Cumbre China-Asia Central: Pekín reúne a los cinco líderes centroasiáticos en la cuna de la Ruta de la Seda

El presidente chino, Xi Jinping. | Kremlin.ru, Wikimedia
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Madrid. China reabre de nuevo sus puertas para recibir las delegaciones de los cinco países centroasiáticos: el presidente kazajo, Kasim-Yomart Tokáyev; el dirigente uzbeko, Shavkat Mirziyóyev; el presidente kirguís, Sadyr Japárov; el tayiko, Emomalí Rahmon, y su homólogo turkmeno, Serdar Berdimujamédov. Países que junto al gigante asiático promoverán la construcción de un corredor de transporte y una «sociedad de desarrollo energético».

El presidente chino, Xi Jinping, para marcar el carácter comercial de la reunión y su relación con el “Belt and Road Initiative” (del inglés “Iniciativa de la Franja y la Ruta”, plan maestro del dirigente chino, también conocido como la Nueva Ruta de la Seda), eligió la ciudad de Xi’an, el comienzo de la antigua Ruta de la Seda y cuna de la civilización china, para celebrar la cumbre. Esta es la primera vez que Pekín reúne en su territorio a los cinco líderes centroasiáticos, prerrogativa que anteriormente solo Rusia podía ejercer.

Los medios occidentales remarcaron rápidamente lo conveniente que fue la fecha de la reunión: justo un día antes de la cumbre del G7 en Japón, en la ciudad de Hiroshima, una congregación de las grandes economías occidentales. Además, mientras Rusia está envuelta en la guerra de Ucrania, su influencia en la región decrece y China, según algunos, está tratando de ocupar el puesto del Kremlin en el espacio postsoviético.

La reunión en Xi’an se centró en la integración económica y colaboración política para combatir enemigos comunes. Entre todos los posibles marcos de cooperación, la nueva Ruta de la Seda seguía siendo clave en la mesa. El ambicioso proyecto ideado por Xi fue anunciado por primera vez en 2013, cuando éste visitaba Kazajistán. Consistía en una red de infraestructura que conectaría a China con los mayores mercados europeos, asiáticos, africanos y americanos y reduciría considerablemente los costes de transporte. No obstante, el difícil balanceo geopolítico necesario para sustentar esta iniciativa transnacional se convirtió en su talón de Aquiles. En Asia Central el principal proyecto bajo auspicios de la Iniciativa de la Franja y la Ruta era la CKU, línea ferroviaria que uniría las regiones occidentales de China con Tashkent, la capital uzbeka, pasando por el montañoso territorio kirguís.

Para eso los raíles tendrían que partir de Kasgar, en la región autónoma de Xinjiang, atravesar las montañas Tian Shan por el paso de Torugart, dirigirse a las ciudades de Naryn, Jalal-Abad y finalmente Osh, la capital meridional de Kirguistán, para acabar en Tashkent, Uzbekistán, de donde las mercancías seguirían hacia el norte, para cruzar las estepas kazajas y las planicies rusas y entrar en Europa por Polonia, o hacia el sur, para superar Turkmenistán, Irán, el Cáucaso y Turquía hasta llegar al continente europeo por el Bósforo. Esto facilitaría el trayecto terrestre de los productos chinos al mercado europeo por una vía más rápida, evitando pasar por las rutas convencionales de Rusia y Kazajistán.

Estas últimas eran antes las más viables debido a la extensa infraestructura ferroviaria rusa. No obstante, la guerra en Ucrania convirtió a Rusia en muchos sentidos en un estado paria, lo que dificulta el tránsito por su territorio. Los controles fronterizos en las fronteras rusas y bielorrusas causan embotellamientos y ralentizan el transporte. Por ese motivo, una ruta alternativa por Kirguizistán no solo crearía una ruta más directa hacia Rusia, evitando el gancho yendo por Kazajistán, sino también abriría la posibilidad de dirigirse hacia el sur a Oriente Medio.

El proyecto, estancado durante décadas, está ahora en las últimas etapas de desarrollo. En septiembre de 2022, durante la cumbre de Samarcanda, Xi, Mirziyóyev y Japárov formalizaron el acuerdo. Hace varios días, un grupo de expertos uzbekos y chinos se dirigieron a la región para hacer un estudio de factibilidad. Aun así, a pesar de la resolución de los partidos a realizar por fin el proyecto, sigue siendo incierto si Bishkek podrá pagar su parte (el coste total es de 4.500 millones de dólares) o deberá endeudarse de nuevo con China, decisión que podría exacerbar el común sentimiento anti chino en la sociedad kirguís.

Últimamente Japárov recurre a métodos cada vez más autoritarios para imponer su criterio en las relaciones internacionales: por ejemplo, a finales de 2022 le presentó al parlamento tan solo parte del propuesto acuerdo fronterizo con Uzbekistán, obligándoles a los diputados a votar casi a ciegas. Aunque, por un lado, esto significa que el presidente kirguís pueda permitirse tomar decisiones sin consultar a su pueblo, por otro lado, la tumultuosa política de la nación centroasiática demuestra la capacidad revolucionaria del pueblo y los riesgos que conlleva ir en su contra.

Además del CKU, se habló de acelerar la construcción de la llamada «Línea D» del gaseoducto Asia Central-China ante la creciente demanda de gas en el gigante asiático. La línea A fue terminada en 2009, la B el año siguiente y la C en 2014, siendo esta última con diferencia la más lenta en ser construida. Turkmenistán, que es la principal fuente de gas en la región, está en una severa crisis económica en los últimos años. Su industria de carburantes está bastante atrasada y deficiente, lo que demuestran las fugas de metano que son visibles incluso desde el espacio.

Aparte de proyectos de infraestructura, China expandió la conexión aérea con la región. Ahora se podrá volar desde Urumqi (capital de la provincia occidental china de Xinjiang) y la mencionada Xi’an a Dushanbé una vez a la semana. Mientras tanto, Kazajistán y China expandieron el plazo máximo que se permite permanecer sin visado hasta los 30 días, acuerdo que deberá ser consumado por el Mazhilís (parlamento kazajo). Kirguizistán está en el proceso de negociar un trato similar. Después del aflojamiento de la política ‘cero covid’ los turistas chinos comenzaron a fluir de nuevo al extranjero, siendo una importante fuente de ingreso para la industria hotelera de Asia Central.

Mientras tanto, en el ámbito político, China seguirá expandiendo la cooperación con las naciones centroasiáticas que le sirven de estados porteros ante la amenaza islamista proveniente de Afganistán. Kabul, que sigue estando en manos de los Talibanes, no consigue derrotar a su enemigo acérrimo, el Estado Islámico, que se aprovecha de la inestabilidad del país. Para Pekín, es esto una amenaza existencial, debido a las posibles incursiones de fundamentalistas islámicos a Xinjiang poblado por los uigures. Así, una Asia Central estable es esencial para China. Ese es uno de los argumentos que usan los escépticos de la teoría de la «trampa del crédito», que postula que Pekín usa el endeudamiento de países en vías de desarrollo para aprovecharse de ellos: al fin y al cabo, ¿para qué China intentaría minar la independencia de las naciones centroasiáticas si las necesita fuertes para evitar que se repitan los tumultuosos años 90?

La deuda china, de la que tanto dependen Kirguizistán y Tayikistán, por ejemplo, sigue siendo un importante inconveniente. El ciudadano centroasiático se muestra escéptico ante el creciente endeudamiento de sus respectivos gobiernos. El crédito chino viene aparentemente sin cuerdas atadas a diferencia del occidental, lo que lo hace más rentable, pero al mismo tiempo mucho menos transparente, fomentando la corrupción en las instituciones centroasiáticas. Por ejemplo, en 2011 Tayikistán cedió 1 % de su territorio a China para delimitar definitivamente la frontera, decisión que fue vista por muchos como una forma de pagarle la deuda a Pekín. Recientemente, un medio tayiko descubrió que según los datos de la Agencia Estadística Nacional el país perdió otros 600 kilómetros cuadrados de territorio en los últimos años. Se desconoce a ciencia cierta en qué manos acabaron.

A pesar de la creciente influencia china en la región, Rusia no ha desaparecido del escenario ni mucho menos. A la parada militar en celebración del Día de la Victoria sobre el nazismo el 9 mayo asistieron, además de Vladímir Putin, los cinco líderes centroasiáticos, el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, y el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko. Según algunos observadores (entre ellos el experto en la región Temur Umárov de Carnegie) los líderes exsoviéticos fueron presionados por el Kremlin a venir para desmentir el aislamiento internacional de Rusia.

Para los aliados de Moscú, el riesgo de no venir y recibir represalias económicas fue mayor que el golpe reputacional que podría tener la asistencia. Incluso Tokáyev, que le dijo a Putin en la cara que no reconocería los «protoestados» del Donbás, acudió al 9 de mayo, lo que demuestra que Asia Central sigue dependiendo de Rusia y está interesada en aprovecharse de ser su nueva ventana a Europa y el demás mundo.

No obstante, el presidente chino aseguró que «el mundo necesita una Asia Central estable, próspera, armoniosa y bien conectada. China está lista para ayudar a los países de Asia Central a mejorar su capacidad para aplicar la ley y en su seguridad y defensa», fortaleciendo los mecanismos de cooperación en industria e inversión, agricultura, transporte o educación, entre otros.

China proporcionará 3.720 millones de dólares de «apoyo financiero y asistencia gratuita» a los países de Asia Central, mientras el comercio entre China y los cinco Estados aumentó un 22 % interanual en el primer trimestre de este año, según datos recogidos por el diario oficial ‘Global Times’, que indicó que estas cumbres se celebrarán cada dos años, y la próxima tendrá lugar en Kazajistán en 2025.

Al mismo tiempo, la Unión Europea (UE) instó a los cinco países de Asia Central (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán) a no permitir que Rusia utilice sus territorios y empresas para eludir las sanciones occidentales, a la vez que les prometió apoyo para mitigar el impacto que pueda tener en sus economías la guerra que Moscú inició hace 450 días en Ucrania.

Iván Ortega Egórov

Estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid

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