Los reyes de España viajan a Japón con muchas bazas
Madrid. Los reyes de España visitan Japón del 4 al 7 de abril en un viaje que coincide con el renovador florecimiento de los “Sakuras”, que parece que este año van más atrasados al igual que ocurrió con la llegada de los monarcas, aplazada en su momento por la crisis política española, pero afortunadamente muy japonés, “justo a tiempo”.
Sin embargo, el ambiente de Japón durante esta temporada de los “Sakuras” es de acogimiento de la belleza y de humanísima cercanía entre todos. Buena baza ambiental de llegada.
La agenda es casi lo de menos, con seguir los protocolos vigentes bastará. La mayor influencia a largo plazo será la de la imagen que proyecten. Es el primer viaje de Felipe VI como Rey, y con la Reina Letizia van al país del triunfo de lo “guay” (“kakkoo ii”), y ellos lo son. En lo “guay” entra todo; su calidad depende sólo del protagonista. Baza ganadora en su caso por la segura superior imagen de que indudablemente gozan en Japón. Lo mismo que ocurrirá con cualquiera de sus acciones o detalles vitales que con suerte lleguen a ser calificados de “guays”. La expectativa es máxima.
Recuerdo la locura de la visita de la Reina de Inglaterra en Mayo de 1975. Desde la corona que lucía hasta sus modelos de sombreros, o sus alusiones a productos ingleses de consumo, sembraban de artículos la prensa. Y así, su imagen, y la del Reino Unido, se hizo todavía más cercana al Japón.
Ocasión inmejorable ahora para vitalizar la imagen de España en Japón, un tanto esclerótica a veces de exotismo y farándula. Mostrar que somos un pueblo actual y cercano. Vale todo, dada la categoría de los protagonistas. Una alusión a nuestros campeones allí conocidos, como el patinador Javier Fernández y su paralelo Yuzuru Hanyu, o Nadal y Nishikori. Una insinuación sobre si las cerezas de su coctel serán de las que tradicionalmente importan de España para coronar sus dulces. Tomar con el té “Castera” de Nagasaki, que no es más que el bollo heredero de nuestras magdalenas al punto sumo de sofisticación con sabores también de té o chocolate.
Y, por supuesto, lucir cualquier accesorio o vestido de sabor o clara marca española. Incluso insinuar su deseo de haberse podido desplazar a la playa de Onyuku donde se dieron el primer abrazo popular España y Japón. Las desnudas recolectoras de algas calentaron con sus cuerpos a los ateridos sobrevivientes del naufragado galeón San Francisco en 1609. E incluso tocar el palo mayor que por allí anda. A cien kilómetros de Tokio, a tiro de excursión de un día para cualquiera. Cosas que son suyas y nuestras que se pueden volver “guay”. Acercamiento de pueblos.
Shinzo Abe, el primer ministro japonés, volvió feliz de su primera entrevista con Donald Trump porque había logrado “acercase” al reciente mandatario estadounidense. Y se atrevió a declararlo públicamente como el gran resultado de su viaje. Extraño país Japón, a veces, porque no hubo ni una crítica a su declaración. A ese país van Don Felipe y Doña Leticia.
Al país no de solo protocolo, sino de tradicional creencia en el acercamiento humano como llave primera para el entendimiento y la cooperación internacional. Es su lema oficial, y repetido machaconamente para los Olímpicos: “Omotenashi” (Acogimiento, o sea, una palabra japonesa que define el valor de la hospitalidad, el arte de procurar que un huésped se sienta como en casa. Su objetivo es que todo visitante se sienta acogido en el 2020, es decir, cercano a Japón.
El primer ministro Abe acaba de visitar Bruselas y declarar a los presidentes de la Unión Europea (UE) y del Consejo, que es el momento de vitalizar las relaciones bilaterales europeo japonesas. La labor de acercamiento hispano japonés que pueden hacer los reyes con su magnífica imagen para vitalizar nuestras relaciones puede ser insospechadamente duradera. Porque cualquier detalle que haya sido elegido tan natural como sabiamente, y acaben calificándolo de “guay”, puede hacerse viral.
El ambiente de los “Sakuras”, el momento de nuevas relaciones internacionales, nuestra reconocida cordialidad coincidente con su actual deseado “Omotenashi”, la interactivación de nuestro pasado común con el momento actual, y esos detalles vivos acordes con las tendencias actuales, son bazas irrepetibles que pueden hacer de este viaje real un éxito de acercamiento. Son muchas.