La cara oculta de la industria surcoreana del K-pop
Madrid. BTS, Girls‘ Generation o EXO son algunos de los grupos más mundialmente conocidos de una industria, como la surcoreana del K-pop, que en los últimos años ha experimentado una explosión mundial, en términos de penetración en el mercado. Pero ¿qué hay detrás de todo ello?
Para comenzar, cabe decir que este género nacido en los años 90 en Corea del Sur, bebe de múltiples estilos, como el jazz, el soul, el rap, la música techno e incluso el funk. Para más inri, podríamos aseverar que el K-pop no solo se trata de un género musical sino de un “movimiento cultural” en la medida en que se han adaptado las corrientes musicales preponderantes y más exitosas del mercado musical internacional y al mismo tiempo se ha convertido en una máquina de hacer artistas perfectos: los K-pop Idols que figuran en el fondo de pantalla de decenas de miles de jóvenes adolescentes.
Este producto fue esencialmente diseñado para ser exportado al resto del mundo (aunque ahora tenga un peso importante dentro de su sociedad), siendo un elemento más de la ola surcoreana hallyu (penetración de la cultura contemporánea de Corea del Sur en el mundo occidental).
Todas y cada una de las piezas que se constituyen como los engranajes del motor de la industria (cantantes, bailarines, la parte audiovisual…) están perfectamente pensados, trabajados y ensayados. Así pues, todo comienza con una agencia de talentos que selecciona a los potenciales artistas y los deriva a la “Escuela de K-pop”, en pos de prepararse en materia no solo musical y coreográfica, sino también de idiomas para salir al mercado internacional y triunfar en él. Seguidamente, los artistas pasan a formar parte de grupos musicales de agencias como SM Entertainment y comienzan a darse a conocer al resto del mundo.
De esta forma, si reparamos en el mercado musical mundial, vemos que hay cuatro principales potencias exportadoras: Estados Unidos, Reino Unido, Japón y Corea. Es decir, es interesante recuperar la matización que hace el profesor de la Universidad de Ciencias Políticas de París Jimmyn Parc sobre el “boom” que el K-pop tuvo lugar a partir de los 2000, mientras que el J-pop lo hizo entre los ochenta y los noventa, aunque en este último caso, solo tuvo un impacto en el mercado del Este de Asia.
De hecho, buena parte del éxito del pop coreano se debe a la intervención estatal y a los subsidios al género para propiciar el triunfo del mismo y precisamente sobre esta realidad, Japón decidió lanzar la iniciativa Cool Japan, buscando estrechar los vínculos entre el estado nipón y el resto del mundo, promoviendo su cultura contemporánea con elementos como el manga, los videojuegos, la cocina o los robots.
Sonia Dueñas, profesora de la Universidad Carlos III de Madrid y experta en materia audiovisual de Corea del Sur, distingue tres generaciones en el K-pop. La primera responde al periodo comprendido entre los años 1996 y 2003, una época profundamente marcada por la influencia estadounidense (hip-hop, boys bands, girls bands…), en la que se ve al pop surcoreano desde una perspectiva globalizadora.
Y es precisamente esta necesidad de llegar al mundo occidental lo que hace que se aumentase el presupuesto de los videoclips, buscando así impactar al espectador. La segunda etapa oscila entre el año 2003 y el 2012 y bebe del J-pop y de la industria musical japonesa en general, mientras la tercera generación llegó en el año 2012 y se ha mantenido hasta la actualidad.
Por consiguiente, con ella vino la expansión regional y global del género a propósito del pistoletazo de salida que dio el vídeo de YouTube más visto en la historia que se hizo trending topic y creó un vasto fenómeno de masas llegando a darse incluso una gira mundial: Gangnam Style de PSY.
Ahora bien, para comprender más en profundidad las claves de la industria es preciso remarcar, en primer lugar, la idea de los estudios de mercado (ver sus nichos, configurar las bandas en base a ello y definir los perfiles de cada uno de sus integrantes); después se realiza un casting multitudinario (a nivel nacional y regional) y tras ello se les somete a un entrenamiento durante años.
Así, finalizada la fase de preparación se procede a la puesta a prueba en concursos, realities shows y pequeños conciertos a pie de calle y, una vez se ha consumado la legitimación nacional de su debut, se procede a la promoción del álbum en programas musicales y pequeños conciertos de presentación. Seguidamente, se lanzan los álbumes en formatos elaborados (existen incluso diferentes versiones de un mismo disco y suelen ir acompañadas de posters, tarjetas que facilitan el poder conocer a los artistas en programas de televisión…) y con ello el merchandising, la promoción en televisión y radio y la “face to face” vía firmas de discos y encuentros con los fans. En última instancia se culminan las campañas de publicidad y se dan los conciertos y giras.
A estas alturas podrán imaginarse que disciplina y planificación son los pilares fundamentales del éxito del género y sus artistas. Y es precisamente esto lo que hace que, en el marco de una sociedad ya de por sí competitiva y tendente al suicidio por la presión, el estrés y el tomar a las enfermedades mentales como un tabú, lo que hace que sean numerosos los casos de jóvenes artistas que deciden quitarse la vida, como fue el caso de la cantante Sulli el pasado 14 de octubre en la ciudad de Seongnam o la tragedia vivida el pasado 4 de diciembre, a propósito del suicidio de Cha In-ha, integrante de la banda Surprise U.
Sin duda el K-pop es un claro ejemplo del éxito que trae consigo la planificación y el “adoctrinamiento” de los jóvenes que dejan de ser ellos mismos para convertirse en estrellas de casi un día (porque la fama de los artistas del género es extremadamente fugaz).
¿Cuál es el precio dispuesto a pagar por el éxito y la penetración en el mercado musical internacional? ¿Acaso la esencia de la música reside en la falta de libertades, el control excesivo y en la pérdida de la esencia del artista? La muerte de tres cantantes de K-pop en los dos últimos meses oscurece a la propia industria de la música coreana.