La Unión Europea apura el plazo para conceder el estatus de economía de mercado a China

Madrid. Aunque el sí se vislumbra próximo, la Unión Europea (UE) se resiste a otorgar la consideración de economía de mercado a China, cuando se aproxima el decimoquinto aniversario del ingreso del ‘’gigante asiático’’ en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2001, inaugurándose entonces un periodo de quince años que finaliza en diciembre para una polémica concesión que divide a la comunidad internacional.
La UE muestra recelo ante las consecuencias que conllevaría cambiar la catalogación actual de no estatus conferida a China, que ha permitido imponer sanciones a sus exportaciones por prácticas de dumping, por comercializar productos por debajo del precio normal o el coste de producción.
El nuevo escenario evitaría a los productos chinos pasar los exhaustivos controles realizados a los países excluidos de la valoración (NMES, en inglés) y facilitaría, al mismo tiempo, desviar con mayor intensidad la superproducción industrial china hacia Europa, aunque los analistas señalan que, de pasar a ser calificada como economía de mercado (MES), su incidencia sería mínima en el conjunto del comercio con la potencia asiática.
De ahí que, durante el último encuentro oficial entre ambas partes, que tuvo lugar hace dos semanas en Pekín, el presidente chino Xi Jinping y el primer ministro Li Keqiang intensificaran las negociaciones con las instituciones europeas, representadas por Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, y Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, para la búsqueda de una salida favorable a los intereses chinos y, del mismo modo, apoyo de terceros países de cara a la cumbre del G-20 que China albergará a comienzos de septiembre.
Hasta el momento, Rusia, Argentina, Brasil o Australia han reconocido el estatus de economía de mercado a China, al igual que Suiza y Noruega, países europeos pero independientes de la UE que han firmado un Tratado de Libre Comercio (TLC) con la superpotencia asiática, como es el caso de Berna, en 2014, o mantienen negociaciones para ello, como Oslo.
En el lado opuesto, Estados Unidos, India o Japón, como rivales geopolíticos y monetarios, rechazan otorgar dicha concesión a la economía china, a pesar de la reforma económica, institucional e industrial llevada a cabo por el Gobierno chino en la última década, intensificada con el 13º Plan Quinquenal (2016-2020), aprobado en marzo por la Asamblea Popular Nacional (APN).
Cecilia Malmström, comisaria de la Cámara de Comercio europea, declaró en febrero que ‘’la UE debe buscar una solución, en línea con las reglas de la OMC, que permita seguir protegiendo la economía europea frente a las importaciones por debajo de coste desde China al tiempo que se reconoce a ese país como un socio comercial clave’’, argumento que choca con la posición de la mayoría del Parlamento europeo, que pide una mayor protección para la industria continental.
En este sentido, una vez concedido el estatus de economía de mercado a China, informes de la UE prevén la pérdida de alrededor de 200.000 puestos de trabajo, una cifra muy distante de la estimada por parte de la asamblea europea, que eleva la cantidad por encima de los tres millones de empleos.
El Ministerio de Comercio chino, por su parte, ha reiterado la solicitud a Europa de ‘’suspender el viejo método de investigación antidumping’’ y, como represalia ante las presiones sobre la UE de los partidarios de la no concesión, ha incrementado en las últimas horas los aranceles sobre el acero eléctrico y la fibra acrílica provenientes de Japón, Corea del Sur, Turquía y la propia UE.
China y la UE establecieron relaciones diplomáticas en 1975 bajo la supervisión de Deng Xiaoping, firmaron el primer acuerdo comercial y económico diez años más tarde, en 1985, y afrontan desde 2013, con el inicio del mandato presidencial de Xi Jinping, la Agenda Estratégica de cooperación 2020, centrada en la colaboración mutua sobre paz y seguridad, prosperidad, desarrollo sostenible e intercambio de personas.
La relación, desde entonces, ha convertido a China en el segundo mayor socio comercial de la UE, solo superada por Estados Unidos. En 2015, las mercancías chinas significaron el 14,8 por ciento del comercio total europeo, con un volumen comercial de 520.000 millones de euros, tres puntos más respecto a 2014 -11,6 por ciento-, según Eurostat.
Ahora, cuatro décadas después de la apertura diplomática, ambas partes están condenadas a entenderse, por el bien del comercio bilateral y con vistas a un futuro TLC que abarque todo el continente europeo; no obstante, la respuesta afirmativa de Europa irá acompañada de condiciones con el objetivo de proteger su industria, como requiere la Administración estadounidense, factor que China aceptará en aras de consolidar aún más su posición dentro del marco capitalista.