La península coreana en su encrucijada
Madrid. Mientras la presidenta surcoreana, Park Geun-hye, acepta someterse a una investigación por el caso de presunta corrupción y tráfico de influencias por la supuesta injerencia de una amiga cercana en asuntos de Estado, la primera dama de Corea del Norte, Ri Sol-ju, anda desaparecida desde marzo pasado, con todo tipo de especulaciones, y luego EEUU anuncia que ya está listo el despliegue del sistema de defensa antimisiles THAAD en Corea del Sur con la oposición de China y Rusia y en medio de protestas en el país.
Corea del Norte, con o sin sanciones o con o sin violación de los derechos humanos, sigue condicionando la política de la península coreana con dos importantes actores como son EEUU y China que si quisieran gran parte de los problemas actuales de esa zona ya estarían resueltos.
Ahora al escándalo político originado por Choi Soong Sil, una mujer de 60 años, amiga íntima de la presidenta, que está siendo investigada por presuntamente haberse apropiado de fondos públicos e influir en la política del país a pesar de no tener cargo público alguno, que ha originado una fuerte indignación entre los surcoreanos, se suma el descontento de sus ciudadanos, en especial, los residentes del condado surcoreano de Seongju, donde se desplegarán los antimisiles THAAD que temen que las ondas electromagnéticas empleadas por el radar AN/TPY-2 que formará parte de estos escudos puedan causar cáncer, infertilidad y daños a los cultivos.
Pero al margen de que al final se instale o no el Sistema de Defensa Terminal de Área a Gran Altitud (THAAD, según sus siglas en inglés), en suelo surcoreano, con la oposición de Pekín y Moscú, está claro que aquí la “guerra fría” no sólo no desaparece sino que con el justificante de un hipotético ataque nuclear norcoreano, la zona cada vez está más militarizada poniendo de relieve la lucha hegemónica entre China y EEUU, para ver quién manda más, pues cuando no son los litigios marítimos aparecen como recientemente Filipinas con su acercamiento a Pekín y sin olvidar a Japón, aliado de Washington, que sin fisuras apoya las iniciativas estadounidenses.
No obstante, pese a las decenas de miles de manifestantes en Seúl que han pedido la dimisión de la presidenta surcoreana, Park Geun-hye, a raíz de este escándalo de corrupción que involucra a Choi Soong Sil, acusada de influir en asuntos de Estado y apropiarse de fondos públicos, es, por ahora, difícil que pueda renunciar al cargo, aunque en su caso sería el recién primer ministro Kim Byong-joon, un político de tendencia progresista en contraste con el conservador gabinete de Park, quien debería asumir las funciones de la Jefatura del Estado, aunque todavía el Parlamento debe refrendarlo en este mismo mes de noviembre.
Pero dada la gravedad de la situación, la presidenta Park ha realizado un nuevo gesto político para apaciguar la tormenta que agita los cielos surcoreanos nombrando a Han Gwang-ok, de 74 años, nuevo jefe de Gabinete, que hasta ahora era el máximo representante del comité presidencial para la cohesión nacional. Un nombramiento con fines muy claros teniendo en cuenta que ya fue jefe de gabinete del ex presidente Kim Dae-jung, que ocupó la jefatura del país de 1998 a 2003 con un gobierno progresista, y ello ahora contrasta con el actual ejecutivo conservador de Park Geun-hye, pero puede ser una buena arma que pudiera salir bien para calmar las turbulencias que existen en la política actual surcoreana.
Por su parte, el líder norcoreano, Kim Jong-un, que siempre aprovecha cualquier mínimo atisbo para arremeter contra su vecino, criticó duramente a la presidenta Park Geun-hye, y calificó a su gobierno de «anormal por es el escándalo desatado en el país, que ha conmocionado a la sociedad en su conjunto y causado un gran furor», según el diario Rodong del Partido de los Trabajadores norcoreano.
Pero Kim Jong-un no pierde su oportunidad de hacerse notar y en medio de esta crisis surcoreana ha pedido a sus tropas “asesinar” a altos cargos del Gobierno y las Fuerzas Armadas de la vecina Corea del Sur, pero al mismo tiempo Corea del Sur y EEUU han realizado por primera vez un ejercicio militar conjunto para ensayar la respuesta a un éxodo de refugiados norcoreanos, que ha enfadado mucho al joven “mariscal” del Ejército Popular de Corea del Norte, y ante fuertes rumores de que Pyongyang se prepara para el lanzamiento de un misil balístico Musudan de alcance intermedio.
Mientras Ri Sol-ju, esposa del Kim Jong-un, lleva más de siete meses sin aparecer en público, tal vez un embarazo o quizás una crisis matrimonial o aislada por vestir demasiado moderna para los conservadores, Corea del Norte acaba de romper vínculos militares con Sudán, país que se suma así a la de otros países africanos en consonancia con las sanciones internacionales tras las últimas pruebas nucleares y de misiles del régimen de Pyongyang, en aplicación a la resolución 2270 promulgada en marzo por el Consejo de Seguridad de la ONU, pero las Naciones Unidas preparan una nueva resolución para endurecer las sanciones internacionales a Corea del Norte por su quinta prueba nuclear llevada a cabo el pasado 20 de septiembre.
Pese a que la rivalidad entre China y EEUU continuará con la nueva administración, tanto Pekín, que no vería con malos ojos deshacerse de Kim Jong-un manteniendo el régimen norcoreano, como Washington, tienen medios suficientes para dar la estabilidad necesaria a la zona.
Corea del Norte ve como las deserciones pueden debilitar al régimen de Corea del Norte, y sabe también que es vital elevar el nivel de vida de los norcoreanos, incluso recientemente ha tenido secretamente contactos con EEUU para tratar asuntos del conflicto entre ambos países.
Pyongyang no debe olvidar cómo han evolucionado Vietnam, Birmania (Myanmar) o Laos, incluso Cuba, que cada vez está más cerca de establecer relaciones diplomáticas con Corea del Sur, una situación que, de momento, no quiere contemplar Corea del Norte.
En definitiva, si la violación de los derechos humanos o las fuertes sanciones no han afectado a la maquinaria nuclear norcoreana es el momento de que tanto China como EEUU ejerzan la presión necesaria para dar con parte de la solución a los problemas de inestabilidad en la península coreana, que ahora se ve salpicada ante una nueva crisis política por la petición de miles de surcoreanos que reclaman la dimisión de la presidenta Park Geun-hye.