La visita de Pelosi a Taiwán tensa el principio de «una sola China» y recrudece la carrera militar

Madrid. El viaje de la presidenta del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a la antigua isla de Formosa ha servido para recordar que Taiwán ha mejorado sistemáticamente su capacidad de defensa y de combate. Los expertos navales estadounidenses consideran que el creciente poderío marítimo de China no tiene freno, cuya Armada desarrolla un proceso rápido de sus capacidades que obviamente preocupa a Washington. Taipéi quiere proteger el ‘statu quo’ de la isla, pero Pekín no está por la labor. Y así, mientras la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, insiste en mantener ese ‘statu quo’, el presidente chio, Xi Jinping, lo tiene claro cuando afirma que su país «puede conseguir y conseguirá la reunificación con Taiwán», una tesis que será consolidada por mayoría absoluta en el XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China (PCCh), previsto para otoñó próximo.
EEUU vende armamento a Taiwán, país que pese a sus numerosas e importantes relaciones comerciales con la comunidad internacional, siendo una potencia industrial en auge, mantiene sólo relaciones diplomáticas con 14 países, pero aun así Taipéi sigue confiando en sus políticas económicas a pesar del boicot al que la somete Pekín.
Por ahora, aunque nunca descartable, el uso de la fuerza militar no se contempla en Taiwán, cuyas autoridades siguen rechazando el modelo de «Un país, dos sistemas», y más con el fracaso de ese principio en Hong Kong. No obstante, China perseguirá una «reunificación pacífica» con la antigua Formosa, aunque por ahora esa posibilidad de incorporarla a una futura «Gran China» se antoja bastante complicado pero no lejano. Taiwán sigue siendo un gran obstáculo para el futuro político del gigante asiático.
China se prepara militarmente, sigue su crecimiento y su gasto en defensa y en modernizar todo su aparato de sus Fuerzas Armadas. Aún sabe que está lejos de EEUU y su objetivo es llegar a 2049 al menos en pie de igualdad en su desarrollo militar, una fecha clave al cumplirse el centenario de la fundación de la República Popular de China. Con todo, Pekín no se detiene en sus avances sofisticados de su propio Ejército Popular de Liberación (EPL).
Y sin olvidar que China ya prepara su «aerolínea espacial» para 2045 y un dron hipersónico en Marte con el objetivo de colonizarlo, pero esta flota de naves hipersónicas unirá cualquier punto de la Tierra en dos horas, yendo a una velocidad de 6.000 kilómetros por hora, es decir, seis veces la velocidad del sonido, tal como señaló en su momento el periódico ‘South China Morning Post’. Eso sí, el Pentágono estadounidense ve con preocupación la cada vez mayor modernización militar de China, sobre todo en su fuerte carrera armamentística.
El año 2049 todavía está un poco lejos, pero China quiere tener absolutamente hechos todos sus deberes, de ahí que el XX Congreso Nacional del PCCh, previsto para otoño próximo, estudiará las claves de desarrollo de China hacia mediados del siglo XXI y con ello delineará las tareas geoestratégicas, geopolíticas y geoeconómicas para los próximos cinco años, que al mismo tiempo irán consolidando los objetivos futuribles para convertirse, guste o no, en la primera potencia mundial.
De momento, EEUU lleva la delantera a China en cuando a presupuestos de defensa. China alcanzó en 2021 la cifra de 324.000 millones de dólares, o sea, un 6 por ciento y un 8 por ciento cada año durante los cinco últimos. De acuerdo a la agencia de Inteligencia Janes, el gasto de EEUU sigue por delante de Pekín, con 759.000 millones de dólares. China tenía 55 pequeños buques de guerra en 2020, más del doble de los que poseía hace cinco años, además ha botado seis grandes buques anfibios, tres desde 2015 y parece ser que en breve completará un tercer portaaviones, y todo indica que más grandes que sus predecesores.
Está claro que el plan naval de China para superar a la Armada de Estados Unidos y controlar el Pacífico en 2030 ya ha comenzado a moverse, y la posible militarización del mar de China Meridional y todo lo que puede ocurrir en Taiwán, por cuyas aguas pasan buques de guerra estadounidenses, no será un asunto a desconsiderar. Eso sí, EEUU, Reino Unido y Australia han pactado una nueva alianza de defensa militar, conocida como Aukus, para frenar el ascenso de China en el Indo-Pacífico,
Taiwán, que fue uno de los primeros países en pronunciarse contra la invasión rusa de Ucrania a diferencia de China, afrontaría su hipotético enfrentamiento ante su vecino continental con unos 300.000 soldados y unas Fuerzas Armadas muy sofisticadas que se alimentan de la venta que EEUU le hace con periodicidad frente a un todo poderoso Ejército chino con un desarrollo cada vez más avanzado y con un 1.500.000 soldados chinos.
El presidente estadounidense, Joe Biden, ha reiterado en más de una ocasión al presidente Xi el compromiso de Washington con la política de «una sola China» que reconoce solo a Pekín como Estado, pero precisó que también se guiará por el Acta de Relaciones con Taiwán, mediante la cual EEUU suministra equipos bélicos a la isla, lo que no gusta a Pekín, que resalta que tomará medidas si hay una posible declaración de independencia de Taipéi.
Nancy Pelosi fue a Taiwán pensando que no pasaría nada. Quiso con su viaje reforzar a los demócratas en su cita electoral al congreso de noviembre próximo y elevar la popularidad de Biden y, al mismo tiempo, sondear ese goloso mercado del microchip taiwanés con la idea de llevarse la fábrica a EEUU, algo que bajo ningún aspecto Pekín permitiría, dado que entonces tendría una considerable dependencia de Washington. La guerra comercial no ha terminado y los bloques aparecen: por un lado, Rusia y China y, otro, EEUU y Occidente, mientras los intereses geopolíticos y económicos son cada vez más fuertes y más condicionados y la globalización empieza a resentirse.
Ucrania ya es un conflicto muy grave con consecuencias totales, y Taiwán puede llevar el mismo camino, aunque por ahora no será tan fácil. El protagonismo directo de China, Rusia y Estados Unidos es absoluto. China va imparable a convertir el siglo XXI en el siglo de la República Popular China. La segunda potencia económica mundial, que ya presume de su supremacía en Inteligencia Artificial (IA), quiere llegar a 2049, centenario de la fundación del país, con Taiwán ya incorporado a esa gran nación a la que aspira Xi Jinping, mientras Rusia añora reconquistar todo lo posible para volver a lo que fue la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y Ucrania es una pieza suelta que impide a Vladimir Putin lograr sus objetivos imperiales, pero EEUU quiere impedirlo.
En definitiva, aún vivimos una realidad geopolítica mundial que sigue creando inestabilidad política y obviamente económica en esta parte del nordeste asiático, pues todavía China y la península coreana, divididas por sendas guerras civiles, son rincones del mundo en los que la división del país sigue vigente, pero el sueño de una «Gran China», como la unificación de las dos Coreas, no han dejado indiferentes a nadie, pero de momento un enfrentamiento civil entre sus protagonistas, como puede ser una invasión de la República Popular China sobre Taiwán, o que Corea del Norte pueda hacer lo mismo con Corea del Sur, parece por ahora improbable, lo que no quiere decir que Pekín lo lleve pensando sabiendo sus graves consecuencias y Pyongyang lo tiene más complicado pese a su enorme desarrollo nuclear.