La visita de Kim Jong-un a China avala normalidad y abre una segunda cita con Trump
Madrid. La normalidad ha empezado ya a ser natural en Corea del Norte, cuyo líder, Kim Jong-un, visita China para reunirse con su presidente, Xi Jinping, pero sobre todo para certificar una realidad política que el régimen norcoreano se ha propuesto para 2019 y que puede tener su máximo objetivo en una inminente cumbre con Donald Trump.
Kim ya lo mencionó en su discurso de Año Nuevo y aprovechó para decir que estaba dispuesto a reunirse con el presidente estadounidense recordando también que Corea del Norte siempre defenderá su propia soberanía, al margen de cualquier interpretación pero en un proceso hacia la normalidad en la península coreana que no tiene marcha atrás, salvo sorpresas y circunstancias que puedan originar escenarios distintos.
China ve normal la visita de Kim, lo que demuestra la nueva conducta política del propio régimen norcoreano bañado de una realidad que la comunidad internacional nunca había imaginado, pero los hechos, pese a las dificultades que siempre existen e incluso al informe del relator de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en el país que presentará en marzo, argumentan el nuevo escenario político que se vive en la península coreana y obstruirlo sólo traería incertidumbre y lejanía en la solución final.
Es obvio que hay quienes consideran que Corea del Norte no se ha desnuclearizado de forma total, un aspecto que necesita al menos diez años, pero también hay que recordar que ni la presión a Pyongyang ni una posible vuelta a lanzamientos de misiles no resuelve el problema que se vive desde la división de la península coreana en 1948.
Kim hace su cuarto viaje a China en el último año y todo hace presagiar el inminente encuentro que tendrán el líder norcoreano y Donald Trump, cuya nueva cumbre, tras las buenas intenciones de ambos por encontrarse de nuevo, convierte una vez más al presidente Xi Jinping en una pieza inseparable de todo este proceso hacia la normalidad en la zona.
El líder norcoreano ya tuvo en Pekín su primera reunión con Xi el pasado año cuando precedió a la participación de Corea del Norte en los Juegos Olímpicos de Invierno, celebrados en la ciudad surcoreana de Pyeongchang, origen durante todo 2018 del profundo cambio político de Pyongyang, luego los otros dos encuentros vinieron en mayo y junio, poco después de las cumbres que Kim mantuvo con presidente surcoreano, Moon Jae-in, y con el propio Trump en Singapur.
No obstante, dada la perplejidad de la política exterior de Trump y con una parte de su Administración no muy convencida de sus contactos con Kim Jong-un, aun sabiendo que al presidente estadounidense le interesa catapultar al máximo un éxito con Corea del Norte, el líder norcoreano aprovecha su encuentro con Xi para asegurarse su apoyo y ahora en especial la defensa de su régimen olvidando tiempos pasados de “estrés político en la zona”, pero una reanudación de las pruebas nucleares, incluso ante un fracaso con EEUU, es realmente casi “imposible”.
Eso sí, tanto el proceso de desarme nuclear como el político no tienen, de momento, marcha atrás y Trump sabe que su política actual en Asia está dando cada vez espacio a China, pese al malestar de la diplomacia japonesa, que contempla la evolución de Pekín y ve “con preocupación” el declive exterior de EEUU en la zona, que permitirá a Corea del Norte evaluar una nueva realidad con el apoyo firme del “gigante asiático” para asegurar su desarrollo económico y de seguridad de su régimen y con Corea del Sur en medio a la espera de nuevos acontecimientos, pero la pujanza de China económicamente favorecerá Pyongyang y cada vez amenazando más la hegemonía mundial de Estados Unidos.
Corea del Norte quiere una economía menos controlada y más competitiva y además el régimen ha iniciado un proceso de formación permitiendo salir a gente fuera del país para elevar el conocimiento que contribuya a su desarrollo. Y China puede mostrarle en ese aspecto muchas fórmulas y Trump sabe que el tiempo juega en su contra y debe tenerlo presente.
El joven Kim, que acaba de cumplir 35 años, según medios surcoreanos, quiere certificar con su visita a Pekín el peso y la notoriedad de China en su nueva relación con su principal aliado y vecino, una visita que Corea del Sur ve también positivamente y que debe servir para limar asperezas surgidas en las siempre difíciles negociaciones entre las dos Coreas, pero tanto Kim como Moon es casi seguro que se verán más de una vez a lo largo de 2019.
En suma, dado el alto nivel de la delegación norcoreana Kim y Xi obviamente preparan la segunda cumbre entre Corea del Norte y EEUU, un optimismo cauto sin descartarse las quejas del líder norcoreano sobre las sanciones que China tratará de que se le levanten paulatinamente.