Dos años de guerra en Ucrania (y III): La hidra de la política económica rusa

Madrid. La inflación y la depreciación del rublo fueron un cubo de agua fría frente al sorprendente crecimiento del PIB ruso. En 2023 el índice de precios aumentó un 7,4 % después de un mínimo interanual del 2,3 % en abril del año pasado. El rublo, mientras tanto, después de alcanzar en 2022 unos niveles récord desde la introducción de las sanciones por la anexión de Crimea en 2014, retomó la tendencia bajista. Desde julio el Banco Central se vio obligado a subir los tipos cinco veces hasta los actuales 16 %, el nivel más alto desde las subidas realizadas a comienzos de la guerra.
Aun siendo procesos independientes, la depreciación del rublo y la elevada inflación están bastante interrelacionados. Un primer motivo es la política monetaria incoherente del Kremlin. Por un lado, el Banco Central, liderado por Elvira Nabiúlina, busca enfriar la economía y combatir la galopante inflación, incrementando los tipos y encareciendo así el endeudamiento. Por otro lado, el Gobierno ruso promueve una política expansionista keynesiana, subvencionando empresas en diversos sectores, repartiendo ayudas a las familias de los caídos en el frente, además de créditos e hipotecas baratas. Nabiúlina admitió en septiembre que la economía estaba sobrecalentada, por lo que se esperaba un descenso de la actividad económica en los meses venideros.
La disminución de las exportaciones, que perdieron casi un 30 % de su valor durante 2023, añadió presiones alcistas a los precios y debilitó la moneda nacional. Por un lado, el Gobierno intentó solucionar la escasez de divisas extranjeras obligando a los exportadores a vender la mitad de sus ganancias al Gobierno a cambio de rublos, aumentando así artificialmente la demanda de la moneda doméstica. Esto funcionó durante los primeros meses de la guerra, frenando una depreciación del rublo hacia mínimos récord en el siglo XXI. La medida se suavizó a mediados de 2022, cuando el rublo consiguió reforzarse. No obstante, en octubre de 2023 el Kremlin retomó las políticas draconianas forzando a algunas empresas a vender el 90 % de sus divisas.
Por otro lado, el banco emisor se comprometió a comprar tantos rublos (vendiendo yuanes a cambio, que desde el inicio de la campaña militar rusa se convirtió en la principal divisa extranjera) cuantos el Ministerio de Finanzas sacara del Fondo de Bienestar Nacional para cubrir el déficit presupuestario. Así, el regulador evitaría que la inyección de dinero adicional por el gobierno ruso depreciara más aún el rublo. Estas medidas tienen como fin mantener el rublo a flote por lo menos hasta las elecciones presidenciales del 17 de marzo.
Un desempleo en mínimos históricos también contribuye a la inflación en dos frentes. Primero, impulsa los salarios y la capacidad adquisitiva de algunos sectores de la población; segundo, incrementa los costes de producción y transmite el efecto cadena a los productos finales. La guerra dejó a una porción importante de la población masculina sin puesto de trabajo, aumentando así de forma artificial la oferta laboral. Un problema añadido es la fuga de cerebros al extranjero que llevó a una severa escasez de mano de obra cualificada.
Es por este motivo que por mucho que el Banco Central mantenga los tipos altos, el propio Gobierno está actuando en su contra aprobando políticas expansionistas y recurriendo a restricciones draconianas cortoplacistas que tienen como fin apaciguar a la población y esconder bajo la alfombra todos los defectos estructurales del sistema, especialmente antes de las elecciones. De vez en cuando las muletas improvisadas por el Kremlin se rompen, llevando a situaciones como la crisis del combustible en septiembre y el más reciente incremento de los precios de los huevos en noviembre y diciembre.
La escasez de huevos en el mercado es una consecuencia directa de las ayudas que el Gobierno dedica a los participantes de la guerra, inflando la demanda y empujando los precios ante la incapacidad de los proveedores de satisfacer a todos. Además, a esto se le añadió el aumento de los costes de importación de maquinaria gracias a la depreciación de la moneda y el incremento nominal de salarios propulsado por el bajo desempleo. Así, el precio de un paquete de diez huevos aumentó entre el mes de noviembre de 2022 y 2023 en un 40 % de media en Rusia, siendo la anexionada Crimea y las repúblicas siberianas de Tuvá y Jakasia las líderes con un 74 %, 68 % y 67 %, respectivamente, de incremento. Ante la dificultad de los compradores de permitirse un producto tan esencial para la cena de Nuevo Año como son los huevos, algunos supermercados empezaron a venderlos en unidades, en vez de empaquetarlos en docenas. La noticia se hizo tan viral que Vladimir Putin se vio obligado a responder a una pregunta relacionada con este súbito incremento de precios -y a hacer un acto de contrición- en su rueda de prensa anual en diciembre.
Después de que las noticias de los precios en niveles récord surgieron en noviembre, el Ministerio de Agricultura empezó a buscar posibles soluciones para este problema que mancillaba la imagen propagandística de una economía rusa rimbombante. Entre ellas estaba la abolición temporal hasta mediados de 2024 de los aranceles para la importación de huevos de Azerbaiyán y Turquía para propulsar la oferta y reducir el déficit. Esta decisión fue criticada por los proveedores internos, acostumbrados al proteccionismo del Estado ruso y preocupados por la competencia de las empresas extranjeras. Algunas regiones, como la fronteriza Bélgorod, llegaron a restringir la venta de huevos ante el temor de la especulación y el pánico.
Los expertos definen la situación económica en el país con una expresión rusa: «La fiebre de promedio en el hospital» tampoco está tan mal, para señalar la falacia de extrapolar cualidades de un grupo a cada miembro en particular. Igual en la economía rusa: la economía crece en general, junto con un avance considerable en los sectores que se recuperan de la caída de 2022 o se adaptan para apoyar el esfuerzo militar ruso, pero otras industrias anteriormente prósperas y frecuentadas por inversores extranjeros, ahora flaquean sintiendo una áspera sed de mano de obra. Por un lado, el banco central sube los tipos y se compromete a mantener el rublo a flote, y por otro, el Kremlin gasta como nunca para comprar el apoyo de la población ante las elecciones de marzo. Mientras continúe la guerra de Ucrania, la economía rusa no dejará de engendrar nuevas ingeniosas ideas contradictorias para sobrevivir bajo una presión sin precedentes desde la caída de la URSS.
A punto de cumplir dos años de invasión, el conflicto, que según la previsión de Putin iba para una semana, sigue afectando a la geopolítica global y aunque sus efectos en Asia-Pacífico sean menores, en la economía mundial está pasando factura a todos, en especial a los grandes exportadores, pero China, gran aliado de Rusia, como Japón, Corea del Sur o incluso India también sufren sus efectos.







