La devaluación en las relaciones sino-americanas
Madrid. La última semana de febrero ha puesto una vez más a Donald Trump en el disparadero, al haber acusado a China de manipular a la baja su divisa (yuan) para obtener ventajas comerciales en el ámbito del comercio internacional.
En opinión del presidente norteamericano, China ha hecho movimientos para depreciar el yuan y conseguir abaratar sus exportaciones, lo que habría producido un efecto perverso sobre el dólar que, al haberse encarecido, pondría en desventaja las exportaciones norteamericanas.
Manipular la propia moneda es fácil, basta con poner mayores cantidades de ella en las transacciones comerciales internacionales, cantidades importantes, para que pierda valor y, de esta forma, hacer más atractivos los precios de los propios productos.
Muy probablemente, China ha hecho movimientos para manipular el yuan, pero, según señalan los expertos, estos movimientos lejos de perjudicar al dólar, lo han favorecido, ya que la manipulación china ha consistido, básicamente, en deshacerse de la cuarta parte de sus reservas -se ha desprendido de un billón de dólares- con el propósito de apreciar el yuan. Es decir, ha hecho todo lo contrario de aquello de que la acusa el presidente Trump.
En este sentido, Amy Rothman, analista de Matthews International Capital Management, aseguró en una intervención ante los medios de comunicación que la devaluación del yuan en relación al dólar es real, pero mucho menor de lo que podría haber sido, si no hubieran intervenido las autoridades chinas. Esa misma tesis es la que sostiene Hu Xingdou, profesor de Economía del Instituto de Tecnología de Pekín, quien cree que si no se hubiera intervenido, el yuan podría haber caído hasta un 25 por ciento.
Con estos movimientos China busca conseguir aumentar el atractivo para los inversores extranjeros en China, como antes de 2014, e incrementar el consumo doméstico. Esta caída del crecimiento empezó a manifestarse de forma decidida desde 2014, cuando el crecimiento chino se redujo por debajo del diez por ciento y con la caída de la bolsa de 2015, momento a partir del cual el yuan se ha ido depreciando hasta alcanzar el 10 por ciento frente al dólar.
En la actualidad, China está haciendo encaje de bolillos para aplicar tres políticas deseables, pero que son difícilmente compatibles entre sí, como son una política monetaria independiente, un tipo de cambio fijo y la libre circulación de capitales.
Respecto a la consecución de una política monetaria independiente, hay pocas dudas, la mayor parte de los países lo hacen. Sin embargo, es muy improbable que los chinos puedan conjugar las otras dos patas del banco, es decir, la libre circulación de capitales y un tipo de cambio fijo, pues éste lo determinan los mercados y no parece que China quiera dejar de intervenir sobre su moneda, salvo que sus deseos de tipo de cambio coincidieran con el fijado por los mercados.
Además, si China insiste en controlar el yuan y no restablece los controles totales al capital, tendría que renunciar a la actual política monetaria expansiva, que es una de las claves para continuar en la senda del crecimiento económico. Es poco probable que lo haga.
Por otro lado, Estados Unidos pretende calificar de país manipulador de divisas a China, según ha hecho saber Trump, lo que no es nuevo pues hace veinte años, la República Popular fue calificada como tal, sin mayores consecuencias prácticas. No obstante, es posible que esta calificación no mencione después de todo a China y se convierta en una condena al uso, por algunos países, de un subsidio injusto para el comercio internacional.
En la próxima cumbre del G20, a mediados de marzo, se verá qué tienen que decir China y los Estados Unidos.