Todo listo para la tercera cumbre entre las dos Coreas bajo la cautela y la incertidumbre

Foto: wikipedia
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Madrid. Tenía que llegar y llegó. Eso sí esperemos que la actitud positiva Corea del Norte no se tambalee en ningún momento dado las siempre difíciles relaciones entre la dos Coreas, pero en esta ocasión a través del deporte olímpico se dio el primer paso para celebrar la tercera cumbre intercoreana a finales de abril próximo, una cita que dará oxígeno al régimen de Kim Jong-un, dispuesto a dialogar su programa nuclear y a conversar con EEUU.

Dos han sido los aspectos más importantes que han propiciado a Corea del Norte proponer al Sur una tercera cumbre. Por un lado, la economía norcoreana se ha visto muy “tocada” al destinar gran parte de su presupuesto al desarrollo nuclear y a cuyas Fuerzas Armadas dedica el 16 por ciento del PIB, además de un cada vez mayor avance en la iniciativa privada, donde un importante sector ya ha acumulado hábitos que originan que unos cuatro millones de norcoreanos vivan de estos mercados, y ahora cerrarles el “grifo” por muy autorizados que estén por el régimen traería serios problemas de estabilidad.

Y, por otro, la economía norcoreana también se ha visto dañada por las fuertes sanciones impuestas al régimen comunista, cuyo impacto ha sido más fuerte de lo que Pyongyang había pensado, pero lo que realmente impera es una realidad insostenible desde el punto de vista económico y ahora esta tercera cumbre, siempre y cuando se desarrolle con normalidad, puede servir a Corea del Norte para dar un giro en su economía y política, donde Corea del Sur le apoyará y le facilitará el acercamiento para dialogar con su enemigo acérrimo e histórico como es Estados Unidos.

La coincidencia es unánime en cuanto a la cautela e incertidumbre sobre el éxito de esta cumbre, pues las dos precedentes, celebradas en Pyongyang, en 2000 y 2007, entre el líder norcoreano, Kim Jong-il, con los ex presidentes Kim Dae-jung y Roh Moo-hyun, los tres ya fallecidos, pero que sólo sirvió para reforzar al régimen norcoreano que no efectúo cambio alguno, aunque, eso sí, la tensión entre las dos Coreas bajó.

Tal vez lo positivo de esta tercera cumbre radique en que su celebración en la aldea de Panmunjom, la zona desmilitarizada que separa a las dos Coreas, sea más práctico que en Pyongyang como las dos anteriores, donde el control en las dos citas fue casi total por parte del régimen norcoreano, pero quizás en este lugar pueda producirse una realidad distinta que tampoco se prevé resultados espectaculares, pues lo único que interesa es negociar el programa nuclear norcoreano y diseñar unas negociaciones definitivas con EEUU y Corea del Sur para estampar un acuerdo de paz que suponga el fin de este anacronismo de “guerra fría” aún existente en la península coreana.

El optimismo y la cautela han predominado en esta semana tras el anuncio norcoreano de que dialogará sobre su desnuclearización, pero nadie olvida los malos antecedentes del régimen comunista cuando las negociaciones no llegaron a cuajar en otros momentos, de ahí que el  propio presidente surcoreano, Moon Jae-in, vea todo con más realismo que optimismo, en especial cuando la oposición política del país es bastante escéptica sobre esta realidad.

Partiendo de la base que ni Corea del Sur ni EEUU van a invadir Corea del Norte, ni Pyongyang va a provocar una guerra nuclear sabiendo sus graves consecuencias, el régimen de Kim Jong-un quiere seguridad para negociar el abandono de su arsenal nuclear si se garantiza la supervivencia del régimen y al menos hasta ahora “nadie” ha querido “derrumbar” su régimen, sino más bien que cambie de política, abandone sus amenazas nucleares, deje de lanzamientos de misiles o de cualquier provocación que origina una enorme inquietud en la comunidad internacional.

El régimen norcoreano ya está convencido de que puede tratar de “tú a tú” a Estados Unidos tras probar con “éxito” el misil intercontinental en 2017, y como dicen sus autoridades se ha logrado un cierto equilibrio estratégico con EEUU, y es precisamente este mensaje el que Pyongyang transmite a su pueblo, a sus ciudadanos, que viven en un permanente “estado bélico” desde la fundación del país en 1948.

Tanto EEUU como Corea del Norte negociaron de manera bilateral sobre el programa nuclear norcoreano fue a finales de 1993, logrando un acuerdo que luego fue fracasó unos años después por las reticencias del régimen de dejar de producir y vender misiles y también por una cierta intransigencia de los Republicanos estadounidenses.

Aunque eso sí, el mayor fracaso hasta ahora han sido las llamadas conversaciones a seis bandas para la desnuclearización de la península, en las que participaron las dos Coreas, EEUU, China, Rusia y Japón, pero suspendidas desde 2008, y tal vez la mejor fórmula para poner fin a la crisis nuclear norcoreana.

Toda mejora en las relaciones entre las dos Coreas siempre será positivo, pero al régimen comunista le asusta la normalidad y habrá que ver el desarrollo de los inminentes acontecimientos y esperando que las maniobras conjuntas entre los ejércitos de EEUU y Corea del Sur, que, de momento, las mantienen, para abril, no impida este encuentro entre las dos Coreas que debe ser definitivo para mejorar el nivel de vida de sus 25 millones de habitantes, cuyo país registra una renta per cápita en torno a los 1.000 dólares.

Y mientras tanto ya se encuentra en Corea del Sur la delegación norcoreana para participar en los Juegos Paralímpicos de Pyeongchang 2018, un evento más en este deshielo político que todos confían y que todos sueñan que no sea una quimera, más bien una realidad que a quienes más beneficiarán serán a los ciudadanos norcoreanos.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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