La evolución de la propaganda rusa (II): cómo convencer al pueblo

UCRANIA: PRIMER ANIVERSARIO DE LA GUERRA
Madrid. La guerra en Ucrania continuaba y se hacía cada vez más difícil defender la imagen de Rusia como libertadora de los oprimidos. Y como en cualquier guerra ofensiva, llegó un momento que el Kremlin se vio obligado a lidiar con acusaciones de asesinato de civiles. En abril los ucranianos retomaron la ciudad de Bucha en las afueras de la capital ucraniana. El mundo vio las imágenes de decenas de civiles arrinconados y fusilados por los rusos en retirada. La propaganda tenía que encontrar alguna explicación para defender la reputación del ejército, por lo que tomó la decisión de negar cualquier acusación y denunciando las noticias como ‘fake news’.
En el caso de la masacre de Bucha, donde murieron 498 personas a manos de los soldados rusos según Kiev, Moscú llamó la matanza de montaje, organizado por los ucranianos para desacreditar a las tropas rusas. La propaganda lo explicó como parte de la guerra híbrida que Ucrania, apoyada por Occidente, estaba desatando en el espacio informativo. El internet ruso se llenó de investigaciones de los vídeos de la tragedia y de revelaciones de las presuntas mentiras de las autoridades ucranianas al respecto. Varios análisis sociológicos atribuían esta retórica a la incapacidad de los rusos a aceptar que sus propios compatriotas pudiesen estar involucrados en tamañas atrocidades. Era más sencillo creer a lo que decía la propaganda que aceptar la dura realidad.
Según seguía la guerra y el ejército ruso ralentizaba su avance, muchos predecían que la guerra se tornará más cruenta. A Bucha le siguieron el ataque aéreo a la estación de tren de Kramatorsk, donde murieron tres personas, y al centro comercial en Kremenchuk. La ciudad que más sufrió de la invasión fue Mariúpol en la óblast de Donetsk, que fue prácticamente aniquilada durante los meses que resistió ante el avance ruso. Las imágenes de distritos enteros que parecían provenir de una película apocalíptica no podían no preocupar al Kremlin. Para evitar ser criticados por la población, el sistema llamaba al miedo de los rusos del sentimiento de culpa por las atrocidades cometidas. En cada situación la propaganda rusa la llamaba «la segunda Bucha» y publicaba múltiples investigaciones al respecto para inundar al lector de información. El vídeo es un montaje, o no lo es, pero fue un misil ucraniano, o es un misil ruso, pero cayó en la estación porque fue desviado por la defensa antiaérea ucraniana, o estaba dirigido a la estación desde el principio, pero en realidad los batallones neonazis estaban usando a los civiles como escudo, etc.
El hecho de que la propaganda rusa presente decenas de teorías al mismo tiempo desde diferentes fuentes puede hacer parecer a primera vista que hay una brecha en el sistema y que el Kremlin no tiene control sobre la situación en el espacio público. Pero en realidad, es una estrategia para crear la apariencia de pluralidad de opiniones, para que el espectador se sienta escéptico al no aceptar del todo ninguna de las teorías y prefiera mantenerse al margen de la política. «No todo está tan claro» era la frase más común usada por los rusos para explicar su apatía al respecto. Así, la autocracia informativa conseguía mantener a los rusos fuera de las preocupaciones, diciéndoles que «no saben toda la verdad» de todas formas.
Y según la guerra progresaba se hacía cada vez más obvio que el ejército ruso se había estancado. La última ciudad importante que tomó el Kremlin era Lisichansk a comienzos de julio. La maquinaria propagandística tenía que tratar de explicar por qué la guerra se prolonga y no hay resultados apreciables. Occidente estaba expandiendo cada vez más su apoyo a Kiev, pasando de enviar rifles, Stinger y Javelin a proveer a los ucranianos con artillería pesada y defensas antiaéreas como los HIMARS. El Kremlin usó este hecho para insistir que en el campo de batalla no se estaba enfrentando con las fuerzas armadas de Ucrania, sino con todo el potencial militar de la OTAN. Ese era el plan desde el principio
Además, era importante mantener la apatía de la población, elemento clave del régimen de Putin. Para conseguirlo, los medios de información intentaron esconder la guerra y ponerla de fondo al igual que el conflicto del Donbás durante los últimos nueve años. Los ‘talkshow’ se irían desviando del tema y el discurso oficial de las autoridades del Kremlin volvería a la normalidad. Las grandes ciudades celebrarían los días festivos, los niños irían a la escuela como siempre y los gobiernos locales continuarían con sus proyectos urbanísticos, aunque con unos fondos bastante más escasos. Así pasaron julio y agosto.
Pero el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, no podía permitirse esperar. Tenía que demostrar tanto a su propio pueblo como a sus aliados occidentales de que Ucrania no pensaba renunciar a los territorios perdidos. Entonces, ante la sorpresa de muchos, a comienzos de septiembre las tropas ucranianas iniciaron el mayor contraataque de la guerra que llevaban prometiendo desde la primavera. Más de 8.000 kilómetros cuadrados fueron liberados por Ucrania en la óblast de Járkov, Donetsk y Luhansk. Kiev consiguió retomar control de ciudades como Limán, Kúpiansk o Izium. Ucrania puso fin a los intentos de congelar el conflicto, pasándole el turno de mover ficha al Kremlin.