La tensión sigue pero China no va a invadir por ahora Taiwán

Madrid. Las espectaculares maniobras militares y marítimas de China en Taiwán, sin precedentes desde hace varias décadas, no van a terminar con la invasión en la isla, aunque han creado una nueva realidad geopolítica cuyas consecuencias se irán viendo en los próximos meses, además de originar que Japón haya denunciado que cinco de los misiles lanzados por Pekín hayan caído en sus aguas, que junto a Corea del Sur son firmes aliados de Estados Unidos. Taiwán por ahora seguirá con su ‘statu quo’, habrá más vigilancia y presión, pero Pekín sabe de las graves consecuencias de una acción similar a la ucraniana.
La invasión de Rusia en Ucrania ha hundido la economía rusa, ha destrozado por completo a los ucranianos y ha triturado toda esperanza de recuperación a nivel mundial por el simple hecho de que Vladimir Putin pensaba que su invasión sería un camino de rosas. Pues no, y las consecuencias son tan graves que sirven para que China medite si hace con Taiwán lo mismo que su firme aliado ruso en territorio ucraniano.
La economía mundial ya está bastante «tocada». Además, la tensión en Oriente Medio y la inestabilidad entre Serbia y Kosovo, cuyas hostilidades van en aumento, entre otros acontecimientos, sirven a Pekín para reflexionar sobre cómo quedaría la situación con una invasión china en la isla taiwanesa. La visita inoportuna de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, ha supuesto dos puntos clave. Por un lado, refuerza a la República Popular China y a sus halcones de cuanto antes mejor para invadirla y, por otro, supone un respaldo a los taiwaneses partidarios de la independencia de China.
Las maniobras militares chinas tienen varios objetivos. El principal es demostrar su fuerza, lo que nadie pone en duda, además de atemorizar, obviamente, a Taiwán, aunque EEUU y Japón no se van a amedrentar con esta ofensiva china, la cual va a marcar un nuevo escenario geopolítico que la propia Pelosi ha fabricado con su visita innecesaria a Taiwán, un país que ha puesto en alerta a sus tropas a lo largo de sus costas, desplegando patrullas áreas y navales y activando sus sistemas de misiles terrestres, pero un conflicto por ahora no se va a producir. Washington y Tokio también están ahí, en alerta, y está claro que la disputa entre David y Goliat está servida.
En su momento, EEUU ya aceptó en 1972 una sola China en el Comunicado de Shanghái, lo que supuso romper relaciones con Taiwán, pero una incorporación pacífica al estilo de Hong Kong, «Un país, dos sistemas», no lo aceptan una gran parte de los taiwaneses, sobre todo teniendo en cuenta que esa teoría política no se ha cumplido para nada en la antigua colonia británica, tal como manifiestan distintas autoridades de la isla. Y es obvio que con su exhibición de fuerza militar, el gigante asiático está avisando claramente que el apoyo a la independencia de la isla no será tolerable.
China sabe que en la isla japonesa de Okinawa hay bases militares estadounidenses, que también pueden ser atacadas, pero el conflicto militar por ahora tiene que esperar, pese a la tensión reinante. La inestabilidad a lo largo de estos meses será muy alta. Y las maniobras militares chinas pueden desembocar en nuevas alianzas o reforzar las que ya existen, pues habrá que ver cómo se desarrolla la cooperación a partir de ahora de Tokio y Washington con Taipéi, e incluso puede haber mayor presencia militar estadounidense en la zona, y sin olvidar las bases que ya tiene EEUU en Corea del Sur. Japón sigue desconfiando de China, sus Fuerzas Armadas se rearman y EEUU le vende de todo, por lo que ambos países van a apoyar aún más a Taiwán, pero la incorporación de la antigua isla de Formosa por la fuerza sería catastrófica para todas las partes.
Pekín, pese a la monumental intimidación que han supuesto sus ejercicios militares, no va a paralizar la economía de la isla dado que sería un enorme perjuicio no sólo para China y Taiwán, sino también para todo el mundo. Es un aviso sin precedente ese despliegue de fuego real en los mares taiwaneses, pero de momento no va a ocuparla. Es muy importante tener en cuenta el mercado de los microchips en todo el mundo (Taiwán, Corea del Sur y China acaparan el 87 % del mercado mundial) y la compañía taiwanesa TSMC es, con diferencia, el mayor fabricante de chips del mundo.
Y claro, haciendo algo similar a lo que ha hecho Rusia con Ucrania el gigante asiático sufriría también graves consecuencias económicas que son las que analiza y analizará en el futuro por si acaso lleva a cabo acciones definitivas para reconquistar Taiwán y no cometer los mismos errores que Putin al considerar que su invasión sería cuestión de horas y de un paseo militar.
Por una parte, la invasión rusa en Ucrania descolocó el tablero geopolítico mundial. Ahora, una posible invasión de China en Taiwán no va a producirse, lo que no quiere decir que sea efectiva más adelante. Por otra parte, el mundo actual va camino de certificarse en dos bloques bien definidos como en la Segunda Guerra Mundial que pueden determinar el presente y futuro de una realidad política que se ajuste a esa hipotética Tercera Guerra Mundial con la configuración de bloques que las dos primeras potencias mundiales no desean y eso que la señora Pelosi ha puesto en pie de guerra a los chinos y ha reforzado a Pekín en sus ansias por incorporar a Taiwán a la República Popular China. ¿Una IIIGM?, imposible. Ni Pekín ni Washington se lo plantean pese a las tensiones actuales. Manda el comercio. La economía.
El problema radica en cómo sería la reacción de EEUU en caso de que China invada Taiwán, sobre todo cuando los taiwaneses creen que estos ejercicios militares son ensayos para una invasión. Todo está desproporcionado, incluso hasta el presidente del Comité de Exteriores del Senado de Estados Unidos, el demócrata Bob Menéndez, ha propuesto que se reconozca a Taiwán como un aliado militar de la OTAN, una idea difícil de plasmarse y que daría más opciones a Pekín en su objetivo de conquistar lo antes posible la isla. Eso sí, ya EEUU tiene designados a 19 países como sus aliados estratégicos fuera de la OTAN, lo que les otorga privilegios militares y comerciales, aunque esta posibilidad no arreglaría el asunto taiwanés, cuyo territorio, democrático, tendrá que solucionarse con el diálogo, respetando lo que dicen sus ciudadanos, pero China tiene claro que la isla es territorio de toda China y de ahí no sale.
China tiene una esperanza política y es esperar al 26 de noviembre próximo con la celebración de las elecciones municipales en Taiwán, pero días antes, el 8 de ese mismo mes, se habrán celebrados las elecciones a la Cámara de Representantes de EEUU. O sea, si en las municipales taiwanesas ganan las principales alcaldías los partidarios de la independencia y antes los republicanos barren en las de Estados Unidos, políticamente sería un aviso muy contundente para China, aunque también pueden ganar los demócratas y los partidos pro-chinos en la isla.
De esta forma, será interesante ver sus conclusiones y reacciones por doquier. Es clave ver qué puede pasar con el voto de los taiwaneses en las urnas en noviembre próximo en las elecciones locales, y entonces sabremos si el ciudadano mantiene su voto al partido de la presidenta Tsai Ing-wen, del gubernamental Partido Democrático Progresista (PDP), o se inclina por el Kuomintang o KMT, principal partido de la oposición, pro chino. Será entonces un buen momento para evaluar lo sucedido en estos meses, sobre todo con las fuertes maniobras chinas de advertencia sobre el independentismo en la isla y al mismo tiempo si toda esta nueva situación política ha influido en el voto de los taiwaneses.
La guerra de Ucrania, que ha originado un auténtico desastre mundial en todos los aspectos, la pandemia de la COVID-19, que todavía sigue sin estar erradicada, y los precios de todos los bienes y consumo disparándose sin cesar, una inflación monumental, son ya bastantes elementos para que China no cometa el mismo error que hizo Putin con invadir Ucrania. Nada sale gratis y aunque la República Popular China salga victoriosa ante los «rebeldes» taiwaneses, su victoria tendría consecuencias económicas brutales para el gigante asiático y para todo el mundo. Rusia lo está padeciendo pese a aplastar diariamente a Ucrania con un daño monumental que recuerda a los nazis en la Segunda Guerra Mundial.