La nueva Ruta de la Seda (I): la gran obra de Xi Jinping
Madrid. Empezó el XX Congreso del Partido Comunista chino que presagia un tercer mandato presidencial para el actual dirigente, Xi Jinping, sin precedentes desde la muerte de Mao Zedong. Después de una década de gobierno férreo, Xi tiene por delante otro lustro como mínimo. Tanto la propia China, como el panorama que le rodea cambiaron considerablemente en los últimos años. Pero algo seguía intacto en Pekín: la obra maestra del «nuevo gran Timonel»: la nueva Ruta de la Seda, llamada la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR).
Sin embargo, los cataclismos internos y externos por igual que sacudieron al gigante asiático en los últimos años (la COVID-19, la crisis inmobiliaria y la guerra en Ucrania) ponen en una posición difícil el ambicioso estratagema de Xi. ¿Qué le guarda el futuro a este proyecto geopolítico de la segunda economía mundial?
La Franja y la Ruta (conocida en inglés como “Belt and Road Initiative”) fue propuesta por primera vez por Xi en Astaná, capital kazaja, en 2013, cuando el dirigente chino visitaba a su homólogo, Nursultán Nazarbáyev. El proyecto consistía en recrear el concepto de la Ruta de la Seda, una ruta comercial de la época medieval que unía el mercado de China con Oriente Medio y Europa. En la práctica sería un conjunto de infraestructura (carreteras, túneles, líneas ferroviarias, puertos, gaseoductos, oleoductos y muchas otras instalaciones estratégicas) por toda Eurasia. El objetivo sería aumentar la interconectividad de los mercados internacionales con el chino y reducir considerablemente los costes y el tiempo de transporte, expandir el empleo y la estabilidad local, además de proyectar la influencia económica de Pekín por todo el mundo.
Según el plan, la ruta terrestre estaría compuesta por varios corredores (su número difiere según la fuente), entre los cuales destacan el Nuevo Puente Intercontinental de Eurasia (que pasaría por Xinjiang, Kazajistán, Rusia, Bielorrusia, Polonia y Alemania), el Corredor China-Asia Central-Asia Occidental (cruzaría Asia Central para llegar a Oriente Medio y después a Europa Oriental por Turquía), el Corredor Económico China-Indochina y el corredor económico chino-pakistaní. Además, se planea una ruta marítima que una el océano Pacífico con el Índico y muchos otros proyectos.
La Franja y la Ruta tiene también una base ideológica. China intenta mantener la imagen de un buen socio para los países en vías de desarrollo, a menudo ignorados por Occidente. Como proveedor de crédito más sencillo, Pekín es muy popular entre los gobiernos de Asia, África y América Latina. Además, la nueva Ruta de la Seda se convertiría en uno de los mayores proyectos globalizadores de la historia. Esto combina perfectamente con la retórica de Xi Jinping del carácter globalizador que tiene la propia China. El mundo unipolar está acabando y será sustituido por la multilateralidad liderada por el gigante asiático que pretende representar a todos los oprimidos por el capitalismo mundial. China consiguió alcanzar el éxito económico y está dispuesto a compartirlo con los que lo necesiten. Por lo menos esa era la idea inicial.
En casi una década de existencia, 149 países se adhirieron a acuerdos en el marco del proyecto. Países europeos, asiáticos, africanos e incluso americanos firmaron contratos con empresas y bancos chinos para formar parte de la nueva Ruta. Según un informe del Banco Mundial (BM), los países que constituían el corredor verían el tiempo de transporte por mar rebajado un 4 % de promedio con los demás participantes del proyecto, lo que induciría una reducción de costes de 3,5 %. Mientras tanto, la bajada de precios incentivaría exportaciones, que aumentarían un considerable 10 % en los países miembros y un 6 % en el demás mundo.
Además, el análisis llega a la conclusión de que el proyecto podría ser considerado un bien público ya que mejoraría la conectividad promedia incluso entre países fuera de los corredores propuestos (un 2,5 % menos de tiempo y 2,2 % de gastos). El proyecto acabado aumentaría el PIB mundial en 7,1 billones de dólares (más que el PIB japonés y casi el doble del alemán), según el informe de la británica Centre for Economic and Business Research. La enumeración de beneficios podría ser infinita.
Sin embargo, el informe del BM admite que la utilidad de la ruta varía según la región. Países sin salida al mar (como las naciones de Asia Central) recibirían acceso a numerosos puertos extranjeros y consecuentemente a nuevos lucrativos mercados. Mientras tanto, el Sudeste Asiático disfrutaría del inmenso flujo de mercancías entre el Pacífico, el Índico y el Mediterráneo. Por otra parte, algunos, al revés, sufrirán una reducción de exportaciones (como Polonia, por ejemplo) debido a la dificultad de competir con la producción extranjera.
Incluso proyectos individuales (elementos de la IFR) pueden tener un impacto beneficioso para el receptor. El análisis cita dos ejemplos: el puerto del Pireo (Atenas) y la carretera Almaty-Khorgos, entre Kazajistán y China. El primero recibió vastas inversiones de la empresa estatal china COSCO, una de las mayores compañías navieras del mundo. Desde 2008, la empresa dirige una de las terminales del puerto griego. El acuerdo incluye inversiones chinas en la infraestructura ferroviaria alrededor de Atenas, además de la modernización de las instalaciones marítimas. De ser un puerto cualquiera, el Pireo se convirtió en 2018 en el sexto más grande de Europa por cantidad de contenedores, adelantando, por ejemplo, a Barcelona y Algeciras (España). Mientras tanto, la carretera centroasiática redujo el tiempo que llevaba llegar de la ciudad china de Khorgos (en Xinjiang) a Almaty (ciudad meridional kazaja) un 40 % añadiéndole dos carriles.
Aun así, a pesar de los beneficios que aparentemente promete la nueva Ruta de la Seda, el proyecto está teniendo dificultades para proseguir. Al fin y al cabo, es un plan monumental y muy ambicioso. Los principales problemas son tres: la deuda insostenible de varios países a lo largo de la ruta, las discrepancias políticas entre los miembros del proyecto y la ralentización de la economía china. Estas tres cuestiones ponen en peligro todo el plan megalómano chino.