año nuevo se ha de limpiar la casa hasta que quede lo más impoluta posible, como símbolo de no arrastrar las desdichas del año que va a terminar. Sin embargo, el primer día del año no se debe barrer porque ese es el día en el que ha de entrar la mayor abundancia posible, por tanto, barrer sería como “barrer esa abundancia”.
Las casas se decoran con el color rojo, en señal de suerte y en las puertas se pegan carteles con la palabra 福 (fú) al revés ya que, en chino, “al revés” y “llegar” son palabras homónimas que significa “que llegue la suerte”.
Asimismo, los niños reciben el hóngbāo o sobre rojo que, por su color simboliza la buena suerte y el número del billete, que en su interior lleva, es el número de la suerte. Estos sobres están adornados con letras doradas y llevan dentro de sí mensajes de prosperidad. Y, los adultos, a su vez, queman en sus altares incienso para tener presente a sus antepasados.
Por lo que respecta a la parte culinaria, en las mesas de las familias chinas no faltan, en la víspera del año nuevo, platos harto simbólicos como el jaiǒzi, ya que el dinero, antiguamente, tenía su misma forma; o el nián gāo, que presenta una doble simbología, ya que “gāo” significa “alto”. Así pues, este último manjar se toma para que los niños puedan crecer lo más alto posible y para que los adultos experimenten una subida de sueldo o un ascenso laboral.
En última instancia, cabe hablar de las danzas que imperan en el festejo del año nuevo chino. Una de ellas es la del dragón que se remonta a la era Sung (1279 – 960 a.C.) y que es sinónimo de buena suerte, poder y dignidad. Otra de ellas es la del león (en los desfiles) que, también representa la buena fortuna. Todo ello se hace con el sonido de los petardos que, sin cesar ni de noche ni de día, se erigen como la banda sonora por antonomasia de la festividad del año nuevo, en pos de espantar así a los malos espíritus.
En suma, el año nuevo chino, una festividad cargada de simbología, es sin duda alguna, la fiesta más importante del año para su pueblo y en el que el color rojo, el olor a incienso, las luces, los petardos, los buenos augurios y los continuos intentos de ahuyentar a los demonios, que tanto temen, se funden en un día en el que la unidad, la felicidad y la búsqueda de la buena fortuna se constituyen como sus tres pilares fundamentales.