La mafia japonesa -yakuza- arrima el hombro en plena crisis del coronavirus

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Madrid. La mafia japonesa, mejor conocida como la «yakuza», no solo se dedica a negocios turbios como el contrabando de drogas, pornografía o a la gerencia de casinos y casas de juego; pues desde la llegada del coronavirus distintos clanes han optado por ayudar a la sociedad de diversas maneras.

Una de ellas es el reparto gratuito de suministros a sectores de la población más necesitados o con mayores problemas para su acceso, como pueden ser los ancianos o personas con dependencia, ya que Japón cuenta actualmente con más del 28 por ciento de sus habitantes por encima de los 65 años, según datos publicados en septiembre.

Por otro lado, los clanes jóvenes de la «yakuza» o miembros violentos no pertenecientes a grupos asentados, conocidos como «hangure», han optado por vender clandestinamente material sanitario que debido a la pandemia está escaseando en todas partes; mientras que en Japón durante los últimos días cadenas de supermercados y tiendas de ultramarinos han podido abastecerse con mascarillas.

No es la primera vez que la «yakuza» ha hecho acto de presencia en tiempos de crisis, ya que fueron varios clanes los que acudieron a limpiar los reactores de Fukushima tras el desastre causado por el tsunami de 2011.

Se han ofrecido asimismo a desinfectar el crucero «Diamond Princess», el cual llevó a cabo la cuarentena de 14 días en la costa de Yokohama en febrero tras haber dado 545 de sus más de 3.700 pasajeros positivos en coronavirus. Al final, el total del personal infectado que había viajado en el crucero fue de 711 casos.

De cara a la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio en julio, finalmente pospuestos para verano de 2021, la directriz de la «yakuza» había estado dando recomendaciones sobre la portabilidad de armas de fuego entre sus miembros, ya que no querían empeorar su imagen a nivel internacional tras haber protagonizado más de un tiroteo y asesinato en tiempos recientes.

Y es que la mafia japonesa ha ido combinando una imagen de crimen violento y organizado con otra de parias que ayudan a la sociedad cuando casi nadie más lo hace desde décadas atrás.

Su auge fue especialmente significativo en los ochenta, momento en el que empezó a estallar la crisis económica en Japón y que distintos clanes aprovecharon para extorsionar a empresas locales y aportar mano de obra barata, a menudo ilegal, esto último algo que estaría aportando a su vez para las Olimpiadas.

No obstante, la «yakuza» atraviesa momentos difíciles debidos a la crisis del coronavirus, pues sus ingresos, vinculados en gran medida al contrabando y al control de las casas de juego, han disminuido considerablemente.

De esta forma, ha sido el caso de las casas de juego con máquinas similares a tragaperras situadas en hileras conocidas como «pachinko», a las cuales muchos japoneses de mediana y avanzada edad son aficionados. Cuando el primer ministro Shinzô Abe declaró la emergencia nacional el 16 de abril, varios de estos lugares que permanecieron abiertos.

Así, fue el gobernador de Osaka, Hirofumi Yoshimura, el primero en recolectar y mostrar públicamente el nombre de estos establecimientos a finales del mes pasado con la intención de obligarlos a cerrar, decisión que fue en gran medida exitosa e imitada posteriormente por otros dirigentes como la gobernadora de Tokio, Yuriko Koike.

La mafia japonesa controla un número significativo de estos locales, de donde obtienen cuantiosos ingresos, por lo que su cierre ha afectado a sus cuentas, ya de por sí dolidas. Y en medio de esta situación, han optado por la cooperación social y un cierto lavado de imagen.

Otro de los motivos que los ha movido a actuar en este caso es la avanzada edad de muchos de sus dirigentes, considerados en población de riesgo ante el coronavirus. Los clanes de la «yakuza» se mueven por algunos de los valores confucianos aún muy presentes en la sociedad japonesa como son los grados de respeto a sus superiores, según sea el rango o la longevidad.

El gobierno japonés se ha mantenido oficialmente ajeno a estos movimientos de la «yakuza» y la propuesta de desinfección del «Diamond Princess» fue de hecho rechazada por parte del ejecutivo liderado por Abe. No obstante, la ayuda de estos grupos organizados ha resultado conveniente en varias ocasiones donde la situación ha sido de extremo riesgo, recordando de nuevo a Fukushima.

El estado de emergencia sanitaria, en vigor en Japón desde el pasado 7 de abril, ha sido prolongado hasta el 31 de mayo, aunque el primer ministro Abe podría levantar la alerta sanitaria antes de esa fecha dependiendo del número de contagios, los cuales en todo el mundo llegan a 3,6 millones y casi 258.000 muertos, mientras en el país nipón la cifra de fallecidos supera las 500 personas y los infectados en algo más de 15.000.

 

Ana Alonso Giménez

Licenciada en Historia (especialidad en antropología), directora de Fantasy Cloud S.L y colaboradora en varios blogs que versan sobre Japón

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