Filipinas y Corea del Sur, dos firmes aliados de EEUU para frenar a China y Corea del Norte

Madrid. La reciente visita (24 de abril) del presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, a Estados Unidos, ha evidenciado la consolidación entre ambos países en sus 70 años de relaciones, en las que la tensión nuclear siempre estuvo presente debido a que Corea del Norte sigue con su desarrollo nuclear y Washington apela a que un ataque de Pyongyang sería el fin del régimen norcoreano, mientras el presidente estadounidense, Joe Biden, fortalece su vinculación con Filipinas en una amplia estrategia militar por evitar el expansionismo chino en el mar de la China Meridional.
Cada vez es más palpable la pugna entre las dos primeras potencias mundiales por liderar un nuevo mundo en el que tanto Pekín como Washington trabajan en ser pioneros en construir una nueva geopolítica internacional con sus respectivos socios. Además de Ucrania, el Indo-Pacífico y Taiwán siguen siendo focos de enorme inestabilidad, en la que China no cede en sus pretensiones estratégicas y EEUU trata de impedir la hegemonía de Pekín.
La fiabilidad política es un concepto que reúne ciertas condiciones en aras de objetivos determinados. Corea del Sur no es ajena a un mayor protagonismo como socio estratégico de EEUU en el Indo-Pacífico, pero cuidando sus buenas relaciones económicas con China, que ve a Yoon Suk-yeol un firme aliado de Washington, mientras el presidente chino, Xi Jinping, sigue reforzando sus lazos bilaterales con Pyongyang, al igual que hace Rusia con el régimen de Kim Jong-un, quien desde el principio de la guerra de Ucrania siempre apoyó a su «fiel aliado» Vladímir Putin.
La visita de Yoon Suk-yeol a EEUU no ha sido baladí, ya que supuso la firma de la Declaración de Washington, que establece que Seúl renuncia a emprender su propio programa de armas nucleares a cambio de protección estadounidense ante la amenaza de Corea del Norte, en una defensa conjunta con mayor participación surcoreana en la toma de decisiones en la propia planificación del Pentágono americano en caso de un ataque nuclear.
No obstante, esta Declaración de Washington, que fortalece la sombrilla nuclear estadounidense sobre Corea del Sur, y el envío regular de un submarino nuclear norteamericano a Corea del Sur, lo que no se ha hecho desde los años 1980, junto a otras medidas, como compartir información en caso de un ataque norcoreano, para algunos analistas abre la posibilidad de visitas de submarinos nucleares al país que serán «de alto perfil», pero nada para aumentar más tensiones en la zona sino más bien como advertencias a Pyongyang, a raíz de sus lanzamientos de misiles en respuesta a las maniobras militares conjuntas entre Seúl y Washington.
Sin embargo, esta nueva realidad política ha supuesto para Corea del Sur importantes acuerdos comerciales sobre la producción de semiconductores y tecnología cuántica, vital para la fabricación informática. Washington gana también influencia en una región en la que compite con China, al ofrecer su protección contra el bloque de Pekín.
En definitiva, EEUU y Corea del Sur se han comprometido en actuar conjuntamente en el caso de un ataque nuclear norcoreano, un ataque, por ahora se ve imposible, salvo que se produzca una tensión incontrolable en la península coreana que ni Pekín ni Washington desean, pero es obvio que las estrategias norcoreanas no van a parar dado que su política nuclear le está, de momento, garantizando estabilidad a su régimen, que ni EEUU ni sus aliados van a perturbar, pero de ahí a un ataque nuclear de Corea del Norte se antoja utópico en estos momentos, en los que todos los actores actúan en beneficio de ganar sus guerras mediáticas y con un claro vencedor como es Kim Jong-un, que sigue estudiando el momento de tener listo lo que sería su séptima prueba nuclear.
China no está cómoda con estas alianzas militares de EEUU con Corea del Sur, que contempla como la mejora de las relaciones entre Tokio y Seúl también favorecen a Washington, que cada día estrecha aún más sus relaciones militares con Filipinas en un claro objetivo de frenar al gigante asiático en el mar de la China Meridional en un momento de enorme tensión con la situación sobre Taiwán, que Pekín no va a ceder en su empeño de lograr la incorporación de la isla taiwanesa a la República Popular China, pero, de momento, al igual que Corea del Norte no va a atacar a nadie, la segunda economía mundial tampoco invadirá Taiwán.
Filipinas, cada vez cerca de Estados Unidos
El Indo-Pacífico, los mares de la China Meridional y Taiwán cobran cada vez más protagonismo, un protagonismo que tiene a Filipinas como su actor principal y que EEUU está dispuesta a beneficiar en todo lo que pueda para frenar las ambiciones hegemónicas y expansionistas de Pekín en esa zona anunciando el envío de aviones y barcos militares a Manila para fortalecer a sus Fuerzas Armadas.
Estados Unidos colabora ya en modernizar al Ejército filipino para mejorar su capacidad para hacer ejercicios marítimos, una zona en la que Pekín y su Ejército Popular de Liberación llevan tiempo haciendo grandes inversiones y, de esta forma, Joe Biden ya ha anunciado la venta a Filipinas de aviones militares, barcos y buques patrulleros, como los Cyclone, cuya transferencia ya fue aprobada en abril pasado.
La visita del presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos Jr., esta misma semana a EEUU (2 de mayo), ha servido para estrechar las relaciones entre ambos países, e incluso Joe Biden le dijo al mandatario filipino que en caso de ser atacado, en virtud de un acuerdo de defensa mutua que ambas naciones firmaron en 1951, en plena Guerra Fría, Washington acudiría en su rescate, pero estamos con el mismo dilema de siempre, nadie, por ahora va a atacar a nadie, y nadie va a invadir a nadie, pero las tensiones suben y los presupuestos militares se disparan con el objetivo que nadie desea que el asunto económico se vea afectado.
Pero claro, Washington quiere defender a Filipinas en el mar de China Meridional para evitar el expansionismo chino, en una región del Asia-Pacífico donde las situaciones y realidades geopolíticas actuales generan tensiones que disparan la inestabilidad política, en la que Filipinas y China se disputan la soberanía del atolón Scarborogh y parte del archipiélago Spratly.
Como era de esperar, Pekín se ha opuesto al nuevo acuerdo militar entre EEUU y Filipinas del pasado 3 de abril, por el que las tropas estadounidenses tendrán acceso a cuatro nuevas bases en suelo filipino, una de ellas a unos 400 kilómetros de Taiwán, isla autogobernada que Pekín no descarta invadir, y que Washington se ha comprometido a defender. China considera una provocación dicho acuerdo y recordó a Manila que en la isla taiwanesa viven al menos 150.000 filipinos.
Y pese a que esta misma semana Filipinas y China ha decidido negociar los derechos de pesca en el mar de China Meridional a causa de los últimos incidentes entre barcos de ambos países en las aguas en disputa, la realidad geopolítica en la zona marca cada vez más protagonismo entre China y EEUU, pues Pekín sigue su ascenso en el mundo y EEUU quiere su influencia en Asia-Pacífico en asuntos vitales como la defensa y la seguridad. Pero lo que es evidente es que desde la llegada a la presidencia tanto de Marcos Jr. en Filipinas, en junio de 2022, como la de Yoon Suk-yeol en Corea del Sur, en marzo de 2022, ambos países han estrechado sus vínculos con la Casa Blanca.
Y eso sin olvidar las excelentes relaciones actuales entre Corea del Sur y Japón, cuyo primer ministro nipón, Fumio Kishida, visita esta semana Seúl, para reunirse con el presidente Yoon Suk-yeol y proseguir con la mejora de lazos entre los dos vecinos, una visita que fortalece los vínculos entre Seúl y Tokio y que China observa con lupa.