Los tres gritos de Shinzo Abe al mundo

Shinzo Abe, primer ministro nipón
Shinzo Abe, primer ministro nipón
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Madrid. Años, décadas pidiendo a Japón, a sus líderes, que se pronuncien claramente en asuntos de repercusión internacional. Que intervengan más en el concierto o desconciertos actuales. Es que son la tercera potencia mundial. Los Olímpicos, sus dioses poderosos, han logrado que sus políticos rompan el autodañino silencio internacional japonés.

El primer grito fue nada menos que con un pronunciamiento gestual. El mismísimo primer ministro Abe fue capaz de transformarse en Super Mario, pidió que le hicieran una extensión de las vías subterráneas de Tokio hasta la luminosa Río de Janeiro. Subvoló miles de kilómetros y saludó de repente, supergorra en mano, representando a Tokio, hasta Río de Janeiro. Por los Olímpicos cualquier cosa. Y si se exponía al ridículo todo sea por ese super altavoz mundial que son  los Juegos Deportivos  por excelencia.

En persona y, con el globo terráqueo en las manos, como  queriendo darnos unas palmaditas en la espalda, surgió en el Estadio de Maracaná.  Allí estaba Japón, con un par de palabras, hablando casi callado, prometiendo con su gesto que echaría el resto de su tradición y tecnología por los dioses del Olimpo, o mejor dicho por resucitar, una vez más, la gran Olimpia en sus fiestas deportivas.

No sé cuánta resonancia tuvo este primer grito universal. Desde luego parece que hubo miles de miles de memes, además de los incalculables millones de televidentes. Lo que si fue a su vez, quizás casualmente, un romper el hielo silencioso cuasi perpetuo de Japón en el Globo, y un preludio de los dos siguientes gritos, que a pocas semanas daría, ya sin farándula de manga y anime, el mismo Primer Ministro.

El segundo grito fue financiero económico. Primero anunciado por su Gobernador del Banco de Japón y después  remachado por él. Seguiría insistiendo en su política financiera de imprimir billetes y más billetes para combatir la deflación. El eco fue Alpino, Apenino, Caucasiano, Rocoso, Himalayesco y hasta los últimos valles financieros del poderoso Tirol. Resonó sorprendiendo a todos los países afectados por la misma dolencia que Japón. Después de casi tres décadas de no haber podido herir de muerte, con esta fecha  de oro monetario de sus “Abenomics”, a la malvada deflación, ¿proclama que seguirá tratando de apuntar y disparar de nuevo con la misma? Misterio Oriental puro y vivo.

No voy a juzgar si la flecha está o no roma, pero que la inflación añorada no ha llegado, es de abrir los ojos.

¿Qué mundo pasado ve Japón? ¿Y qué horizonte futuro en lontananza? Pedir que nos lo explique es demasiado por ahora. ¿Veremos sus razones algún día? De momento, tenemos que volver al misterioso Japón de siempre, si es que nos queda fe en él. Desde luego no es nada apetecible. Podría incluso habernos dicho que no hace más que como en Europa, por ejemplo. Pero ni eso.

Y a los pocos días el tercer grito, sorpresivo como ninguno. Que el decrecimiento demográfico de Japón no es un “onus” (carga, preocupación) sino un “bonus” (bono, aliciente). La pesadilla de Europa con la disminución de nacimientos y  la elongación de la vida  invirtiendo la pirámide saludable laboral,  el Sr. Abe proclama ser lo mejor para el incremento de la productividad. Quizás él no, pero los periodistas jugaron con la barata rima de las dos palabras “onus “ y “bonus” para que  hicieran más mella en nuestra memoria. Y así la intriga azuzaba más al recodarlas fácilmente una y otra vez, y repensarlas. ¿Cómo descubrir de nuevo el misterio? Esto si nos lo explicó. Nada de rodeos. Las cosas claras y los robots a dar juego.

Japón produce casi el cincuenta por ciento del mercado mundial de los robots que hacen robots, para entendernos. Y otro casi noventa por ciento de los robots que fabrican partes clave para los tales de cualquier tipo. Pueden ser estas partes, por ejemplo, los delicados sensores inalámbricos. Con esos mimbres modernos la cesta de la productividad japonesa se reforzaría increíblemente, así como se había reforzado su pensamiento, fe y confianza en el poder superproductivo de los robots. Uno solo  de ellos, parecía insinuar en su discurso, producirán más que varios humanos de brazos y mente cansada. La jornada robótica de 12 horas equivaldría a  muchas más horas reales de productividad  por su inalterable laboriosidad. Y las 24 ininterrumpidas, sin problema.

Por todo ello acababa de crear el Consejo para Iniciativas Revolucionarias Robóticas (“Robot Revolution Initiative Council”).

Todo esto dijo nada menos que en Nueva York a un buen grupo de directores de  empresas japonesas  establecidas en Estados Unidos, el 21 de septiembre. Resumiendo, que con los robots y la ayuda de la inteligencia artificial el tener que incrementar la productividad no era problema sino acicate. No “onus” diabólico, sino “bonus” providencial. Nada de más empleados, ni mano de obra. Los robots producen más. La economía florecerá. Queridos Ceos y demás altos  responsables: robots a gogó, no os compliquéis laboralmente la vida.

Esto deduzco yo. Y me pregunto, ¿qué nos encontraremos el 2020 en Tokio, unos Robolímpicos? Si suena raro pongámoslo más literalmente para no equivocar a nadie, ¿serán “Juegos Robotolímpicos 2020? Una sorpresa más que suena a Japón pero quizás no en el mejor de los sentidos.

Cuando esperábamos algo tan distinto de ese Japón super cívico y tan humano que se nos apareció en el triste 2011 con las increíbles y admirables reacciones de la sociedad ante el trágico tsunami. Soñábamos incluso con que los famosos “Abenomics” se fuesen  concretando, por ejemplo,  en “senior-nomics” o “women-nomics” o “inmigro-nomics” o “young-nomics” que también resolverían el problema. Por supuesto que están ya apuntadas  en la agenda política pero que no acaban de brotar con fuerza primaveral. Ni se gritan globalmente. Quizás cuadrasen mejor con el Japón que tantos esperan y otros tantos sueñan.

¿Cuándo resonará y con qué melodía el próximo pronunciamiento global de Japón?

Pedro Gallo

Sociólogo y empresario especialista en relaciones hispano japonesas, con más de 14 años viviendo en Japón

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