La delegación de alto nivel norcoreana en la clausura de los JJOO de Pyeongchang, una apuesta al diálogo
Madrid. Los JJOO de Pyeongchang terminan, unos juegos que de momento están sirviendo para el deshielo entre las dos Coreas, donde la participación olímpica de Corea del Norte y el envío de una delegación de alto nivel a la clausura de los juegos Olímpicos, todo parece indicar que Pyongyang está dispuesta a fortalecer el diálogo pese a la amenaza que pueda suponer el reinicio de las maniobras militares conjuntas entre Corea del Sur y EEUU.
La delegación norcoreana, que permanecerá tres días en Corea del Sur, está encabezada por Kim Yong-chol, vicedirector del comité central Partido de los Trabajadores, e incluye a Ri Son-gwon, responsable de la agencia de relaciones intercoreanas, quien ya estuvo en la inauguración de los Juegos de Invierno, y la particularidad de esta clausura coincidirá con la presencia de Ivanka Trump, hija del presidente de EEUU, que será un momento clave para que también el régimen de Kim Jong-un pueda abrir el diálogo con Washington.
Todo está “cogido entre alfiles”, el escepticismo es alto y la credibilidad a las intenciones de Corea del Norte no apasiona a la mayoría de la sociedad norcoreana, que acaba de enterarse que la reciente e histórica visita a Corea del Sur de una delegación norcoreana encabezada por Kim Yo-jong, la hermana del líder Kim Jong-un, a la inauguración de los JJOO costó al Gobierno de Seúl 180.000 euros, de los que la mitad se destinaron al alojamiento, según el Ministerio Unificación.
Precisamente este escepticismo de lo que pueda suceder después de los JJOO tiene dos vertientes importantes. Por un lado, la designación del general Kim Yong-chol, de 72 años, considerado un «halcón», inscrito en la lista de sancionados de Seúl por su papel en el programa nuclear sino también es considerado como uno de los máximos responsables del bombardeo a la isla surcoreana de Yeongpyeong y el hundimiento de una corbeta que Seúl acusa a Pyongyang, en 2010, que originó 46 muertos, lo que ha generado en el Sur polémicas y dudas.
Y, por otro, Corea del Sur ya ha asegurado que llevará a cabo sus maniobras militares anuales con Estados Unidos una vez concluyan los JJOO de Pyeongchang, pese al deshielo con Corea del Norte, país que considera estos ejercicios como ensayos para invadirlo y como la principal barrera para un diálogo “sincero”.
Tanto la visita de la delegación norcoreana a la clausura de los JJOO como el anuncio de las maniobras militares servirán a Corea del Norte para aprovechar el mínimo resquicio para estirar más la cuerda hasta que se rompa y al mismo tiempo acusar a EEUU de boicotear el diálogo con el Sur al presionar en la realización de estos ejercicios militares.
En realidad, las dos Coreas tienen ahora culpa de sembrar estas dudas con la sociedad surcoreana, cansada y harta de “desayunar” todos los días con las noticias de las distintas estrategias que hace el régimen de Kim Jong-un.
Primero, Corea del Norte tenía que enviar una delegación que transmita “sosiego” y esperanza definitiva en el diálogo y, segundo, Estados Unidos y Corea del Sur deberían esperar un tiempo razonable para volver a reiniciar estas maniobras militares, dado que ofrecerán muy fácilmente a Kim Jong-un un mínimo pretexto para acusar de que el diálogo es imposible cuando “estamos siendo amenazados de invasión”.
La normalidad al régimen norcoreano le incomoda y ahora tras el éxito aparente de acercamiento, tras la participación olímpica norcoreana en Pyeongchang, puede venirse abajo por la propia política de Pyongyang que sigue considerando su programa nuclear como su mejor arma defensiva y de ahí la “impaciencia “de Seúl por acometer unos ejercicios militares que pueden esperar para ver cómo reacciona Corea del Norte y a la vez no darle un mínimo pretexto para “echarse a atrás”.
Es decir, todo está “cogido con alfileres” y veremos si este comienzo del deshielo entre las dos Coreas se acaba, se arregla, se derrumba, se rompe o surge un fortalecimiento en los contactos que beneficiarán para rebajar la tensión en la península coreana pero sobre todo para que el régimen comunista vea también que su política nuclear no le da resultados económicos, y más con las fuertes sanciones impuestas por la ONU.
La única esperanza que aún queda sigue siendo China, que considera que el acercamiento que las dos Coreas han protagonizado con motivo de los JJOO de Invierno ha creado una «ventana de oportunidad» que las dos partes deben aprovechar en el futuro, y al mismo tiempo también el propio presidente surcoreano, Moon Jae-in, que apostó desde el principio por la participación olímpica de Corea del Norte, cuyo líder, Kim Jong-un, desea una tercera cumbre entre las dos Coreas.
Las intenciones de Kim Jong-un para celebrar una nueva cumbre, la primera en una década, tras las dos celebradas en la capital norcoreana en 2000 y 2007, no pueden ser como las anteriores, y ahora el presidente Moon, si acude, tiene que tener la seguridad de que Pyongyang no se volverá a aprovechar de la coyuntura política del momento como hizo su padre, Kim Jong-il, con los ex presidentes Kim Dae-jung y Roh Moo-hyun, los tres ya fallecidos, pero que sólo sirvió para reforzar al régimen norcoreano que no efectúo cambio alguno, aunque, eso sí, la tensión entre las dos Coreas bajó.
La península coreana sigue técnicamente en guerra, dado que nunca se firmó un tratado de paz, sino un armisticio al terminar la guerra civil en 1953.