EEUU debe facilitar confianza sin exigencias para el éxito de la cumbre con Corea del Norte
Madrid. Estados Unidos sigue empeñada en torpedear la cumbre entre Kim Jong-un y Donald Trump al presionar una vez más a Corea del Norte que no se levantarán las sanciones hasta que no haya una “total desnuclearización”, que unido a las inminentes maniobras militares parece que hay interés en que la cita histórica no se produzca.
La amenaza nuclear no es tal, ni tampoco lo fue antes ni ahora iba atacar a nadie, pero no hay un solo momento en que Washington muestre sus recelos al posible éxito de esta reunión teniendo en cuenta los numerosos vaivenes que viene haciendo Trum en su política exterior.
De hecho, el programa previsto para la importante cumbre del G7, que se celebra esta semana en Canadá, se ha visto afectada por el conflicto comercial abierto entre la Unión Europea (UE) y EEUU, en una nueva situación originada por Washington y sin cerrarse aún la crisis de la guerra comercial que mantiene con China, principal soporte y aliado de Corea del Norte.
Es obvio que Corea del Norte haya vuelto a condenar los próximos ejercicios militares en los que tiene previsto participar el Ejército surcoreano, donde una vez más estos ensayos no contribuyen en estos momentos a generar confianza pero Seúl sabe que tampoco contribuye a crear buena armonía en la zona la ya instalación del escudo antimisiles estadounidense conocido como el Sistema de Defensa Terminal de Área a Gran Altitud (THAAD, según sus siglas en inglés), en suelo surcoreano, para una mejor defensa de las amenazas nucleares de Corea del Norte, pero que ha ocasionó protestas de China y Rusia.
Corea del Sur y EEUU participan en los ejercicios combinados de la cuenca del Pacífico (RIMPAC, siglas en inglés) y Ulchi Freedom Guardian, que el régimen comunista considera como un ensayo para invadir su territorio, unos ejercicios que involucran en total a 20 países, del 27 de junio al 2 de agosto, que Pyongyang ha estimado como negativos cuando se está fabricando una nueva realidad que poco a poco conduciría a una desnuclearización.
Lo que es evidente que si se produce una nueva realidad en la península coreana tras el abandono nuclear de Pyongyang el escenario político militar será muy diferente, en el que hasta ahora militarmente hay demasiados intereses castrenses en la zona.
Corea del Norte sigue, pese a las maniobras previstas o la presión de EEUU, en su proyecto de desnuclearización, con gestos nunca vistos en la política norcoreana, y ahora el régimen ha nombrado un nuevo ministro de Defensa más moderado de cara a la histórica cumbre con EEUU, pero Pyongyang insiste en su desarme pero no de “golpe” como quiere Donald Trump.
Tanto la afirmación de que Corea del Sur hará sus próximas maniobras militares conjuntas con Estados Unidos «con discreción» debido al actual proceso de diálogo con Pyongyang, como la insistencia de Washington para que Corea del Norte renuncie “tajantemente” a su programa nuclear tiene todo unos tiempos que marcarán el actual panorama de la región.
Las maniobras militares no tienen sentido tras una posible desnuclearización y su desaparición será total dependiendo de los resultados entre las dos Coreas y de Kim Jong-un y Donald Trump. Ahora hay que generar confianza y ninguna presión para asegurar el éxito de la cita.
De momento, Corea del Norte y EEUU trabajan para avanzar en la preparación de la cumbre, prevista para el 12 de junio en Singapur, en unas conversaciones en las que el abandono de las armas nucleares en la península de Corea es y será el tema principal de la cita de Singapur.
Las diferencias entre ambos países sobre el modelo de desarme nuclear han originado acusaciones y tentativas de suspender el encuentro, dada la presión de EEUU para que se produzcan hechos tangibles hacia una «total desnuclearización».
Pero el régimen norcoreano viene insistiendo que defiende un desmantelamiento «gradual» de su arsenal nuclear, y sería partidario de un levantamiento progresivo de las sanciones y de anteponer las garantías para su supervivencia como condición previa a este proceso.
No obstante, todas las iniciativas de ambas partes va por buen camino y todo está ya diseñado para que el 12 de junio sea una jornada histórica que marcará un antes y un después que modificará la política y las distintas estrategias en la península coreana.
Por un lado, tras leer la carta de Kim entregada a Trump, además de las manifestaciones de Shinzo Abe para que la cumbre sea un éxito, sobre todo cuando el primer ministro nipón está bastante al margen de la cita histórica y, por otro, la reunión para el 14 de junio, dos días después de la de Corea del Norte y EEUU, de conversaciones militares entre las dos Coreas, la primera en cuatro años, son movimientos que deben consagrar un éxito que cambiara la península coreana.
La reunión de Singapur será la primera en la historia entre líderes de los dos países tras casi 70 años de confrontación iniciados con la Guerra de Corea (1950-1953) y de 25 años de negociaciones fallidas y tensiones a cuenta del programa atómico norcoreano.