El colapso de los puertos chinos siembra de incertidumbre el suministro para la Navidad

Madrid. La importancia capital de China en la cadena de suministro mundial está causando estragos en el comercio internacional debido a las restricciones en sus puertos de mayor tránsito, lo que amenaza el abastecimiento de productos de cara a la campaña de Navidad, una de las épocas del año en las que más se consume.
La situación es caótica en algunos de los principales puertos del mundo, como Los Ángeles o Hong Kong, congestionados ante la avalancha de pedidos de todas partes. Faltan buques y contenedores para responder a la intensa demanda compradora derivada de la recuperación de la economía global tras las heridas del coronavirus. Enjambres de barcos esperan anclados durante días para descargar sus mercancías en sus destinos. ¿El motivo? La pandemia, aún sin erradicar, sigue lastrando las transacciones comerciales.
Mientras, Pekín mantiene su política de imponer férreos controles portuarios para impedir nuevos brotes de la enfermedad -a estas alturas, el Gobierno chino continúa sosteniendo la tesis de que la transmisión del virus llegó a su país en alimentos congelados procedentes del extranjero-. Eso ha provocado una acuciante escasez de estibadores en las terminales de Shanghái o Ningbo al estar sujeta a cuarentenas dicha mano de obra, lo que ha supuesto cierres temporales de puertos o reducciones drásticas de sus operaciones.
En cifras, eso significa que el 10 % de las mercancías que trasladan los portacontenedores vía marítima en todo el mundo se encuentran paradas a la espera de su entrega, de acuerdo con la Organización Mundial del Comercio (OMC), un dato nada desdeñable si se tiene en cuenta que el 80 % de los bienes que se consumen en el planeta se transportan por mar.
Aunque la crisis del suministro está viviendo actualmente un pico en su evolución, el origen del problema hay que buscarlo en la paralización del comercio chino al inicio de la pandemia, que trastocó la programación específica de las rutas. Cuando los barcos procedentes de Asia reanudaron su actividad y llegaron a Europa, se encontraron con unos puertos prácticamente cerrados, mientras los gobiernos del Viejo Continente lidiaban con la parte más cruda de la emergencia sanitaria. Así, se fueron formando cuellos de botella en los puertos internacionales que alargaron el tiempo del transporte, impidiendo que se realizasen todos los viajes que deberían completarse en un año para que el comercio fluyera con normalidad.
En este momento, además, hay que sumar al atasco en la distribución de mercancías el encarecimiento de la energía a nivel mundial y el alza de las tasas marítimas, como consecuencia en parte de un mercado copado al 65 % por solo cinco navieras. El resultado es el colapso del suministro que, sin lugar a dudas, se traducirá en un aumento de los precios de los productos y en la ausencia de algunos de ellos en las estanterías de los centros comerciales próximamente.
Algunos analistas hablan de crisis de oferta, como la sucedida en la década de los 70 del siglo pasado después de que la Organización de Países Exportadores de Petróleo recortara la producción de crudo, y otros, como el profesor de Economía de la Universidad de Barcelona Gonzalo Bernardos, prefieren referirse a un «desabastecimiento temporal» ante el inusitado incremento del ahorro familiar durante la pandemia, que ha propiciado en una fuerte demanda de bienes.
Tampoco ayuda el hecho de que muchas multinacionales en los últimos años han optado por concentrar la mayor parte de sus proveedores en el sudeste asiático con el objetivo de maximizar beneficios. Ni qué decir tiene que los de semiconductores, un componente fundamental en la fabricación de coches, teléfonos, televisores y otros dispositivos electrónicos, se ubican principalmente en Taiwán, China y Corea del Sur, y los embotellamientos en el transporte desde esa región están ocasionando importantes trastornos para las empresas occidentales por los retrasos en las entregas y los mayores costes del proceso.
Por ejemplo, en España entre enero y octubre de 2021 se han vendido 706.998 vehículos, un 5,6 % más que en los 10 primeros meses de 2020, pero un tercio menos que en el mismo periodo de 2019, antes de la pandemia, según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones, Anfac. «El desabastecimiento de vehículos por la crisis de los microprocesadores que está golpeando a la industria desde hace meses sigue explicando el nivel de matriculaciones tan bajo que registra el mercado automovilístico», arguye Raúl Morales, director de comunicación de la asociación Faconauto.
Desde Conepa, la Federación Española de Empresarios Profesionales de Automoción, uno de los sectores con más peso en la economía española, una portavoz asegura a este periódico que a la industria del automóvil le «preocupa que, si la crisis de las materias primas y el transporte no se soluciona pronto, pueda a empezar a haber algún problema de abastecimiento en el futuro».
A escala mundial, numerosas compañías han achacado la caída de sus beneficios a estas perturbaciones en la cadena de suministro, ya sea por el bloqueo de los puertos, la falta de conductores de camiones, la demora en la recepción de piezas o el incremento del precio de las materias primas. Los proveedores de bienes de consumo han reducido las líneas de productos para simplificar su fabricación y están diversificando sus fuentes para obtener componentes. Sin embargo, los expertos en logística destacan que la interconexión de las cadenas de suministro no augura un rápido arreglo de la situación, que se espera que se prolongue a lo largo de 2022.
Más a corto plazo, inquieta la campaña navideña. Todas las miradas están puestas en los juguetes para los niños, el producto estrella de este momento del año con la llegada de los Reyes Magos y Papá Noel. China es responsable de entre el 70 % y el 80 % de la fabricación mundial de juguetes, mientras que en España supone el 60 % de los juguetes importados, de acuerdo con los datos de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes.
Óliver Giner, responsable de comercio exterior de este organismo, advierte de que en el sector juguetero se temen retrasos. «Las estanterías de las tiendas van a estar llenas de juguetes, pero es probable que algunos productos o algunas reposiciones no lleguen a tiempo» para la Navidad, afirma en una entrevista con este medio. Además, reconoce que actualmente ya está habiendo algunos problemas puntuales de abastecimiento en determinadas compañías, aunque a principios de año ya se empezaron a vislumbrar las dificultades en la cadena de suministro y las empresas han reestructurado sus calendarios. De algún modo, se ha conseguido paliar estos efectos, añade, aunque en ciertos casos la ausencia de componentes procedentes de China, como baterías para coches para niños, han impedido la venta del producto.
Sin embargo, la realidad es que habrá subidas de precios en los juguetes por el aumento de los precios de algunos polímeros, con los que se fabrican muchos de ellos, y obviamente del transporte. Giner destaca que el precio del flete de un contenedor de 40 pies desde Cantón a Valencia se ha multiplicado por cinco en los últimos 12 meses. «Los precios van a tener que subir; el aumento de los costes se trasladará al consumidor», pronostica.
En cualquier caso, todo este conjunto de factores, incluido ese encarecimiento de los productos, está haciendo que este año se estén anticipando las compras de regalos navideños ante el temor a un desabastecimiento, una situación que constata Fernando Fernández, repartidor de una conocida multinacional de comercio electrónico en la región de La Mancha. «El cliente está siendo más previsor este año, están adelantando las compras de Navidad», apunta, si bien subraya que «el gasto que están haciendo es notable pese a la crisis económica».