Hiroshima conmemora un año más la paz mundial con una obra del escultor español Ángel Orenzanz
Madrid. Todos los años, el 6 de agosto, el aniversario de la bomba atómica, tiene lugar en Hiroshima, una ceremonia conmemorativa de la paz, aniversario del bombardeo atómico sobre Hiroshima y como epicentro el Parque Memorial de la Paz, donde unos 50.000 ciudadanos locales y visitantes, así como embajadores y dignatarios de alrededor de 70 países, se reúnen para recordar a los fallecidos por la bomba atómica y también para orar por una paz mundial duradera.
Realizada prácticamente todos los años desde 1947, apenas dos años después de la caída de la bomba atómica, en esta ceremonia se elevan súplicas por la paz en discursos pronunciados por el Primer Ministro de Japón, el Alcalde de Hiroshima y otras figuras notables. Así a las 08:15 de la mañana del 6 de agosto, marcando el momento exacto en que cayó la bomba atómica, las campanas suenan en los templos, las sirenas gimen por toda la ciudad y los ciudadanos de Hiroshima observan un silencio solemne en este memorial.
Al recordar las 140.000 vidas humanas que se perdieron, ya sea el día del bombardeo o en los meses siguientes, y los numerosos supervivientes de la bomba atómica que aún sufren de sus efectos hasta el día de hoy, no se puede dejar de sentir en el corazón un gran horror por las armas nucleares y una fuerte esperanza por la paz mundial.
Reactualizar todo ante las dificultades y problemas que hubo para no repetir la masacre de lo que fue el bombardeo, como muy bien explica Asianortheast.com el escultor español, Ángel Orensanz, único europeo en los actos sobre Hiroshima.
Además, en la tarde del 6 de agosto se celebra la «Ceremonia de la linternas flotantes con mensajes de paz». Cualquier persona puede escribir mensajes de paz sobre las linternas, que se pondrán a flote por el río Motoyasu, cuya corriente las hará pasar directamente ante la Cúpula de la Bomba Atómica.
La experiencia de observar las cálidas luces de unas 10.000 linternas mientras flotan tranquilamente por el río en la oscuridad de la noche, cada una de las cuales contiene los deseos de paz de los asistentes allí reunidos, tiene una cualidad poderosa, casi de otro mundo. La participación en este evento incluye no sólo a los locales de Hiroshima, sino también a muchos visitantes que vienen de todos los rincones del planeta.
Pero en este año de 2017, el escultor español Ángel Orensanz participa con una de sus obras en un evento que se repite todos los años en recuerdo de las víctimas y para que no vuelva a ocurrir nunca más.
Orensanz, que se estableció en Nueva York a mediados de los ochenta, creo la fundación que lleva su nombre en una antigua sinagoga del Lower East Side de la ciudad neoyorquina y que es frecuentada por artistas de todo tipo, que refleja la idiosincrasia de su arte el cual ahora lo traslada a Hiroshima para homenajear a las víctimas y borrar uno de los episodios más negros de la historia.
Lo que está claro que Hiroshima y Nagasaki deben estar siempre presentes en nuestra conciencia universal y precisamente el arte es la mejor herramienta que puede suponer para superar la barbarie humana, explica Orensanz.
El escultor español ha roto todas las fronteras para que su arte llegue a todos los rincones posibles y en esta ocasión, como muy bien dice el artista, las fronteras no deben impedir la penetración de la armonía en un mundo globalizado en el que las barreras deben desaparecer, un artista polifacético que lo mismo sitúa esculturas en la nieve y en el agua, que les prende fuego o las hace volar por los aires con dinamita, pero sus obras despiertan sentimientos y armonía, hacen reflexionar y enriquecen los lugares donde se contemplan sus obras y ahora Hiroshima se convierte en un rincón más que prolonga su vasta obra en museos, parques y entidades de los cinco continentes.
El paraíso y el infinito han convertido a este Quijote viviente en una representación real en un mundo desdibujado, desigual y enormemente egoísta, donde el hombre sólo puede ser derrotado por el arte y su riqueza, y ahora Orensanz ha sido invitado por el Gobierno nipón donde su “Burning Universe» marca la entrada a Museo de la Paz de Hiroshima, que removerá todas las conciencias para evitar desastres como los habidos en esta ciudad que al igual que Nagasaki sufrió la “locura humana”.
De esta forma, al igual que todos los 6 y 9 de agosto tanto en Hiroshima como en Nagasaki, que sufrieron el bombardeo nuclear más brutal de la historia, con 166.000 y 80.000 personas fallecidas y 130 000 heridas, según distintas fuentes, celebran su efemérides cada vez con más intensidad con el objetivo de que esta “salvajada humana” no se repita nunca más.
Seis días después de la detonación sobre Nagasaki, el 15 de agosto Japón anunció su rendición incondicional frente a los “aliados”, haciéndose oficial el 2 de septiembre con la firma del acta de capitulación y con ello la rendición de Japón, que supuso el fin de la “Guerra del Pacífico” y, por consiguiente, la Segunda Guerra Mundial.