Naruhito rejuvenece la Corona de la envejecida Japón
Madrid. Los 59 años que servirán al príncipe heredero Naruhito para inaugurar el 1 de mayo su reinado y la era Reiwa suponen la sucesión real por edad más tardía desde la restauración Meiji en Japón, que afronta el problema demográfico de perder más de la mitad de su población en un siglo.
La abdicación del trono de Akihito, anunciada en 2016, sitúa a Naruhito al frente de una Corona que impide la sucesión femenina -y por tanto la cesión real en la princesa Aiko– y mantiene solo a dos varones en la línea sucesoria, su hermano y su sobrino, Fumihito e Hisahito.
El relevo de Akihito, que heredó el trono a los 56 años tras la muerte del emperador Hirohito en 1989, se verá así superado por el de Naruhito en una renovación de la Casa Real japonesa y de su valor simbólico que coincide con la pérdida regular de población en una sociedad envejecida y el estancamiento del mercado laboral, necesitado de mano de obra.
La cima en la estadística de 128 millones de habitantes en 2008 cae en picado, según las cifras del Instituto Nacional de Investigación sobre Población y Seguridad Social. Los mayores de 65 años doblan en cantidad a los menores de 14. La fuerza laboral de los japoneses en edad de trabajar decae mientras aumentan los jubilados, y la tecnología suple la carencia de mano humana, que pierde importancia en el trabajo conforme la tecnología avanza en su desarrollo.
La previsión de 88 millones de habitantes en 2065 y de 50 millones en 2115 hacen de la cuestión demográfica el principal rompecabezas de la era Reiwa. La comparación retrotrae al Japón del próximo siglo a niveles de población de la subida al trono de Hirohito, en 1926.
En esta encrucijada, la esperanza de vida, que alcanzó el peldaño de los 80 años en la década de los 90, no deja de crecer, en especial para las mujeres, que con 87 años de expectativa -frente a los 81 de los hombres- colocan a Japón en lo más alto entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Asimismo, el saldo negativo entre nacimientos y muertes da como resultado una pérdida anual de población superior al cuarto de millón de personas.
En la convivencia entre una alta esperanza de vida y una baja natalidad -1,4 hijos, lejos de los 2,2 de 1971-, el mercado laboral saluda el nuevo plan del Gobierno del primer ministro, Shinzo Abe, aprobado en diciembre por la Dieta y en vigor desde este mes, para la llegada a Japón de 345.000 inmigrantes con un permiso de trabajo renovable de cinco años.
Los datos de la OCDE cuantifican la inmigración en Japón en torno a los 100.000 inmigrantes por año desde inicios del siglo. La medida del Gobierno prevé satisfacer la demanda laboral y contribuir a la sostenibilidad de un sistema de pensiones que, como en España, engorda en número de beneficiados sin saber de dónde extraer para ellos tales beneficios.
La baja tasa de desempleo del 2,4 por ciento ha motivado la decisión del Ejecutivo de Abe de abrir más la puerta a los trabajadores foráneos. Los extranjeros representan el 2 por ciento de la población de Japón, 2,5 millones de personas. Del respaldo social aún desconocido depende la efectividad de la medida, que sirve como remedio en pruebas ante la crisis interna.
De no mediar una reforma que permita a la mujer heredar la Corona, Japón pondría en manos del joven Hisahito un largo reinado paralelo a la capacidad o no de los distintos gobiernos de revertir esta crítica situación de envejecimiento.