Guerra de Ucrania (I): Kiev abre un nuevo frente en la región rusa de Bélgorod

Ciudad rusa de Bélgorod. | Alexxx1979, Wikimedia
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Madrid. Ucrania, preparándose para la esperada segunda contraofensiva, intenta desestabilizar las defensas rusas abriendo un nuevo frente en el óblast fronterizo de Bélgorod, en Rusia. Los asaltos al territorio ruso durante el mes de mayo pasaron de un ataque de drones al palacio presidencial en el Kremlin a incursiones en poblados limítrofes con pequeñas formaciones armadas aliadas con Kiev y compuestas por ciudadanos rusos (el Cuerpo de Voluntarios Rusos y la Legión ‘Libertad para Rusia’). Eso les permite a los ucranianos distraer la atención pública de la pérdida de Bajmut y obligar a Moscú a dispersar sus fuerzas para defender a su propia población.

La Legión ‘Libertad para Rusia’ fue formada en marzo de 2022, semanas después de la invasión rusa de Ucrania, mientras que su aliado Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK por sus siglas en ruso) apareció en agosto del mismo año. Ambas organizaciones incluyeron a rusos que emigraron a Ucrania años atrás y decidieron aliarse con Kiev en su guerra contra Vladímir Putin. Estas milicias pro-ucranianas albergan todo tipo de individuos neonazis, que ven en el jefe del Kremlin un traidor del pueblo ruso, heredero de la plaga comunista, que está intentando destruir la identidad nacional del país. Los emblemas de estos grupos hacen referencia al movimiento blanco de la guerra civil rusa a comienzos del siglo XX, retomando su retórica nacionalista, occidentalista y anticomunista. Algunos incluso llevan insignias del Ejército de Liberación Ruso, cuerpo colaboracionista formado por la Wehrmacht alemana para combatir a la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial.

Aun así, a pesar de su radical ideología, en los vídeos que divulgan por la red usando sus canales de Telegram las milicias emulan la retórica de la oposición democrática de Alexéi Navalny, llamando a Rusia Unida, el partido de Putin, un «partido de ladrones y sinvergüenzas» y a Putin «el anciano del búnker», aludiendo a sus frecuentes desapariciones del espacio público. La Legión incluso usa la bandera blanca-azul-blanca que es un importante símbolo de la oposición antibelicista rusa, quitándole el rojo (que puede interpretarse como una representación de la guerra y la sangre) de la bandera oficial.

La primera incursión comenzó en la mañana del 22 de mayo con un vídeo de un tal «César» (el principal representante de la Legión), donde señalaba la Plaza Roja como objetivo final de su lucha. Las milicias atacaron la pequeña ciudad limítrofe rusa de Gráivoron, a tan solo 8 kilómetros de la frontera. El Ejército ruso respondió usando artillería y aviación para aplastar la incursión. El gobernador de la región, Viacheslav Gladkov, declaró por la tarde el Régimen de Operación Antiterrorista (como un Estado de Emergencia regional en caso de una amenaza terrorista), que le permite al Gobierno inspeccionar los vehículos y las casas de la gente sin necesidad de permiso judicial, además de evacuar alrededor de 100 personas de los poblados atacados.

En los dos días que duraron los combates ambas milicias informaban de considerables victorias, de haber conseguido destruir varios blindados de las fuerzas armadas rusas y tomado varios prisioneros. El Ministerio de Defensa, mientras tanto, afirmó el día siguiente que la incursión fue aplastada, afirmando haber «liquidado 70 terroristas». No obstante, las escaramuzas continuaron hasta la noche del 23, siendo cancelado el régimen de emergencia esa misma tarde. Los grupos pro-ucranianos discreparon del informe oficial, admitiendo haber sufrido tan solo dos bajas irrecuperables. La Legión junto con RDK se retiró al territorio ucraniano, calificando la incursión como un éxito y prometiendo volver en breves.

El 27 de mayo Bélgorod y otras cinco regiones más fueron atacadas por drones y misiles ucranianos. En Tver fue atacada una refinería de petróleo, mientras que en Pskov dañaron un oleoducto, blanco popular desde el inicio de la invasión, la llamada, por Rusia, «operación especial». En Briansk y Kursk fallecieron dos y una personas, respectivamente, como resultado de los ataques. Shebékino, una ciudad de 40.000 habitantes en el óblast de Bélgorod a contados kilómetros de la frontera, fue bombardeada en numerosas ocasiones por la artillería ucraniana. Cientos de personas se ven obligados a evacuarse a lugares más seguros, incluyendo la capital provincial. Mientras tanto, los grupos pro-ucranianos entraron de nuevo en la región y llegaron a tomar el poblado fronterizo de Novaya Tavolzhanka.

Según afirmó un soldado de RDK, Shebékino ya está a la vista de las milicias. A día de hoy el combate continúa. Kiev, a pesar de haber tenido un papel importante en la creación de ambos grupos, niega su implicación, recalcando que ambos grupos están formados solamente por ciudadanos rusos. En cierto modo, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, le devuelve el favor a Putin usando fuerzas ‘proxy’ en el territorio de su oponente.

El 30 de marzo, la guerra llegó a Moscú en la cresta de los drones ucranianos. Aunque el escudo aéreo moscovita consiguió derribar gran parte de ellos, varios llegaron a caer en la ciudad. Uno se estrelló contra un edificio en el sur de la ciudad, otro cayó en el noroeste. Solo tres semanas después del ataque al Kremlin, la capital rusa se convirtió de nuevo en un blanco para los vehículos aéreos no tripulados del enemigo. Rusia culpó a Ucrania por los ataques, calificándolos como una venganza por el bombardeo diurno de Kiev, que asestaron «golpes precisos a los centros de mando», una frase común en la retórica oficialista del Kremlin. Una vez más, las autoridades ucranianas rechazaron las acusaciones. El asesor de la Presidencia Mijáilo Podolyak comentó, medio en broma, que algunos drones simplemente quisieron volver a casa en vez de caer en la capital ucraniana.

Todas estas noticias convierten mayo en el mes en el que el territorio ruso dejó de estar al margen de la guerra. Es verdad que el óblast de Bélgorod fue bombardeado en varias ocasiones a lo largo del año y medio que lleva durando la guerra, pero nunca llegó a una evacuación de gran escala. Antes, los drones ucranianos atacaban blancos militares con alta precisión: aeródromos en ciudades como Éngels en el Volga o Yeisk en el mar Negro, refinerías de petróleo a lo largo de toda la frontera o el puente de Crimea en octubre como regalo para el aniversario de Putin. Ahora Kiev responde con la misma moneda a la agresión de Moscú, sacando la guerra de la televisión a la vida real y demostrándole a los rusos que el Kremlin no es capaz de protegerlos como afirma por los medios oficialistas. Mientras continúe la guerra es probable que estos ataques se conviertan en el día a día de las regiones limítrofes.

Iván Ortega Egórov

Estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid

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