Donald Trump siembra el caos mundial rompiendo el acuerdo con Irán

Teheran
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Madrid. Cuando el pasado 8 de mayo el presidente estadounidense, Donald Trump, denunció el Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC o JCPOA, por sus siglas en inglés), también conocido como el acuerdo nuclear Irán – 5+1, en referencia a los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania, y rompió los compromisos alcanzados en la etapa anterior por la administración de Barack Obama, sus socios europeos transmitieron al mundo, por boca de la canciller alemana Ángela Merkel, que ya no podían confiar en EEUU, al contrario de lo que había venido sucediendo desde el final de la II Guerra Mundial.

La causa radicaba en las actuaciones Trump, quien, con anterioridad, había exigido a sus aliados una mayor contribución económica a los gastos de la OTAN, había abandonado el Acuerdo del Clima de París y la UNESCO, además de cuestionar la viabilidad del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, y les había declarado una guerra comercial, con la promesa de poner aranceles a sus exportaciones de acero y aluminio a Estados Unidos y, ahora, deja solos a Francia, Reino Unido – parece que en Washington corren las apuestas para ver qué país europeo será el siguiente en dejar la Unión Europea tras el Brexit – y a Alemania, junto con Rusia y China, en el PIAC frente a Irán.

La salida del acuerdo nuclear con Irán ya había sido anunciada por Trump, primero durante su  campaña presidencial y, después de su elección, tantas veces como ha tenido ocasión con la idea de transmitir a sus votantes que él cumple sus promesas. Ésta también la ha cumplido, pese a que Irán, si nos atenemos a lo manifestado por el director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el japonés Yukiya Amano, cumple a rajatabla las condiciones más estrictas de control jamás impuestas a ningún país, según establece el acuerdo.

Con la denuncia del PIAC Trump da la espalda a los veintiocho, no sólo a Francia, Reino Unido y Alemania, que, durante doce años hasta la firma del tratado en Viena en 2015, actuaron como facilitadores del acuerdo; a China, a quien había prometido comenzar una guerra comercial sin precedentes en el ámbito internacional para corregir su déficit comercial, aunque el pasado 19 de mayo al parecer chinos y estadounidenses habían llegado a un acuerdo que desactiva la imposición de aranceles en que se iban a enzarzar; y a Rusia, que paradójicamente verá cómo aumentan sus ingresos por sus exportaciones de gas y petróleo – si Irán se ve obligado a reducir su producción como consecuencia de las sanciones – y al que una comisión de investigación del Senado norteamericano recientemente ha señalado como parte activa en la victoria de Trump en las elecciones presidenciales de 2016.

En todo caso, si Trump no consigue cambiar las condiciones del PIAC, las sanciones que volverán a aplicarse a Irán, a las que se unirán otras nuevas, obligarán a los empresarios a elegir si continuar sus actividades con Irán o, por el contrario, atenerse a lo que impondrán las sanciones y limitar sus actuaciones a las empresas estadounidenses y a las de sus aliados.

En caso de escoger la primera opción es muy probable que se produzca un incremento de la denominación de las transacciones iraníes con proveedores extranjeros en yuan o renminbi de la República Popular China y en rublos rusos por el más que probable ascenso de la actividad comercial de China y de Rusia y el consiguiente descenso de Estados Unidos, hasta el punto de que el dólar podría dejar de ser la moneda universal de reserva.

En cuanto a Arabia Saudí, aliado de Estados Unidos frente a Irán y productor de petróleo, vería aumentar sus ingresos por exportación del crudo,  tanto por la reducción de producción de Irán como por el incremento de los precios del crudo que ya han empezado su escalada y se sitúan en un nivel que no alcanzaban desde el año 2014; otro tanto le sucederá a Emiratos Árabes Unidos. Sin olvidar que, con las sanciones, Estados Unidos deja un vacío geoestratégico que intentarán ocupar Rusia, China y Turquía.

Luego, en lo que se refiere a Israel, este país que se felicita por la decisión de Estados Unidos, no aceptaría de buen grado que se produjera un arreglo que permitiera a los americanos mantenerse en el tratado, salvo si pusiera fin al programa balístico iraní.

Irán experimentará cambios, lógicamente, pero la gravedad de las sanciones tendrá un alcance limitado y tendrá las manos libres para reanudar su carrera nuclear sin haber interrumpido la producción de misiles balísticos, aunque el alivio psicológico experimentado por la población iraní con la consecución del acuerdo desaparecerá, si bien las bondades económicas de éste aún no han llegado a notarse entre los ciudadanos.

Uno de los aspectos más problemáticos será de carácter interno, al confirmarse que el sector político que se opuso a la firma del acuerdo estaba en lo cierto; de hecho el presidente Rohani, que representaba al sector partidario del acuerdo, ya les ha dado la razón en parte al manifestar que Estados Unidos no cumple sus compromisos internacionales. En cuanto a la prohibición de negociar con Irán a empresas norteamericanas y a otras de países amigos de Estados Unidos, los efectos serán negativos no sólo para la Unión Europea, que tiene en curso la venta de 118 aeronaves del consorcio europeo Airbus, entre los que destacan 12 A380 de fuselaje ancho, a Iran Air, algunas de ellas entregadas ya en 2017, sino también para la norteamericana Boeing a quien Iran Air y Aseman Airlines habían encargado B777-9, B737 MAX 8, B777-300ER y B737 MAX por una cantidad total de 110 unidades, cuya entrega debería comenzar este año. Asimismo, en previsión de que pudiera producirse la salida de Estados Unidos del PIAC, Irán comenzó a explorar en febrero la compra del avión ruso Sukhoi.

Respecto a Corea del Norte y al proceso de desnuclearización de la península, iniciado con la cumbre de los presidentes Moon Jae-in y Kim Jong-un, la salida de Estados Unidos del acuerdo con Irán introduce un elemento de incertidumbre en este proceso y sirve como llamada de atención para Beijing y Pyongyang al transmitirles el presidente norteamericano que no va a dejarse influir por presiones de ningún tipo. De hecho, Kim Jong-un y Xi Jinping se reunieron por segunda vez ante la inminente decisión de Trump. Está por ver si, finalmente, el líder norcoreano y Donald Trump se reunirán el 12 de junio en Singapur, como acordaron.

Por otra parte, como apuntamos más arriba, tras las conversaciones mantenidas la semana pasada en Washington entre los estadounidenses y la delegación china, presidida por el viceprimer ministro chino, Liu He, Pekín aceptó adoptar medidas que contribuyan a aumentar las importaciones de productos y servicios estadounidenses a China, y así reducir el enorme déficit comercial que EEUU tiene con el país asiático; así, los chinos aumentarán las importaciones de productos agrícolas y de energía.

Por otro lado, los chinos también han hecho hincapié en el hecho de que los estrictos controles estadounidenses a la importación de productos tecnológicos de Estados Unidos entorpecen el comercio bilateral entre las dos potencias. No ha habido, sin embargo, mención por parte de China de un compromiso para reducir el déficit comercial norteamericano, aunque todos los actores consideran que la posibilidad de una guerra comercial entre ambos ha quedado desactivada.

De todo lo anterior, podemos concluir que, aunque Rusia y China no se verán afectadas por las sanciones de Estados Unidos, existen riesgos de inestabilidad para demasiadas partes que, directa o indirectamente, se verán afectadas por la salida de EEUU del PIAC. Incluso Irán, principal afectado por esa salida, en realidad, verá limitado su daño ya que tiene opciones como las que le ofrecen la República Popular China, Rusia e incluso la Unión Europea.

De hecho, Donald Trump ha establecido un periodo de noventa días antes de que las nuevas sanciones prometidas entren en vigor, lo que significa que en ese tiempo es posible que se produzcan acuerdos que den un giro a la situación actual o incluso que los países miembros de la Unión Europea presenten una nueva propuesta al presidente Trump que le haga cambiar de opinión, a tenor de la pérdida de influencia internacional que para Estados Unidos representa mantener su posición actual.

Juan de Castro Pita

ex consultor de Naciones Unidas

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