La alarmante crisis del arroz en Filipinas aviva la inflación y alerta a otros países asiáticos

Granos de arroz, en Filipinas. | International Rice Research Institute (IRRI), Flickr
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Madrid. La fuerte subida del precio del arroz castiga a Filipinas, el país más vulnerable a su encarecimiento del Sudeste Asiático. Esta materia prima supone el 8,9 % de la cesta del IPC del país y, como resultado, es la principal responsable de que la inflación se haya convertido en un problema de dimensiones ciclópeas para sus 115 millones de habitantes. Una crisis que no solo pone en jaque al Banco Central de Filipinas sino que afecta a otros países asiáticos e incluso a África occidental.

Desde que en enero alcanzó un máximo de 14 años del 8,7 %, la tasa de inflación en Filipinas ha venido moderándose hasta agosto, cuando volvió a acelerarse inesperadamente por primera vez en siete meses debido fundamentalmente al aumento de los costes de los alimentos y del transporte. El IPC creció un 5,3 % interanual el mes pasado, superando el 4,7 % previsto por los economistas encuestados por Reuters e igualando el ritmo de julio. Con esas cifras, la inflación del país todavía se encuentra muy por encima de la meta del Gobierno de entre el 2 % y el 4 %, y, de media, es la más elevada de Asia este año con un 6,6 %, por delante de India e Indonesia.

Los bolsillos de los filipinos sufren. El país compra una considerable proporción de arroz en el extranjero y depende de las importaciones para satisfacer la mayor parte de su demanda energética, así que cuando se producen conmociones de los precios en los mercados a escala mundial las acusa notablemente. Si bien en los últimos meses los precios de los alimentos, que representan el 35 % del IPC, han aflojado su ascenso y el carbón y el petróleo también han abandonado niveles astronómicos, India ha impuesto recientemente restricciones a las exportaciones de arroz, lo que ha tensionado más el precio de la comida en Filipinas, donde este ingrediente es básico en la gastronomía local. Además, existe preocupación sobre los efectos de El Niño sobre las cosechas, un fenómeno climático que causa estragos por sus intensas lluvias.

El presidente filipino, Ferdinand Marcos Jr, anunció este verano que, con el objetivo de mantener controlados los precios de consumo, su Gobierno aumentará la producción alimentaria y el suministro con las importaciones oportunas. Dentro de sus prioridades está desarrollar el sector agrícola, que representa el 10 % de la economía del país. Asimismo, para mantener a raya los precios, se han establecido topes a los precios del arroz, medidas que continuarán en vigor mientras el Gobierno lo estime necesario, al tiempo que se contemplan reducir las tasas sobre el grano para rebajar los costes.

La presión de la sociedad es creciente ante el encarecimiento de la cesta de la compra y mientras el mandatario pronunciaba su discurso en el congreso cientos de manifestantes exigían fuera que el Gobierno adopte medidas para elevar los salarios y poner coto a la rampante inflación.

La población además está lidiando con una factura de la luz cada vez más gravosa. La Manila Electric Company (Meralco), la principal compañía eléctrica de Filipinas con cerca de 7,7 millones de clientes, ha informado de que a partir de septiembre subirá su tarifa en 0,5 pesos (0,008 dólares) por kilovatio hora, lo que ha cogido por sorpresa a muchos consumidores. El precio de la electricidad en Filipinas, que depende sobremanera de las centrales térmicas de carbón para cubrir la demanda, es uno de los más altos del Sudeste Asiático y podría contribuir a que la inflación siga elevada en el futuro.

Por tanto, si los precios del arroz y del carbón, materias primas que la nación importa en grandes cantidades, aumentan en los mercados internacionales, a Filipinas no le queda otra que asumir una factura cada vez más abultada, ya que no posee reservas de carbón nacional como Indonesia ni su producción de arroz es autosuficiente, lo que sí ocurre en otros países de la región como Tailandia o Vietnam. Es decir, los filipinos viven entre Escila y Caribdis.

Además, la estructura de la economía del país tiene que ver también con las mayores presiones inflacionistas que soporta en comparación con sus vecinos. La electricidad, por ejemplo, es más cara porque el consumidor tiene que hacer frente a los costes de generación, mientras que otros países del Sudeste Asiático han adoptado políticas menos condescendientes con el mercado. En Indonesia, es el Estado el que absorbe el incremento de los precios de la electricidad mediante subsidios a los ciudadanos, con lo que el consumidor queda aislado del quebranto inflacionista que sí sufren los filipinos.

El Banco Central de Filipinas optó en su día por combatir los altos niveles de inflación con alzas de tipos de interés sustanciales, nada menos que 425 puntos básicos entre mayo de 2022 y marzo de este año, en su afán por controlar la inflación y estabilizar el peso filipino.

En la actualidad, la entidad se encuentra en estado de espera. El pasado agosto, mantuvo sin cambios el precio del dinero en el 6,25 % por tercera reunión consecutiva, argumentando que tiene que sopesar la necesidad de apoyar el crecimiento de la economía frente a su empeño por embridar la inflación. Esa cautela se agudizó tras el último dato del Producto Interior Bruto, que registró su ritmo más lento en casi 12 años por la contracción del gasto público y la debilidad de la demanda interna, con un 4,3 % de expansión entre abril y junio respecto al mismo periodo del año anterior, desacelerándose por tercer trimestre consecutivo. El banco central prevé que el PIB crezca este año por debajo del objetivo del Gobierno de entre el 6 % y el 7 %.

En 2022, Filipinas se situó entre las economías emergentes más exuberantes, con un crecimiento del 7,6 %, su mejor registro desde 1976, sustentado en parte por una pujante clase media. Marcos Jr. aún aspira a que la economía del archipiélago, formado por más de 7.000 islas, se expanda un 8 % en 2023 y reduzca a la mitad el índice de pobreza, que en 2021 -la cifra más reciente- era del 18 %. Con esa ambición, ha reiterado su promesa de destinar un 6 % del PIB a inversiones en infraestructuras de transporte y suministro de agua del país.

De cara a la próxima reunión de tipos prevista para el 21 de septiembre, el gobernador del banco central filipino, Eli Remolona, ha dicho este mes que por el momento no hay necesidad de subir el precio del dinero siempre que no se produzcan nuevos shocks en la oferta y que confía en que la inflación alcance el objetivo del 2 %-4 % en octubre. Sin embargo, tras la publicación de los últimos datos de IPC, la entidad también señaló en un comunicado que está «lista para ajustar la política monetaria como sea necesario» con el fin de evitar que las presiones sobre los precios se extiendan y se produzcan efectos de segunda ronda. En resumen, el banco central tiene ante sí un verdadero dilema.

Además, el desbocado repunte de los precios del arroz en Filipinas podría tener consecuencias más allá de sus fronteras y ser una señal de alerta para otros importadores de esta materia prima, dado que las restricciones a las exportaciones de India podrían sentirse en todo Asia y África Occidental, donde el arroz es un elemento vital de la dieta.

La magnitud de la preocupación por la seguridad del suministro de este bien llevó Marcos Jr. a reunirse con Pham Minh Chinh, primer ministro de Vietnam, el principal proveedor de arroz de Filipinas, durante la cumbre de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN) celebrada en Yakarta, Indonesia, a principios de septiembre para abordar un acuerdo por cinco años. Senegal está dando pasos parecidos con India para asegurarse también el suministro, mientras que Indonesia ha alcanzado un acuerdo con Camboya para abastecerse de arroz por primera vez en una década.

Por su parte, Malasia ha establecido un límite a las compras y ha empezado a vigilar a los comercios mayoristas tras las acusaciones de que han vendido grano local como arroz importado a un precio más alto, mientras que Myanmar también ha puesto en marcha un sistema para registrar los volúmenes de arroz almacenado con el fin de controlar los precios y evitar la especulación.

Pero, por el momento, Filipinas es quien se está llevando la peor parte. No solo los consumidores están viendo cómo su presupuesto familiar merma de manera alarmante por el avance incontrolado de la inflación, sino que los mercados financieros locales también están rindiendo peor que otros de la región. Los inversores han retirado 13 millones de dólares de ETFs de bonos filipinos en las cuatro semanas hasta el 8 de septiembre. Por su parte, el Philippine Stock Exchange Index, el principal índice bursátil del país, ha caído un 4,3 % en los tres meses hasta septiembre y las pérdidas podrían ampliarse ante los temores por un posible endurecimiento de la política monetaria del banco central, mientras que el peso filipino ya es la divisa que peor se comporta en Asia este trimestre con un descenso superior al 2,6 % frente al dólar.

Y es que, como advirtió el célebre economista estadounidense Milton Friedman, “la inflación es un impuesto sin legislación”. La meteórica subida del precio del arroz en Filipinas o del aceite de oliva en España así lo atestiguan.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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