Desertor norcoreano muestra sus dudas sobre una Corea unificada
Madrid. El desertor norcoreano Lee Gie-myung, de 63 años, ofreció en Madrid una situación pesimista sobre una Corea unificada, incluso produciéndose una colapso de Corea del Norte, al considerar que aún hay personas con capacidad suficiente para asumir el poder en caso de que el actual líder, Kim Jong-un, pudiera caer.
Lee Gie-myung, que ocupa la presidencia del Centro PEN de los Escritores Norcoreanos en el Exilio, considera que «entre un 20 y un 30 por ciento de la población está en contra» del líder norcoreano, Kim Jong-un, pero matiza que una «revolución del cambio tenga éxito debería alcanzar entre el 50 y el 60 por ciento del pueblo».
El escritor norcoreano, que huyó de su país en 2000, participó en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) en un foro sobre derechos humanos en Corea del Norte organizado por el Centro de Excelencia sobre Integración Regional de esa Universidad, aclaró que su ilusión era escribir y fue a las clases nocturnas de la facultad de Letras de Pyongyang y más tarde se convirtió en escritor «a tiempo parcial», quienes ocasionalmente son requeridos para escribir, a diferencia de quienes en Corea del Norte escriben, por lo general loas a la familia Kim, pero a tiempo completo, explicó.
En relación a China, Lee Gie-myung indicó que pese a «parecer de acuerdo con las sanciones», no se retirará del mercado, ni cesarán las importaciones de Corea del Norte, pero si se mencionó entre los estudiante que Pekín puede tener más interés en deshacerse del líder que cambiar el país, sobre todo, como se dijo, hay cierto hartazgo del “gigante asiático” hacia la política de Pyongyang con sus actividades nucleares.
Está claro, como dijo, que «China no puede renunciar a Corea del Norte como aliado», reitera el disidente. No hay que olvidar que los intereses chinos en Corea del Norte son altos, de hecho el 90 por ciento del combustible que consume el país se lo proporciona Pekín.
Es obvio que China puede hacer mucho. Actualmente Corea del Norte no es un país signatario del Estatuto de Roma, instrumento constitutivo de la Corte Penal Internacional (CPI) y entonces este tribunal no puede llevar a cabo una investigación sin el respaldo unánime del Consejo de Seguridad de la ONU y para que esto sea posible es necesario que no haya ningún veto en este organismo, pero Pekín, de momento, se opone a que haya esta Comisión de Investigación contra el régimen norcoreano por crímenes contra la humanidad.
En Corea del Norte, dice Lee «el problema es el sistema hereditario», y obviamente desterrar esa situación con un culto a la personalidad es muy complicado de derribar, dada la enorme infraestructura de poder que ya existe en el país, donde hay muchos privilegiados que no manifestaran reproches o cualquier otra duda al régimen sabiendo sus consecuencias.
De momento, Corea del Norte con sanciones o sin ellas, o con violación de derechos humanos es un país que sigue condicionando la política de la península coreana tal como en algunas de las preguntas de los estudiantes al foro se pudieron oír.
En opinión de Lee Gie-myung “si todos los países cortaran las relaciones y no las tuviera siquiera con China el régimen se caería». Pero por ahora no interesa que desaparezca el régimen, tal como se comentó en el foro, sino más bien que Kim Jong-un dejé el poder para que le país se abra un poco y haya un mínimo de apertura en beneficio de la sociedad norcoreana, que sigue desconociendo lo que ocurre fuera del mundo.
Los eslóganes de alabanza al joven Kim, a su padre y a su abuelo ocupan un lugar prioritario y están destinados a promover la fidelidad a la dinastía que gobierna el país desde su fundación en 1948. El culto a la personalidad a los líderes norcoreanos fallecidos es un hábito normal en Corea del Norte, donde las efemérides de sus cumpleaños, tanto de Kim Il-sung, fundador del país, como de su hijo, Kim Jong-il, continuador de la obra de su padre, son dos fechas nacionales que se celebran por todo lo alto como un acto de obediencia y respeto que la sociedad norcoreana acata con enorme disciplina y lo mismo pasa con las castas que determinan el destino de cada ciudadano, según opiniones y credos, entre otros.
Al mismo tiempo, las deserciones podrían debilitar al régimen norcoreano, pues tanto la deserción del número dos de la Embajada de Corea del Norte en el Reino Unido, Thae Yong-ho, como la de un alto cargo norcoreano encargado de gestionar divisas en Europa, conocido como Kim Myeong-chul (nombre ficticio), ocurridas en agosto de 2016, además de los trece norcoreanos que trabajaban en un mismo restaurante en China en abril pasado sirven para teorizar si realmente el régimen de Kim Jong-un está listo para afrontar una posible “huida” de sus diplomáticos en el extranjero a terceros países o es el principio de una nueva situación política que se le puede escapar de las manos a Pyongyang.
Las deserciones de norcoreanos a Corea del Sur crecieron un 16 por ciento interanual en los primeros cinco meses de 2016, después de caer con firmeza en los últimos años tras la llegada al poder de Kim Jong-un, donde 590 norcoreanos, entre ellos dos altos cargos, un coronel de los servicios secretos de la inteligencia militar norcoreana que se marchó a Seúl, y luego Kim Chor-sen, que trabajaba como tercer secretario de la Legación norcoreana en Moscú, que escapó con su esposa y su hijo a Seúl, pero alrededor de 30.000 son los que se han escapado al Sur desde el final de la guerra (1950-53), según el Ministerio de Unificación surcoreano.
En definitiva, la supervivencia del régimen y de la dinastía de los Kim también depende de las propias autoridades norcoreanas, que saben de la necesidad de proporcionar mejoras a la sociedad pero las reformas son necesarias, y a mayor apertura habrá más posibilidades de conocer más cosas, el régimen lo sabe pero todo ello puede poner en peligro su estabilidad.
Es vital que Corea del Norte alcance a al menos unos 3.000 dólares de renta per cápita para así elevar su nivel de vida que dé un mayor desarrollo a la sociedad norcoreana, con tímidos avances políticos-sociales, además de conseguir una confianza inexistente en todos los campos que favorezcan a un desarrollo económico más equilibrado para todo el país.
Una Corea unificada se convertiría en el año 2040 en la segunda economía mundial, pero para ello antes el régimen norcoreano de Kim Jong-un tendría que llevar a cabo una serie de reformas económicas y políticas sin los cuales la añorada unión sería imposible y más cuando China, el país que más puede influir en Corea del Norte, tiene que dar su visto bueno para que la reunificación de las dos Coreas, divididas desde 1945, se convierta en una realidad.