China prosigue su influencia mundial, mientras EEUU trata de frenarla

Madrid. La reciente cumbre Árabe-China en Riad (Arabia Saudí) ha vuelto a certificar la imparable influencia de la República Popular China en el escenario mundial, en el que Estados Unidos trata no sólo de frenar el cada vez mayor distanciamiento con aliados que hasta hace poco eran más fiables como los saudíes, que a su vez también puede repercutir en las políticas de Washington en Oriente Medio a favor de Pekín, sino de impedir que la hegemonía china siga su curso.
La décima edición de la Arab-China Business Conference, celebrada en la capital saudí de Riad los pasados días 11 y el 12 de junio, ha encendido las alarmas en la Administración Biden al contemplar que los negocios chinos no tienen límite alguno y más cuando la globalización geopolítica mundial sigue «herida» a causa, entre otras motivaciones, por la guerra de Ucrania que se alarga sin soluciones inmediatas, un conflicto que tiene atrapados a chinos y rusos con sus aliados por un lado y, a EEUU y la Unión Europea (UE) por otro, pero con un panorama que política y económicamente está siendo catastrófico para todas las partes.
En este sentido, pese a la ambigüedad de China en el conflicto ucraniano y su defensa de su «amigo Putin» sin que le perjudique económicamente en sus relaciones con el resto del mundo, en especial con la UE y EEUU, hace que Pekín siga su trayectoria imparable en su cada vez mayor protagonismo en la comunidad internacional. Eso sí, Pekín quiere que termine ya la guerra de Ucrania para bien de la comunidad internacional pero dando la razón a Vladimir Putin.
EEUU y China son dos países a los que, pese a sus antagonismos políticos, no les interesa quebrar sus relaciones económicas y mermar sus propias capacidades de abastecimiento. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, ha estado este fin de semana en Pekín, una visita de alto nivel, la primera desde 2018, con el objetivo de reducir las tensiones reinantes entre los dos países más poderosos de la Tierra y con la suficiente influencia en el tablero político-económico mundial.
La estabilidad ha sido y es el objetivo de este encuentro y más cuando la mejora de las relaciones entre Pekín y Washington es un síntoma evidente para plasmar en realidades concretas objetivos comunes en beneficio de una mejor globalización mundial. Es obvio que Estados Unidos quiere reducir tensiones entre los dos países pero también desea marcar su propia influencia para que China no pueda seguir «adueñándose del mundo».
Tal vez, Xi Jinping y Joe Biden se encuentren en la cumbre del G-20 en Nueva Delhli (India) en septiembre próximo y luego el propio dirigente chino viajaría a San Francisco (EEUU) en noviembre, para asistir al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, una zona de cada vez mayor peso geopolítico y económico que EEUU no quiere perder de vista. De hecho, esta misma semana el consejero de Seguridad Nacional estadounidense, Jake Sullivan, viajó a Tokio para un diálogo con delegados de Japón, Corea del Sur y Filipinas, aliados de Washington y estratégicamente muy cercanos a Taiwán, la isla que China sigue reclamando como propia y que ha prometido recuperarla. Ya veremos cuándo, y ya veremos cómo, pero la fecha tope está en torno a antes de 2049, una fecha histórica al cumplirse el primer centenario de la fundación de la República Popular de China. Países, en especial Corea del Sur, en que Seúl y Pekín mantienen ciertas tensiones diplomáticas por su acercamiento a Washington.
Nadie discute la tensa situación en el estrecho de Taiwán, un eslabón más en la larga lista de desencuentros entre las dos potencias, entre los que se encuentran las tensiones económicas y comerciales, pues China es pieza clave en las cadenas de suministro industrial, de ahí que EEUU tiene que cooperar con Pekín en numerosos sectores para su estabilidad, tal como señaló recientemente el profesor de la Universidad de Economía y Negocios internacionales Li Changan, que agregó que mantener el contacto mutuo es un síntoma positivo de comunicación y positivo para ambos partes.
De esta forma, a nadie le pasa desapercibido la influencia de China a escala mundial. En este foro árabe-chino, el encuentro ha servido para subrayar la cooperación económica y el intercambio comercial bilateral de los países árabes y China, que aumentó en más del 30 % en 2022, respecto al año anterior, y consolidó así la posición del gigante asiático como el principal socio comercial del mundo árabe. Un foro que alcanzó acuerdos valorados en más de 10.000 millones de dólares en varios sectores de inversión.
Este encuentro árabe-chino llega en un mal momento para EEUU, que ve como pierde lentamente su influencia en la región y Pekín se va posicionando en los países de la Liga Árabe (integrada por 22 naciones) y con las monarquías petroleras del Golfo cada vez más cercanas al gigante asiático. Ya en diciembre pasado, China se consolidó como el mayor socio comercial de Arabia Saudí, con la firma de una treintena de acuerdos multimillonarios, incluido un convenio de «Asociación Estratégica», durante la primera visita al reino del presidente chino, Xi Jinping, desde 2016.
Una realidad geopolítica-económica que puede alterar la enorme influencia de EEUU en la región del mundo árabe y en especial en las monarquías del Golfo, pero el hecho es que en este foro el propio ministro saudí de Asuntos Exteriores, Faisal bin Farhan, cifró durante la sesión inaugural en 430.000 millones de dólares el volumen del intercambio comercial árabe-chino en 2022, y en 106.000 millones el saudí-chino durante el mismo periodo, con un aumento del 31 % y el 30 %, respectivamente, respecto a 2021.
China va a la conquista de Oriente Medio y del mundo árabe. Pekín ha sido clave como país mediador para que Irán y Arabia Saudí, países rivales que lideran el islam suní y chií en Oriente Medio, acordaran en marzo pasado la normalización de sus relaciones diplomáticas, rotas desde 2016.
Aunque eso sí, Pekín sabe la tensa relación entre Israel e Irán, pues Tel Avic, considera a Teherán como una «amenaza existencial» y se opone a cualquier tipo de integración en la comunidad internacional, pero no oculta el interés israelí de establecer relaciones diplomáticas con Arabia Saudí, pero habrá que ver el papel de China es en este posible acercamiento aunque por ahora EEUU es el promotor de los Acuerdos de Abraham entre el Estado israelí y diversos países árabes, y como pieza clave para que se llegue el entendimiento definitivo entre israelíes y saudíes como ya ocurrió en 2020 con Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos.
China va a estar ahí, aunque Estados Unidos no va a permitir que le quite la influencia sobre Israel y hará lo mismo con otros países del mundo árabe. Pero ya China está metida en Israel pues controla parte del puerto israelí de Haifa con una inversión de unos 1.700 millones de dólares por Shanghái International Port Group con el objetivo de convertir a Haifa en un centro regional y consolidar lazos con las naciones árabes, pero eso sí, Washington se opone al eje chino-israelí.
En definitiva, China tiene sus objetivos y no va a detenerse. Y pese a los lazos con EEUU, en los últimos años Israel reforzó su alianza estratégica y comercial con China. El propio mandatario israelí, Benjamín Netanyahu, se reunió con el presidente chinon en Pekín en 2017 y recibió al vicepresidente chino, Wang Qishan, en Jerusalén en 2018.
A China ya solo le falta en esta zona que los palestinos creen su propio Estado y que Irán e Israel firmen una paz definitiva, pero esto tardará bastante más tiempo. Mientras, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, le pide a Arabia Saudí y a los países de Oriente Medio que se posicionen más a favor de Ucrania, pero claro ello choca con la posición ambigua de Pekín en la guerra ucraniana y mucho más con Irán, defensor nítido de Rusia.
Y es obvio que las relaciones bilaterales entre Pekín y Washington están en su peor momento, al menos políticamente, siendo el asunto de Taiwán el principal escollo para disipar tensiones, tal como ha explicado el ministro de Asuntos Exteriores chino, Qin Gang, al secretario de Estado Estadounidense, Antony Blinken, siendo lo más positivo que ambos se volverán a ver próximamente en Washington como parte de que ambos países quieren mantener una línea de comunicación abierta para reducir tensiones y mejorar el entendimiento.
Magnifico análisis como todos a los que nos tiene acostumbrados Santiago Castillo.