Joe Biden traerá normalidad pero con importantes retos en Asia y en el resto del mundo
Madrid. La nueva Presidencia de Joe Biden en Estados Unidos traerá una nueva etapa de normalidad en las relaciones internacionales con importantes retos en Asia, en especial en busca del equilibrio y el fin de las disputas comerciales con China, además de reconducir los desastres originados por Donald Trump como los vínculos con la OTAN, la Unión Europea (UE) y otras instituciones que su predecesor ha lastimado considerablemente pero con la esperanza en el nuevo presidente de regresar al multilateralismo y enterrar las políticas proteccionistas que han dañado a todos.
Trump ha demostrado en estos nefastos cuatro años ser un presidente que ha puesto al mundo patas arriba, una política peligrosa que ha afectado a la estabilidad de las relaciones internacionales con un totum revolutum que ha herido mucho a la economía mundial, saltando por los aires los mercados y otras organizaciones a las que ha lastimado con sus políticas partidistas al desarrollarlas contra el multilateralismo y la globalización y mostrando un errático apoyo al proteccionismo que ha socavado los cimientos de la estabilidad mundial.
Biden, de 78 años, tiene por delante muchas tareas, y sobre todo la misión complicada de arreglar las improvisaciones que durante cuatro años Trump ha ejercido de forma unilateral como si su Presidencia fuera un empresa familiar más de sus negocios empresariales. Ahora se confía en una estabilidad que el nuevo presidente estadounidense debe enderezar en asuntos como los de volver al Acuerdo de París sobre el cambio climático, eliminar la cancelación del acuerdo nuclear con Irán o las de impulsar los acuerdos de libre comercio e inversiones en Europa y el Pacífico, así como volver a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La misión de recuperar el liderazgo mundial no será fácil, y más cuando China no deja de ir teniendo cada vez más protagonismo e influencia en el mundo global actual, pero la nueva Administración demócrata tendrá que borrar la enorme incertidumbre y la profunda desconfianza que ha propiciado Trump a sus aliados y a los mercados internacionales. En estos cuatro años de trumpismo EEUU ha perdido mucha credibilidad, pues han sido años llenos de turbulencias que sólo favorecían al populismo más rancio posible, derrotado esta semana por Biden, quien sabe que el país ha perdido capacidad de imponerse con la necesidad de poner antes orden a los desbarajustes de su predecesor, que han dañado las instituciones internacionales.
Lo que ha hecho Trump en estos cuatro años con problemas en todas partes ha sido propiciar en muchos países o en la propia UE mecanismos más autónomos de soluciones globales que siempre pasaban por manos de Washington. Ha llegado la hora de recomponer sus tradicionales alianzas internacionales o buscar la credibilidad perdida como primera potencia mundial, entre otros objetivos, dado que nadie tomaba en serio a un presidente que ejercía el cargo de forma unilateral que ha supuesto la pérdida de confianza y ha permitido incluso a Filipinas, un feudo histórico de influencia americana, que confíe ahora más en Pekín.
El Viejo Continente se va a ver favorecido por Biden. Aun así, habrá que prestar atención al británico Boris Johnson, que las tenías todas consigo en su política con Trump, pero el nuevo inquilino de la Casa Blanca siempre se manifestó contra el «brexit», lo que puede frenar las iniciativas comerciales que ya tenía pactadas con Trump. Tanto Trump como Johnson han demostrado con la pandemia del coronavirus que sus políticas populistas, además de irreales, sólo sirven para hacer daño.
China será una prueba de toque vital en su nueva política internacional
Joe Biden, pese a que ya ha manifestado que no reducirá la presión sobre China, buscará el apoyo occidental en lo que se refiere a la guerra comercial o el veto a las redes 5G de Huawei y ha dejado claro que en su primer año de mandato va a organizar una «cumbre de la democracia» para tratar de unir fuerzas contra los regímenes dictatoriales del mundo. Al mismo tiempo, en contra de lo que ideaba Trump, mantendrá tropas en Afganistán y retirará el apoyo a Arabia Saudí en la guerra con Yemen.
En cuanto a Taiwán, las tensiones entre China y EEUU han ido incrementándose desde la llegada al poder de la independentista Tsai Ing-wen en 2016. Además, la venta de armamento a Taipéi, las amenazas de Pekín de tomar la isla, cazas chinos o portaaviones estadounidenses en el estrecho de Formosa y acusaciones mutuas de espionaje han dado paso a una escalada de tensiones sin límite en las relaciones entre ambas partes, y sin olvidar lo relacionado con la Ley de Seguridad de Hong Kong que Washington criticó duramente al considerar que Pekín pretende acabar con la autonomía hongkonesa.
Fuentes oficiales chinas consideran que Biden tiene un mejor talante de diálogo, cercano al que tuvo con China Barack Obama, es decir, una diplomacia menos rocosa y menos hostil, aunque, eso sí, Taiwán con Trump ha tenido siempre seguridad, a pesar de que las tensiones sobre la isla no han cesado en un escenario que se ha convertido en el principal foco de un posible enfrentamiento entre Pekín y Washington en caso de una todavía «lejana» invasión china sobre la antigua isla de Formosa.
Biden podría limitar la venta de armas a Taiwán, algo difícil, o incluso las visitas de altos mandatarios de la Administración estadounidense a la isla que sí ha permitido Trump, lo que le ha valido duros enfrentamientos con la China continental, una posible realidad que con toda seguridad no acallará las pretensiones de Pekín de seguir reclamando el territorio como parte de China. En suma, un verdadero problema para el nuevo inquilino de la Casa Blanca de tensiones considerables.
Hereda Biden una situación inestable con varios frentes abiertos como los litigios en el mar Meridional de China, la guerra comercial todavía pendiente de cerrarse definitivamente o los nuevos aranceles que han perjudicado a los dos países, además de la crisis de los consulados en Houston y Chengdu, la situación interna de la región china de Xinjiang que Washington denuncia la represión que sufren los uigures.
También está el asunto del coronavirus, la pandemia por la que Trump no se ha cansado de culpar a China de sus orígenes y de transmitir al mundo el «virus chino», como él mismo lo definió, a la espera de una vacuna y la velocidad por quién la logra antes, así como lo relacionado con el ciberespacio a raíz del veto de EEUU a TikTok.
Algo parecido pasa con el mar de China Oriental, que incluye a las disputadas islas Senkaku/Diaoyu, controladas por Tokio desde 1972 y cuya soberanía reclama Pekín. EEUU tiene un pacto de defensa con Japón en caso de que los aviones chinos ataquen la zona. En más de una ocasión Biden ha repetido que con Pekín hay que ser «duro» o, de lo contrario, se irá imponiendo sobre EEUU y, como ha afirmado, seguirá robando a las empresas estadounidenses tecnología y propiedad intelectual.
Japón ha aclarado que reforzará su alianza con EEUU gane quien gane los comicios. De hecho, Tokio espera que Estados Unidos pueda volver a incorporarse al Acuerdo Transpacífico de Cooperación (TPP), el pacto comercial multilateral que Trump decidió abandonar en 2017. De esta forma, frente al «America First» nacionalista de Trump, Biden es un multilateralista, contrario al proteccionismo, y sus políticas tratarán de contrarrestar lo que ha venido haciendo Trump. El presidente 46 de EEUU tendrá la ocasión de poner algo de orden a en lo que ha destruido a nivel global su predecesor. Pese a su escaso carisma, el mundo, que espera menos tensiones, lo agradece.
Respecto a Corea del Norte, Biden ha acusado a Trump de permitir el rearme de Pyongyang con sus encuentros con Kim Jong-un, mientras que el todavía inquilino de la Casa Blanca defendió sus gestiones, que en su opinión condujeron a evitar una guerra que habría supuesto «miles y miles de millones de muertes». Corea del Sur ya ha pedido al nuevo presidente de EEUU una nueva cumbre entre las dos partes para poner fin a tantos años de inestabilidad en la península coreana.