Japón afronta con Shigeru Ishiba una nueva etapa política y económica clave para el país

Madrid. El nuevo primer ministro de Japón, Shigeru Ishiba, afronta una realidad política marcada por el envejecimiento de la sociedad, una baja tasa de fertilidad o por mantener los estímulos económicos que aplica el Banco Central de Japón (BoJ), además de encontrar la solución a una hipotética entronización de una mujer, algo imposible hasta ahora por la ley, dado que la opción de que la princesa Aiko sea emperatriz no está garantizada y tiene poco apoyo político, ya que la falta de herederos masculinos al trono imperial es ya un problema en el país, que sigue reforzando sus alianzas militares y de defensa para contrarrestar a China y cualquier ataque nuclear de Corea del Norte.
Japón ha ido perdiendo fuelle económico: el pasado febrero perdió el estatus de tercera mayor economía del mundo en favor de Alemania después de entrar inesperadamente en una recesión técnica, pese a crecer un 1,9 % en 2023 y en la actualidad con una inflación que ha castigado mucho el consumo nipón, aunque Ishiba reitera que subirá en más de un 40 % el salario mínimo medio a nivel nacional antes de que termine la década para reducir los efectos de la inflación y estimular el consumo, aunque todo hace indicar que parte de todas las promesas estén relacionadas con las elecciones del próximo 27 de octubre, gran favorito con el gubernamental Partido Liberal Democrático (PLD), aunque el nuevo Gabinete, con el apoyo del 51 por ciento de la población, afronta retos nada baladí y vitales para la estabilidad del país.
El nuevo Ejecutivo nipón se ha comprometido a elaborar un nuevo paquete de medidas para ayudar a los hogares a hacer frente al aumento de los precios, ya que la depreciación del yen conduce a mayores costes de importación, además se ha fijado como meta restaurar la «confianza» política (palabra de moda últimamente en los políticos para resolver divergencias y litigios entre países) tras una serie de escándalos en su partido, el PLD, y ante la compleja situación económica y de seguridad a nivel global.
China le ha empujado a convertirse en un país cada vez más militarizado, pero la renuncia de Fumio Kishida, de 67 años, como primer ministro nipón, ha dado la responsabilidad a Shigeru Ishiba, que medirá su apoyo el próximo 27 de octubre donde veremos si el PLD logra el resultado apropiado para ejercer un nuevo periodo político, económico, militar y social, que marcará las riendas del país.
Su predecesor Kishida se fue por un escándalo que le obligó a destituir a cuatro ministros de su gobierno en 2023, un Ejecutivo que se caracterizó por su pérdida de popularidad en los últimos meses que azotó a su partido a finales del pasado año y con una importante purga en el PLD y una remodelación posterior en el Ejecutivo nipón. Eso sí, Shigeru Ishiba, no va a hacer grandes cambios en cuanto a defensa, dado que China ha llevado a Japón, además de convertirlo cada vez más militarizado y reforzar sus alianzas militares con el Quad (Estados Unidos, Australia, Japón, India), a estrechar su colaboración naval en el Indo-Pacífico y para hacer frente al auge de China en la región, en especial en el mar de China Meridional e incluso su defensa del mar de China Oriental que pugna con Pekín, y estar siempre «vigilante» ante cualquier ataque nuclear de Corea del Norte, aunque por ahora no se van a producir escenarios bélicos por mucho que la zona esté cada vez más militarizada.
No olvidemos que metió en su programa de Defensa en 2023 unos 300.000 millones de euros, o sea, el 2 por ciento de su PIB, basándose en las amenazas, como resalta Tokio, de China, Rusia y Corea del Norte, un espectacular rearme que rompe con su vieja tradición pacifista heredada de su derrota en la Segunda Guerra Mundial y que tiene como objetivo plantar cara a China, que no ha dejado de criticar a Japón y a EEUU.
Una geopolítica muy actual con diversos actores y escenarios en la región, y con un país en plena revisión de su política militar, cuya Constitución sigue siendo pacifista, pero algo más de la mitad de la población nipona, según distintos sondeos, es partidaria de llevar a cabo un referéndum para modificar el artículo 9 de la Carta Magna, artículo que renuncia a la guerra al prohibir al Gobierno ordenar operaciones militares en el extranjero que no sean de estricta autodefensa.
Y sin olvidar que en el mar de China Oriental sigue el litigio por las islas Senkaku, un grupo de islotes controlados por Tokio, que China reclama, y la cada vez mayor colaboración no solo de Japón sino también de Corea del Sur con la OTAN. Tampoco olvidemos que Japón apoya a Taiwán, lo que ha supuesto más tensiones entre Pekín y Tokio, y la última vez que hubo una protesta china fue el pasado 15 de agosto cuando la Cancillería china presentó una queja formal por la visita a Taiwán del entonces ministro de Defensa japonés y actual primer ministro nipón, Ishiba. Pero tanto China como Pekín desean una relación constructiva y estable, propugnó Xi Jinping en su mensaje de felicitación a Ishiba. Cualquier conflicto entre los dos países provoca un daño considerable, y eso por ahora no va a ocurrir.
Shigeru Ishiba ha señalado esta pasada semana que la «Ucrania de hoy podría ser Asia Oriental mañana», en una clara alusión a la posibilidad, no por ahora, de una invasión china de Taiwán. De hecho, el nuevo primer ministro nipón apoya una alianza militar regional inspirada en la OTAN aludiendo a la seguridad de Japón, que nunca estuvo tan amenazada desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Y la relación entre Tokio y Pekín se ha venido deteriorando en los últimos años, sobre todo con la cada vez mayor presencia militar en los alrededores de los territorios disputados de la región, mientras el país del Sol Naciente reforzaba sus relaciones de seguridad con EEUU y sus aliados.
Los retos nipones ante esta nueva etapa de Ishiba también afectan a la sucesión imperial, pues ante la falta de herederos masculinos al trono y las normas de sucesión actuales, la familia imperial podría desaparecer, con un solo joven heredero como es el sobrino del emperador Naruhito, el príncipe Hishaito, de 18 años. Y la hija del emperador, la princesa Aiko, de 22 años, no puede acceder al trono en virtud de la ley sobre la casa imperial, en vigor desde 1947. No obstante, recientemente se ha empezado a discutir sobre la posibilidad de suavizar las estrictas reglas de sucesión, una realidad que se ha visto arropada tras una reciente encuesta de la agencia Kyodo que reveló que el 90 % de la población estaba a favor de abrir la sucesión a las mujeres.
Y todo con un problema añadido como es la crisis demográfica, con una población envejecida y una tasa de natalidad muy baja. En Japón, el número de ancianos centenarios ya ha alcanzado a 95.119 personas. Y su índice de natalidad se estableció en 1,2, por debajo de los 2,1 niños necesarios para mantener el nivel de la población.
Ishiba tampoco ha dejado en el tintero el eterno problema con Rusia y Corea del Norte. En cuanto a Moscú y al igual que otros primeros ministros nipones, la disputa territorial con Rusia sobre el archipiélago de las Kuriles, una soberanía de las islas Etorofu, Kunashiri, Shikotan y Habomai, en posesión rusa desde 1945 tras su ocupación por las tropas soviéticas a raíz de la derrota de Japón en la IIGM, y ahora las relaciones con Moscú no atraviesan un buen momento, en especial con la invasión rusa a Ucrania. Y en relación a Corea del Norte, Tokio quiere que Pyongyang facilite el regreso de los ciudadanos japoneses secuestrados por el régimen norcoreano (pero habría que ver cuántos siguen vivos), e incluso en más de una ocasión se ha hablado de un encuentro entre los líderes de ambos países, pero está hipotética posibilidad es bastante remota.
En definitiva, Japón espera el próximo 27 de octubre un apoyo a las nuevas políticas de Ishiba, pero Tokio sigue inquieto con el auge militar chino, los avances armamentísticos de Corea del Norte o la enorme tensión con Moscú a causa de la guerra con Ucrania. Japón con su nuevo primer ministro debe enderezar distintas prioridades domésticas y exteriores dado que durante décadas el país destinado a convertirse en la principal economía mundial, ahora tras verse desplazada al cuarto lugar se vea amenazada por el vertiginoso crecimiento de la nueva nación más poblada del mundo, India.







