Corea del Sur gana protagonismo en la OTAN y en Asia-Pacífico

El presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol. | Korea.net, Jeon Han, Wikimedia
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Madrid. Desde la llegada a la Presidencia en Corea del Sur de Yoon Suk-yeol, del conservador Partido del Poder Popular (PPP), en mayo de 2022, la política surcoreana ha dado un importante giro geopolítico internacional que puso fin a la política progresista de su antecesor Moon Jae-in, con un destacado acercamiento hacia Estados Unidos, una notable mejora en las relaciones con Japón y una estrategia distinta con Corea del Norte, pero sobre todo resalta la convicción de Seúl en su posible papel influyente en el Asia-Pacífico y su prioridad en estrechar vínculos con la OTAN, aspectos que comulgan con Washington y molestan a China.

China, pese al despliegue de sistemas adicionales de misiles estadounidenses THAAD en territorio surcoreano en 2007, que afectó, entre otros sectores, al turismo chino, es el principal socio comercial de Corea del Sur y el segundo mayor destino mundial de las inversiones surcoreanas, y ambos países no quieren que se deterioren sus relaciones comerciales. Y claro, es complejo sabiendo que EEUU es un socio estratégico y militar y segundo a nivel comercial, de ahí la enorme predisposición de los dos países para que sus economías no se vean afectadas por la nueva geopolítica de Yoon Suk-yeol, volcada a Washington, que despierta sensibilidades en el gigante asiático, país clave para cualquier solución final en la península coreana, en la que día a día el avance armamentístico norcoreano resalta su enorme capacidad nuclear, clave en la región de Asia-Pacífico.

Y lo mismo podemos decir de Japón, que junto con Corea del Sur son los dos mejores aliados de EEUU en la zona, pero la economía global tiene unos parámetros prioritarios y tras el desastre de la guerra de Ucrania, a China no le interesa mermar sus relaciones comerciales para seguir manteniendo una operatividad y seguridad económica que ante cualquier conflicto le podía afectar. Por ello, de momento, para una invasión en Taiwán esperará el tiempo necesario y con un panorama político bien distinto al actual, pues a nadie se le oculta que Pekín quiere recuperar la isla taiwanesa, primer fabricante mundial de semiconductores.

China no sólo no está cómoda con las alianzas militares de EEUU con Corea del Sur, que contempla que la mejora de las relaciones entre Tokio y Seúl favorecen a Washington, que cada vez estrecha más sus relaciones con Filipinas en un claro objetivo de frenar a Pekín en el mar de la China Meridional en un momento de enorme tensión sobre Taiwán, dado que junto al Indo-Pacífico forman todo un panorama global en el que Pekín no se va a detener en sus objetivos y la política del presidente estadounidense, Joe Biden, tratará de impedir que el gigante asiático lidere su hegemonía en el Asia-Pacifico con la colaboración geoestratégica-política de nipones y surcoreanos.

China y Japón, la segunda y tercera economía mundial, tienen cada vez más interdependencia la una de la otra. Por un lado, China necesita la tecnología japonesa y el valor añadido de una economía madura y, por otro, Japón requiere de un mercado chino ávido de consumismo y de una mano de obra con la que abaratar los productos japoneses y convertirlos en más competitivos, por lo que conflictos bélicos son de momento «imposibles», aunque Pekín cada vez está más molesta con Tokio, ya no sólo por su constante rearme militar, sino por compartir al igual que Seúl puntos de vistas estratégicos y de defensa con Washington, que trata de frenar el expansionismo chino en el mar de China Meridional y en toda Asia.

China tiene y marca sus propios límites, su reclamo territorial no tiene fin y sus objetivos son claros. El mar de la China Meridional es un foco fundamental en las aspiraciones globales de Pekín, que acaba de protestar a EEUU por la visita del portaaviones estadounidense USS Ronald Reagan a Vietnam en una visita inusual y en medio de tensiones territoriales con el gigante asiático dentro de los litigios que mantiene en esas aguas del mar China Meridional.

Y claro, Taiwán no queda al margen, aunque con la reciente visita de Antony Blinken, secretario de Estado, a la capital china para reducir tensiones y poco después de que Joe Biden llamara dictador al presidente chino, Xi Jinping, todo hace indicar que al menos los chinos se quedaron «más calmados» cuando el propio Blinken sostuvo que la política de Estados Unidos es de «una sola China», asegurando que no apoya la independencia de Taiwán, cuya isla sigue bloqueando a la «gran China», pero todos quieren la estabilidad del Indo-Pacífico con sus propios intereses.

Además en el jeroglífico político asiático China sabe también de la operatividad del grupo Quad, en el que EEUU, Japón, India y Australia forman parte de un marco de seguridad multilateral de Defensa que busca consolidarse como un contrapeso a la creciente influencia de Pekín en la región, en la que Tokio y Nueva Delhi mantienen disputan territoriales con el gigante asiático dentro de las tensiones actuales de Asia-Pacífico.

Las dos OTAN. La Atlántica occidental, liderada por EEUU, y la OTAN asiática, liderada por China con el apoyo sin fisuras de Rusia. Una OTAN cada vez más uniforme con el apoyo de Corea del Sur y Japón. Ambos países trabajan conjuntamente en programas de seguridad cibernética, marítima y tecnologías emergentes y está claro que tanto Seúl como Tokio fortalecen una asociación cada vez más influyente dentro de la Alianza Atlántica como medidas de seguridad. Obviamente, según el secretario general del organismo militar, Jens Stoltenberg, «lo que sucede en Asia y el Indo-Pacífico, afecta a Europa y la OTAN y viceversa», y se comprometió con los dos países para frenar el «desafío que supone el auge militar de China y su acercamiento a Rusia».

Japón tiene previsto abrir una oficina de enlace de la OTAN en su territorio, que sería la primera de este tipo en Asia y Corea del Sur desea establece una misión en Bruselas, donde tiene la sede la OTAN, hechos plausibles que obviamente inquietan a China pero como dice la Alianza Atlántica contribuyen a evitar que Pekín siga “colonizando” el Asia-Pacifico. La presencia de los dos países en la cumbre de Madrid, en junio de 2022, además de Australia y Nueva Zelanda fueron aspectos que certificaron la preocupación por el Pacífico y el desafío chino.

Rusia con su invasión a Ucrania fortaleció a la OTAN, mientras que Corea del Norte con su programa nuclear y lanzamiento de misiles está originando que tanto Japón como Corea del Sur estén cada vez más armados ante cualquier amenaza norcoreana, una defensa que tiene el apoyo total de EEUU que mantiene en territorio surcoreano 28.500 soldados, mientras en la base nipona de Okinawa realizan con frecuencia maniobras militares al igual que hace con Seúl. Estados Unidos desplegó este mismo año en esta base militar una Unidad de Respuesta Rápida ante el aumento de la tensión entre China y Taiwán, cuya isla se ha convertido en el principal receptor de armas de Washington. Y sin olvidar que en el mar de China Oriental sigue el litigio por las islas Senkaku, un grupo de islotes controlados por Tokio, que China reclama y llama Diaoyu.

Estados Unidos ha agradecido repetidamente a Corea del Sur el envío de 230 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania y la imposición de sanciones a Rusia. Sin embargo, a Joe Biden le gustaría que Seúl jugara un papel más activo con el envío de armamento a Ucrania, ya que el Ejército surcoreano es uno de los más poderosos del mundo, un asunto nada baladí pero que tiene una enorme profundidad política y militar en el país. Pero es obvio que en la geopolítica global, nunca Japón y Corea del Sur han estado tan cerca de la Alianza Atlántica como lo están actualmente.

La OTAN, Taiwán, Asia-Pacífico, el mar de China Meridional o el mar de China Oriental, los litigios de las Kuriles, el auge armamentístico, el desafío nuclear norcoreano, la inestabilidad económica, entre otros, configuran un mundo global desajustado, que sigue siendo cada vez más desigual con la guerra de Ucrania, que no termina pero que hunde diariamente a Rusia, y con la incomodidad y la ambigüedad de China en el conflicto ucraniano, que ya afecta a toda la Federación de Rusia.

Fumio Kishida, primer ministro japonés desde el 4 de octubre de 2021, y Yoon Suk-yeol, presidente de Corea del Sur desde mayo de 2022, no sólo han consolidado las relaciones entre nipones y surcoreanos, sino que ambos políticos han dado y están dando un giro importante en sus políticas de defensa y de la geopolítica de las relaciones internacionales.

Tal vez encontremos una solución a todos los interrogantes posibles durante la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en San Francisco (EEUU) en noviembre próximo, pero por ahora una guerra chino-estadounidense es prácticamente improbable por el asunto de Taiwán y también hay descartar una guerra en la península coreana. China y Estados Unidos libran su propia guerra por liderar el mundo y de ahí la importancia del control de las tecnologías que son las que rigen todo hoy día y sin dejar fuera de toda contienda los avatares de la Inteligencia Artificial (IA).

Eso sí, tanto a Pekín como a Washington no les interesan mermar sus capacidades comerciales y económicas tras lo visto en el desastre de la guerra de Ucrania. Pero tanto Japón como Corea del Sur se están convirtiendo en potenciales aliados de la OTAN, cuyo organismo estrecha también sus relaciones con Australia y Nueva Zelanda con el claro objetivo de reforzar su apuesta por el Indo-Pacífico y a quienes se les espera a la cumbre de la OTAN de los próximos días 11 y 12 de julio, en Vilna (Lituania), lo que sería el segundo año consecutivo que los cuatros países asisten a esta reunión de la Alianza Atlántica.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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