Nuevas medidas del Banco Popular de China (I): Cómo reanimar la segunda economía mundial

Berlín. El 24 de septiembre, el Banco Popular de China (BPC) anunció el mayor paquete de medidas hasta la fecha, con el que pretende lidiar con la agonizante crisis inmobiliaria y la ralentización del crecimiento económico del gigante asiático. Los mercados respondieron positivamente: el índice Hang Seng de Hong Kong recuperó las pérdidas de los dos últimos años subiendo un 16 %, mientras el de Shanghái creció un 21 %. Los expertos coinciden en que, sin un estímulo fiscal considerable, China no conseguirá alcanzar su meta del 5 % de crecimiento anual.
La crisis en el sector inmobiliario, que llevó a la quiebra de gigantes como Evergrande, ha sido una plaga para el crecimiento de la segunda economía mundial desde 2021. La construcción de viviendas acompañó al rápido despegue económico de China y el masivo éxodo rural. Ahora el éxodo ha acabado y la población está envejeciéndose, por lo que decenas de millones de viviendas quedan vacías a falta de demanda que la cubra. Eso hace caer los precios de la vivienda, disminuyendo la inversión en construcción y estrujando más aún los presupuestos de las inmobiliarias, de los bancos expuestos a este sector y de los endeudados gobiernos regionales, cuyos ingresos dependen de la venta de permisos de posesión de terreno. Juntos ejercen presión sobre la credibilidad de la deuda soberana china y su capacidad de refinanciación.
Hasta ahora, el Gobierno chino intentó congelar la crisis y evitaba intervenir de forma radical. Sin embargo, la reciente rueda de prensa del Banco Central sorprendió a algunos analistas con la cantidad de diversas medidas que el regulador chino pretendía adoptar. La meta general parece ser acatar la débil demanda y fomentar el consumo para rescatar al sector inmobiliario y salir de la trampa deflacionaria. Para conseguirlo, primeramente, los reguladores redujeron el coeficiente de caja obligatorio, que son las reservas monetarias que todo banco chino está obligado a mantener, facilitando así la actividad crediticia y suavizando el efecto de una baja generalizada de tipos en el futuro. Este es un método de política monetaria abandonado por muchos bancos centrales occidentales, que optaron por una ratio mínima de capital entre deuda como precaución ante la especulación. Además, el BPC anunció una reducción del tipo de interés del repo a 7 días, uno de los instrumentos clave de la política monetaria en China, del 1,7 al 1,5 %, continuando la bajada iniciada en julio.
Por otro lado, se reducirá el tipo de interés en las hipotecas antiguas para aliviar la presión crediticia sobre los ciudadanos e inducirlos a gastar. El Banco estima que el cambio esperado del 0,5 % de promedio afectará a 150 millones de personas, amasando 150 mil millones de yuanes de ahorro anuales para los endeudados, una cuantía, que, aunque pueda parecer considerable, supondría el equivalente de 130 euros anuales por persona (11 al mes), lo que sería alrededor del 1 % del salario medio mensual. Esto pone en duda si la medida tendrá un efecto palpable en el consumo agregado.
Además, el gobernador del BPC, Pan Gongsheng, tiene pensado rebajar la contribución mínima del comprador a la hora de adquirir una segunda residencia, para alinearlo con el reglamento de hipotecas para primera residencia. Anteriormente, el deudor tenía que contribuir como mínimo con el 25 % del precio del inmueble. Ahora, este porcentaje bajará hasta el 15 %, dijo Pan en la rueda de prensa.
Pasando a medidas fiscales, el BPC ha decidido continuar con los estímulos lanzados en mayo de este año con el propósito de subvencionar a empresas estatales y gobiernos locales para que estos adquieran el inventario de vivienda en desuso de las compañías inmobiliarias. Después, se pretende que estas viviendas se conviertan en «asequibles» para la población y que se vaya vaciando el inventario a precios por debajo del mercado. En otras palabras, el Gobierno chino está intentando pasar el lastre de la sobreoferta de inmuebles de los hombros de las empresas privadas a la espalda del Estado.
Esto podría tener su efecto positivo pero también negativo. Lo positivo es que probablemente, en caso de que se inyecte suficiente dinero, la medida contribuirá a contener la caída de precios de la vivienda y evitará que empresas como Country Garden, Sunac o Vanke sigan la suerte de Evergrande, liquidada a comienzos de año por el juzgado hongkonés. Combinada con los incentivos a la demanda, podría reducir la brecha entre demanda y oferta. Lo que no queda claro es si la demanda de inmuebles aumentará lo necesario.
El efecto negativo es antiguo como las intervenciones estatales en la economía en tiempos de crisis: si el Gobierno rescata a una empresa o un banco para evitar su quiebra, esto quitará el síntoma, pero no curará la enfermedad, que son las inversiones descuidadas, la especulación y la falta de diversificación. Si el Ejecutivo chino interviene demasiado para salvaguardar a las empresas inmobiliarias, hasta hace poco locomotoras del milagro económico chino, y los bancos expuestos a estas, se arriesga a que se acomoden y no saquen conclusiones a sabiendas de que el dinero público les salvará de todas formas. Según su avance cuidadoso, los reguladores parecen percibir el riesgo que supone esta distorsión de incentivos.