Muere Carlos Domínguez, un buen periodista y una buena persona
Madrid. Parafraseando a Ryszard Kapuscinski, «los buenos periodistas son personas respetuosas con el otro» y nunca Carlos Domínguez faltó el respeto a nadie. Un buen periodista y una buena persona que siempre valoró la vida de forma positiva, en armonía con la sinceridad y en consonancia con el sintoísmo nipón que le acompañó siempre en su carácter social.
Carlos decidió irse a vivir la otra vida el pasado 6 de mayo junto a su amada esposa Chiho Nakamura, fallecida en 2010, y con el permiso de sus hijos, Borja, Eva e Irene, pero convencido, también parafraseando a Ishiguro Kazuo, de que «nunca abandonó a nadie», pues su propia entereza y su innato humor durante su enfermedad en superar sus adversidades le dieron una fuerza física y mental que nunca se apagó hasta que decidió dejarnos a todos en este mundo actual tan polarizado, como solía decirme en distintas ocasiones.
Carlos, tras terminar sus estudios de periodismo a finales de los años 70, logró una beca de la nipona Universidad de Tenri, en la prefectura de Nara, donde aprendió japonés y poco después empezó en la búsqueda de trabajo. La profesora española Pilar García-Escudero, casada con el profesor Toshiaki Arimoto, estuvo 43 años enseñando español en varias universidades niponas, amiga de la familia de Carlos, fue quien tuvo una importante influencia para que terminase en el ‘país del sol naciente’.
La corresponsalía de la Agencia EFE en Japón estaba a cargo de David Corral Bravo (1981-87), quien luego conoció a Carlos y ahí empezó su andadura profesional e incluso personal al conocer a su mujer Chibo y posteriormente su larga etapa como periodista, en la que estuvo primero como corresponsal en Tokio y después delegado jefe hasta 2004, antes de regresar a Madrid. Se convirtió en el periodista de EFE que más tiempo ha permanecido activo en Japón durante 21 años.
Carlos Domínguez supo pormenorizadamente analizar para Efe la crisis financiera japonesa en los años noventa que marcó una larga etapa y en la que siempre acertó con sus numerosas crónicas, que se convirtieron en una referencia del periodismo nacional e internacional, aunque poco antes de su regreso a España ya había anticipado las distintas tendencias que Japón había iniciado con sus cambios en la economía como en la política doméstica y exterior.
La coincidencia de mi estancia en Corea del Sur, donde trabajaba en la Korean Broadcasting System (KBS), antes de terminar en la EFE -aunque ya previamente había trabajado en la agencia en Madrid-, me sirvió para conocer a distintos periodistas que hacían su labor profesional en un país modelo por su apertura política en ese momento. Una situación especial cuantas veces visité y tras otros de larga estancia, contacté con Carlos y así fue cómo le conocí, dado que en varias ocasiones fui con EFE para desarrollar mi labor como periodista.
Siempre me apoyó y siempre contó conmigo en las distintas etapas de su responsabilidad en la Agencia. En realidad, fue una luz de conocimiento y de profesionalidad oriental que nunca desapareció, e incluso cuando me prejubilé y hasta el último momento de su vida, siempre hablábamos de Asia y luego de mi digital ASIAnortheast.com, que no sólo seguía, sino que siempre sus buenas recomendaciones sobre temas de máxima actualidad en el Nordeste Asiático lo enriquecieron aún más.
La fortuna de haber sido un buen amigo y compañero me abrió siempre su confianza. Su templanza a la hora de encauzar las distintas vicisitudes que el periodismo agencioso encerraba en el sentido global le sirvió para que su labor profesional como Subdirector de la Redacción Integrada de la Noche, de la Agencia EFE, fuera todo una referencia de seguridad y profesionalidad que siempre recordaremos.
Sinceramente su muerte me ha afectado. Lo echaré de menos, pues teníamos conversaciones de todo tipo, en especial de la problemática asiática o la importancia que dábamos al «silencio» del Monasterio de Silos, pues en varias ocasiones estuvo a punto de venir conmigo para analizar la comparativa entre los templos budistas y el silencio reinante en Silos. Pero en definitiva, era una persona culta que amaba a su esposa Chiho y a sus tres hijos, siempre preocupado para que su presente y futuro fuera realmente lo mejor.
Recuerdo las veces que hablando de problemas de todo tipo, personales, profesionales, políticos, de la Agencia EFE y su andadura, etc., me recordaba un proverbio japonés que decía: «Si un problema tiene solución, ¿para qué preocuparse? Y si no lo tiene, ¿para qué preocuparse?». Y con ello zanjábamos cualquier polémica o así dábamos paso a otro tema.
Carlos era un periodista absolutamente creíble, original y profesionalmente no tenía fisura alguna sobre la efectividad de su trabajo, unido siempre a su compromiso y a su responsabilidad en su quehacer diario en la Agencia EFE, en la que nunca su prestigio y credibilidad quedaron en entredicho tanto en su estancia en Japón como luego en España.
El entonces embajador de Japón en España, Masashi Mizukami, le impuso el 17 de octubre de 2016 la Orden del Sol Naciente por su compromiso de favorecer el conocimiento de la política japonesa, sus cambios y evoluciones de la tercera economía mundial desde los años 80 hasta principios del siglo XXI, cuya condecoración fue la más elevada que concede el Emperador de Japón, una distinción que también avalaba su continua labor para mejorar el conocimiento de los temas nipones en España.
Carlos conoció a Chiho en su primera fiesta en Tokio, cuyo buen nivel español contribuyó también para que los sentimientos afectivos hicieran después posible esa unión matrimonial que dio tres hijos y luego, al morir Chiho, aún quedaba la estirpe familiar liderada por Carlos y ahora, tras su fallecimiento, sus hijos, tal vez, sigan atados a las dos culturas a través de vínculos idiosincráticos indisolubles.
Gracias Carlos por haberme dado tu confianza y amistad, la cual es compartida por los muchos que te conocieron y trabajaron contigo y al igual que he escrito en otras ocasiones en circunstancias similares, te diré, recordando al poeta Rilke, que «si la muerte es la continuación en otra vida», allí nos veremos. Descansa en paz.