Turbulencias entre Japón y Corea del Sur en medio de otra “guerra comercial” (II)
Madrid. Todo ha ido empeorando. Dos países con un nacionalismo particular y con historias tristes, heridas sin cicatrizar y más cuando en esta nueva “guerra comercial” un ciudadano surcoreano murió después de que se prendiera fuego ante la Embajada de Japón en Seúl, un suceso que rememoró la historia pasada al ser un hombre de 78 años de edad, que detuvo su vehículo hasta la Legación nipona y allí mismo prendió fuego al coche mientras permanecía en su interior.
Más tarde se supo que el suegro del hombre fallecido fue uno de los surcoreanos que fueron víctimas de trabajos forzados en empresas japonesas durante la Segunda Guerra Mundial y que pudo llevar a cabo esa acción como protesta por el incumplimiento de las dos sentencias del Tribunal Supremo surcoreano que obligan a firmas niponas a indemnizar a los surcoreanos a los que obligaron a trabajar en sus instalaciones.
Sin embargo, Tokio ha repetido constantemente que basándose en el tratado de 1965, Japón ya donó 300 millones de dólares a las víctimas de dicho periodo colonial (1910-1945), un dinero que durante el gobierno militar de Park Chung-hee no hizo llegar a todas ellas, motivo por el que miles de afectados denunciaron también a Ejecutivos surcoreanos, pero el fallo del Tribunal Supremo ordena que los trabajadores surcoreanos que fueron obligados a trabajar en empresas niponas sean compensados por trabajos forzados.
Japón considera que el asunto quedó resuelto con el tratado de 1965 que sirvió para normalizar las relaciones bilaterales y luego en virtud del mismo, además de los citados 300 millones de dólares en ayuda económica hubo otra entrega de otros 500 millones de dólares en créditos para cerrar el capítulo de la era colonial.
La historia entre los dos países tiene las connotaciones intrínsecas de una propia idiosincrasia que asoma por todas partes dos realidades que sostienen distintos puntos de vistas a pesar de los años transcurridos y ahora con esta nueva contienda comercial Tokio quiere llevar el asunto ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para demostrar que dio el dinero, pero al parecer se usó para, principalmente, reconstruir Corea del Sur tras la guerra con Corea del Norte (1950-1953) y las víctimas se han quejado de no haber recibido las compensaciones requeridas y empezaron a reclamarlas ante los tribunales en los años 90. Una historia rocambolesca que tiene distintas interpretaciones, todas ellas bañadas profundamente de un enorme carácter sociológico con dificultades para encontrar la solución definitiva.
En suma, el daño es multilateral y afectan a muchas partes, una nueva contienda comercial o arancelaria que no favorece a nadie, pero el hecho de que Japón haya puesto en circulación restricciones sobre materiales químicos básicos que adquieren compañías surcoreanas para fabricar pantallas y chips de memoria, componentes imprescindibles para ordenadores, servidores o teléfonos inteligentes o «smartphones» hacen en la economía global verdaderos perjuicios y que con las trabas comerciales niponas a Corea del Sur amenazan al mercado global que también pueden afectar a los dos países en compartir información de Inteligencia militar.
Precisamente Japón mantiene aún un litigio histórico con los secuestrados nipones por Corea del Norte, país que va desarrollando una nueve política en la zona que trae menos tensiones con el cambio efectuado por Pyongyang, que en esta contienda que mantienen Tokio y Seúl, el régimen norcoreano está al lado de su vecino del sur, pero que el asunto también está enquistado y requiere una situación propicia en la zona para su solución.
Entre 1977 y 1983, Corea del Norte secuestró al menos a 17 japoneses -9 mujeres y 8 hombres-, según cifras oficiales del Gobierno de Japón, para que actuaran como profesores de idioma y cultura japonesa para los espías norcoreanos, aunque los familiares consideran que esta cifra asciende a más de 100. Tanto Tokio como Pyongyang todavía no han normalizado sus relaciones diplomáticas.
Luego Corea del Norte se comprometió con Japón en 2014 a realizar una investigación para resolver todos los casos, a cambio de que Tokio retirara parte de las sanciones unilaterales que mantiene sobre el país, pero la iniciativa se abandonó un año más tarde ante el desacuerdo entre las dos partes y así hasta ahora, cuya resolución final también podría encontrarse tras la firma de paz entre las dos Coreas.
No obstante, diversos expertos japoneses han debatido en más de una ocasión el riesgo de un creciente sentimiento nacionalista antijaponés ante una -por ahora- quimérica unificación de las dos Coreas, pero lo que sí es cierto que la desconfianza es patente y repercute en ambos lados, y a la mínima la chispa salta en este prolongado fuego entre los dos países que no logran apagar.
Dos países cercanos pero distantes, dos países llenos de modernidad y pese a sus disputas políticas ello no impide que las artes o la industria del entretenimiento, ya que Japón figura como el mayor mercado de consumo para la industria del kpop, al igual que muchos surcoreanos sienten devoción por cantantes y actores japoneses o por la industria de los doramas, estén más comunicados.