El «shukatsu”, el tradicional sistema de contratación estudiantil nipón, desaparecerá en 2020
Madrid. Los nuevos tiempos requieren de nuevas realidades, en especial cuando la globalización se impone en una creciente interdependencia a nivel mundial y ahora Japón, la tercera economía del mundo, con un alto dominio de la tecnología, se ha visto obligado a eliminar en 2020, el «shukatsu”, un tradicional sistema que ofrecía empleos y recomendaciones para toda la vida a los recién graduados, lo que supondrá que esta práctica se abolirá para iniciar una nueva etapa en las contrataciones por parte del mundo empresarial.
La propia Federación Empresarial de Japón ya anunció que este sistema dejará de funcionar a principios de 2020, una vieja costumbre de contratación por el que se ha regido el país en los últimos 67 años. Pero ¿en qué consiste exactamente este proceso de “reclutamiento de trabajadores”? ¿Qué es lo que ha precipitado su caída después de tantos años de funcionamiento?
El “Shushoku Katsudo”, comúnmente conocido como “Shukatsu”, encuentra su génesis en 1953 cuando, finalizada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando las empresas se vieron sin mano de obra cualificada y la rápida expansión económica del país exigía la presencia de graduados universitarios, lo que motivó que uno de los principales lobbies del Japón de los cincuenta, Keidanren, decidiera impulsar lo que se convirtió en el sistema de contratación de jóvenes graduados por antonomasia.
Este método era harto atractivo en la medida en que, al tratarse de un “sistema de contratación de por vida”, garantizaba, en la misma empresa, a los recién graduados un puesto prácticamente de forma vitalicia, lo que suponía seguridad, estabilidad y, en algunos casos, de ascenso social.
Sin embargo, tales son los niveles de exigencia que el preparatorio establece que los estudiantes de tercer curso comienzan a asistir a seminarios laborales, hasta que, en el mes de marzo, el alumnado de cuarto curso envía sus solicitudes de trabajo para luego incorporarse en abril (primer mes del año fiscal) a sus nuevos puestos de trabajo.
A la hora de seleccionar a los integrantes de su plantilla, las empresas toman como criterios de evaluación cuestiones como el prestigio del centro universitario de que procede el estudiante, aunque es importante destacar que lo que más peso cobra en el proceso de contratación no son tanto las habilidades, como el carácter, la actitud y la motivación de los candidatos (amén de las distintas pruebas escritas).
Es decir, esto es consecuencia directa de que las compañías buscan capacitar y convertir a los jóvenes graduados en “personas de negocios a su imagen y semejanza”. Del mismo modo que, también valoran positivamente, la capacidad que tienen de reconocer sus fracasos pasados y el cómo supieron salir adelante, pues esto demuestra que el candidato será capaz de hacer frente a situaciones complejas que supongan un mayor riesgo.
Ahora bien, el “Shukatsu” no implica que el graduado pueda dedicarse a aquello para lo que se formó, sino que la propia organización se encargará de determinar la tarea que desempeñará, en función de las necesidades empresariales. O sea, esto implica que muchos trabajadores acaben dedicándose a tareas que no sólo no son de su agrado, sino que, además, son labores para las cuales no se prepararon académicamente.
En suma, algo que va ligado al hecho de que muchas de estas empresas disponen de sendas limitaciones relativas al aspecto físico (códigos de vestimenta y cortes de pelo aceptados) y psíquico que derivan en la anulación de la creatividad personal y en la no-proliferación de la personalidad misma, en la medida en que se ve como una “falta de disciplina”.
Por otra parte, en los últimos años, la caída de la tasa de natalidad ha derivado en una encarnizada lucha empresarial por contratar a los mejores estudiantes a propósito de la limitada oferta de personal cualificado y a todo esto hay que añadir que las compañías que no están sujetas a este método de contratación y a las extranjeras, que ofrecen salarios más altos y la posibilidad de una promoción laboral más rápida, han conseguido “hacerse con” los graduados más destacados.
Y es que, la llegada del “shukatsu” implica la llegada de una especie de “metamorfosis” en tanto que, en cuestión de tan solo unos pocos meses, despistados y descuidados jóvenes universitarios se convierten en “perfectos hombres y mujeres de negocios”, carentes de creatividad y de personalidad propia.
No obstante, en los últimos tiempos, las nuevas generaciones de graduados han iniciado una “revolución silenciosa” que ha precipitado la caída del sistema de reclutamiento de nuevos empleados.
De esta forma, se ha experimentado un cambio, en algunos casos quizá hasta de forma inconsciente en las mentes de los más jóvenes y es precisamente ahí donde se encuentra el motor del cambio, un cambio que anuncia la llegada de un sistema en el que la gente se dedique a aquello para lo cual se formó, pudiendo desarrollar sus capacidades intelectuales y creativas.
En definitiva, ¿de qué sirve que las propias empresas impongan a sus trabajadores la tarea que desarrollarán durante el resto de sus vidas?, ¿hasta qué punto un país que permite la anulación de la personalidad propia y la automatización de su fuerza de trabajo es un país libre?