Corea del Norte y Taiwán marcan el inicio político del nuevo año en el nordeste asiático
Madrid. El nuevo año 2019 ha comenzado con dos importantes asuntos en el nordeste asiático, donde, por un lado, Kim Jong-un está dispuesto a verse con Donald Trump en un proceso hacia la normalización en la península coreana y, por otro, el presidente chino, Xi Jinping, aseguró que se reserva “su derecho de hacer uso de la fuerza para obtener el control de Taiwán”, un control que se antoja, por ahora, “imposible” de llevarlo a cabo.
El líder norcoreano ha mostrado su disposición política en su discurso de Año Nuevo afirmando que su determinación para alcanzar una desnuclearización completa no ha cambiado, pero ha reclamado a EEUU menos presión y el levantamiento de las sanciones, que con seguridad a lo largo de 2019 se producirán lentamente.
Sin embargo, pese a las dudas que a veces existen en torno al proceso de desnuclearización la realidad es que Corea del Norte en todo 2018 no ha llevado a cabo ninguna prueba de misiles o de bombas atómicas y ha cumplido con su promesa de comenzar a desmantelar las instalaciones que han servido para desarrollar el programa nuclear militar que en su momento creó preocupación mundial.
La presión que se pueda hacer al régimen norcoreano no tiene ahora sentido alguno y pese a que hay una parte de la Administración republicana estadounidense tratando de frenar todo este proceso de negociaciones entre Corea del Norte y EEUU por intereses diversos, entre ellos el negocio del armamento en la zona, el proceso hacia la paz en la península coreana es irreversible y el propio Trump también apuesta por ello pese a su ciclotimia política exterior.
Pero lo que sí es obvio que el presidente surcoreano, Moon Jae-in, cada vez aboga más por intensificar los contactos y la colaboración con Kim Jong-un, una estrategia que se ve frenada por una parte de la oposición de la Administración que lidera Trump.
De hecho, recientemente, Moon reconoció que ha tenido que suspender por segundo año consecutivo la entrega de un paquete de ayuda humanitaria a Corea del Norte de ocho millones de dólares ya que esta acción podría incumplir las sanciones internacionales que afronta el régimen norcoreano.
La paciencia confuciana engendra dosis de realismo y positivismo y nada, de momento, volverá a tiempos pasados pese a la incertidumbre que rodea en la actualidad las relaciones entre Pyongyang y Washington y sobre todo cuando las relaciones entre las dos Coreas no tienen freno para seguir avanzando y más en las poblaciones de ambos lados que se vive un momento “dulce” sin sobresaltos, sin tensión ni ansiedad política y con menos gastos en asuntos de la seguridad que van a otras partidas. En suma, una realidad que no se veía hace muchos años.
«Es mi firme deseo lograr una paz permanente y avanzar en la desnuclearización de la península coreana. Estoy dispuesto a encontrarme de nuevo con el presidente de Estados Unidos en cualquier momento», resaltó Kim Jong-un.
El líder norcoreano vería muy favorable la reapertura de proyectos intercoreanos comunes como la zona industrial de Kaesong o el complejo turístico de Monte Kumgang, pero con la actual situación de sanciones y restricciones impuestas por la comunidad internacional hace difícil, de momento, la consecución de estos objetivos, pero con la colaboración de Seúl a lo largo de 2019 parte de estas iniciativas se podrán desarrollar.
Taiwán, nuevo problema para 2019
Por otra parte, el asunto de Taiwán comienza movido en 2019, cuya isla es una de las cuestiones territoriales más sensibles de la política china, cuyo presidente, Xi Jinping, ha anunciado, con motivo de cumplirse 40 años desde que EEUU decidiera romper las relaciones diplomáticas con Taipéi para optar por Pekín, y también de la publicación de la «Carta a los compatriotas de Taiwán», que la nueva política de China hacía Taiwán radica en que la «reunificación debe producirse bajo el principio de una sola China que acepte a la isla como una provincia más”, lo que el gobierno taiwanés rechaza.
China sigue considerando a Taiwán como una de sus provincias y amenaza con recurrir a la fuerza en caso de proclamación formal de independencia del territorio o de intervención exterior, en particular por parte de Estados Unidos, el principal aliado militar de la isla.
Eso sí, Xi ha dicho que dicha fuerza iría dirigida a aquellas potencias extranjeras que buscasen interferir en el proceso y en las minorías independentistas de Taiwán y sus actividades.
Pekín se opone a la actual presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, que desde su llegada al poder en 2016 se niega a reconocer el principio de unidad entre la isla y China, cuya presión a lo largo de 2018 se incrementó y ello supuso un cerco en los organismos internacionales que llegó a perder tres aliados en 2018 en beneficio de Pekín, como República Dominicana, el Salvador y Burkina Faso.
Al mismo tiempo, la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, ha rechazado el llamamiento a la reunificación con China que ha formulado Xi Jinping y ha constatado que nunca aceptará el llamado Consenso de 1992, que reconoce el principio de que hay una sola China pero deja la interpretación de lo que eso significa, dado que es la aplicación a Taiwán del principio «un país, dos sistemas», que es cómo los territorios de Hong Kong y Macao volvieron a soberanía china tras el fin de la era colonial británica.
Tsai Ing-wen ha basado en cuatro los requisitos para la relación con China, entre ellos que Pekín reconozca la República de China (nombre oficial de Taiwán) y respete los valores de democracia y libertad que propugnan los taiwaneses, además que el “gigante asiático” trate de manera pacífica y equitativa las diferencias existentes y que se siente a negociar con el Gobierno taiwanés.
Taiwán y la China continental tienen gobiernos distintos desde 1949, cuando terminó la guerra civil china tras el largo enfrentamiento que se inició en 1927 en la que se enfrentaron los nacionalistas del Kuomintang, encabezados por Chiang Kai-shek, y los comunistas de Mao Zedong, que ganaron la contienda y proclamaron la República Popular China, mientras los perdedores se retiraron a la antigua isla de Formosa, la actual Taiwán, cuyo territorio ronda los 36.000 kilómetros cuadros con 23,5 millones de habitantes y con una de las primeras reservas de divisas del mundo.
Xi Jinping ya lo dijo en 2013 sobre la imposibilidad de posponer eternamente la reunificación y de ahí que Pekín se haya marcado una fecha límite entre el 2020 y el 2035 para lograr la unión del país, según distintos expertos.
Desde el establecimiento en 1949 de la República de China en Taiwán por parte del nacionalista Kuomintang, la isla ha mantenido el equilibrio entre la protección militar estadounidense y la supuesta amenaza bélica y atracción económica de China.
Lo que está claro que sin estados Unidos -que al estallar la guerra de Corea (1950-53), envió la Séptima Flota al Estrecho de Formosa, selló el Tratado de Defensa Mutua en 1954 e instauró la Ley de Relaciones con Taiwán (LRT) en 1979, concediendo protección militar y suministro de armas-, Pekín se habría hecho casi con seguridad con el control de Taiwán y ahora habrá que ver cómo reacciona Washington para seguir protegiendo a los taiwaneses de una posible adhesión a la “fuerza” de China, lo que no se contempla por ahora.
Sin embargo, Taiwán ha consolidado su democracia e identificación nacional ante la muerte de casi todos los llegados en 1949 y el carácter minoritario de sus descendientes.
China ya es la segunda economía mundial y con inversiones en todo el mundo y ahora moderniza su Ejército a marchas forzadas, pero EEUU siempre ha mostrado un firme apoyo a Taiwán en los dos últimos años, pero con la llegada de Tsai a la presidencia taiwanesa Taipéi y Pekín se han distanciado hasta tal punto que 2019 va a ser un año clave en todo lo que suceda en la isla.