Xi Jinping elige Asia Central como su primer destino extranjero en tres años

El presidente chino, Xi Jinping.
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Madrid. Después de casi tres años sin abandonar el país, el presidente chino, Xi Jinping, se dirigirá a Asia Central para reunirse con sus socios internacionales. Su primer destino será Nursultán, donde será recibido por Kasim-Yomart Tokáyev, el presidente kazajo. A continuación, los días 15 y 16 de septiembre asistirá a la cumbre de los jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Samarcanda, la capital cultural de Uzbekistán.

La OSC es una organización regional, fundada por China, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán en 2001 en la megalópolis china. Aceptó además a la India y Pakistán en 2017. Además de los líderes de los respectivos países miembros, asistirán los dirigentes de países observadores (Bielorrusia, Irán y Mongolia) y cuatro estados invitados (Armenia, Azerbaiyán, Turkmenistán y Turquía).

Este viaje viene en una época muy importante para Xi Jinping. Primeramente, su viaje muestra la apertura de China al mundo tras la dura batalla contra la COVID-19. Mientras sus vecinos aflojaban las restricciones sanitarias, Pekín se cernía a su política de cero tolerancia contra el coronavirus, algo que tenía un significante impacto en su rendimiento económico y la confianza de los inversores. Además, al señor Xi le espera en casa el XX Congreso del Partido Comunista, que elegirá al presidente del país para el lustro venidero. El hecho de que salga de Pekín en un momento tan crítico, cuando la disidencia entre la élite política solía normalmente salir a la luz, demuestra que el líder chino parece tener total seguridad en la continuidad de su poder para un tercer mandato. Un viaje a Samarcanda reafirma su devoción por sus socios extranjero y su firmeza en su posición de poder.

El panorama internacional también presenta retos a abordar en el encuentro de la OSC. La crisis afgana y la amenaza del terrorismo islámico interestatal, la guerra en Ucrania y las tensiones en torno a la «rebelde» isla de Taiwán traen a los miembros de la organización juntos para negociar y dialogar. ¿Qué busca Xi en Samarcanda?

La CKU: otra pieza más en el rompecabezas geopolítico chino

La política exterior china de los últimos años se caracterizaba por una extensa inversión en todo tipo de infraestructura por todo el mundo. China creó una imagen de «buen hermano», que pretende desafiar el orden mundial y ayudar a los países subdesarrollados a alcanzar la riqueza. Uno de los proyectos que frecuenta las noticias relacionadas con la cumbre es la línea ferroviaria China-Kirguistán-Uzbekistán (también llamada simplemente CKU).

El plan consiste en unir el sistema de ferrocarriles chino con Tashkent, la capital uzbeka, a través del territorio kirguís. Para eso los raíles tendrían que partir de Kasgar, en la región autónoma de Xinjiang, atravesar las montañas Tian Shan por el paso de Torugart, dirigirse a las ciudades de Naryn, Jalal-Abad y finalmente Osh, la capital meridional de Kirguistán, para acabar en Tashkent, Uzbekistán, de donde las mercancías seguirían hacia el norte, para cruzar las estepas kazajas y las planicies rusas y entrar en Europa por Polonia, o hacia el sur, para superar Turkmenistán, Irán, el Cáucaso y Turquía hasta llegar al continente europeo por el Bósforo. Esto facilitaría el trayecto terrestre de los productos chinos al mercado europeo por una vía más rápida, evitando pasar por las rutas convencionales de Rusia y Kazajistán.

Después de más de dos décadas de negociaciones, parece que la realización del proyecto está más cerca que nunca. El presidente kirguís, Sadyr Zhapárov, anunció que la construcción arrancaría el año que viene. En Samarcanda los tres líderes deberían formalizar el contrato. Como parte de la Nueva Ruta de la Seda (la grandiosa estrategia geopolítica de Xi Jinping), la línea férrea traerá diversos beneficios al comercio chino.

Para empezar, a día de hoy, más del 90 % de las mercancías chinas viajan a Europa por mar en gigantescos portacontenedores como lo es el Evergiven, que se atascó en el canal de Suez en 2021. Es una forma eficiente de transportar contenedores a destinos tan lejanos como lo es el «Viejo Mundo», debido al inmenso volumen de los barcos. Sin embargo, esta opción es bastante lenta y está severamente restringida por estrechos y canales, que como demostró el incidente de 2021 pueden ser arriesgados. Aunque formando tan solo el 1,5 % de todo el tránsito de productos a Europa en 2019, el ferrocarril, si es desarrollado apropiadamente, podría diversificar el comercio del gigante asiático. La CKU abriría el sistema ferroviario chino al mercado de Asia Central, ahorrándole el desvío de 900 kilómetros por el sur de Kazajistán.

Además, la nueva línea de tren le permite a Pekín evitar pasar por territorio ruso, que desde que comenzó la guerra en Ucrania es incómodo para el tránsito de productos de Europa. Es también importante recordar que la ruta rusa suponía el cruce de la frontera polaco-bielorrusa, que es un verdadero embotellamiento.

Finalmente, el tren crearía muchos puestos de trabajo no solo en China, sino especialmente en Kirguistán (alrededor de 20.000 puestos según informes de 2019 del ‘think tank’ Centro de Investigaciones Políticas y Jurídicas). Sería este el mayor proyecto en toda la historia del país. Así Pekín podrá solidificar la frágil estabilidad política de la nación centroasiática y aumentar su influencia en la región. Mientras el Kremlin está ocupado en Ucrania, Xi puede aprovecharse para demostrar que es un socio más lucrativo y fiable. Viajando a Nursultán, China muestra que apoya la soberanía de su vecino, distanciándose de las declaraciones del presidente ruso en 2014 de que Kazajistán «nunca fue un Estado».

Aun así, el plan presentado tiene sus defectos. Primero, según el Barómetro de Asia Central, los sentimientos anti chinos son altos en la sociedad kirguís. Muchos ven con escepticismo las inversiones chinas, temiendo que eso deje al país aún más endeudado con su vecino oriental. La construcción del ferrocarril puede causar descontento popular que frenaría la iniciativa. El Gobierno de Sadyr Japarov debe avanzar con cuidado si no quiere acabar como sus predecesores.

Segundo, el apoyo que por ahora Moscú muestra por la construcción puede desvanecerse cuando su aislamiento vaya decayendo. Rusia depende ahora de Pekín para esquivar las sanciones, pero esto puede cambiar. El Kremlin considera a Asia Central su patio trasero y no puede tolerar por mucho tiempo el involucramiento chino. Aunque el portavoz del Gobierno ruso, Dmitri Peskov, declarase que a Vladimir Putin no le importa que Xi visite primero Kazajistán y no Rusia, no puede no notar la indirecta que le envía el dirigente chino. «No somos aliados, somos algo mejor que aliados», dijo el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, en marzo.

Por último, como con cualquier ferrocarril internacional que transite la antigua Unión Soviética, surge el problema de la anchura de los rieles. China usa el riel estándar europeo, mientras los países de Asia Central mantienen el modelo ruso, que se adapta mejor a una orografía plana. Para cruzar Kirguistán y Uzbekistán desde Xinjiang, los trenes tendrán que cambiar de ruedas, lo que supondrá gastos extra. Sin embargo, aunque todas estas dificultades estén presentes, el plan parece estar ya aprobado definitivamente. La reunión en Samarcanda tan solo formalizará el contrato.

El nuevo orden mundial

Samarcanda acogerá figuras internacionales de mayor calibre. Asistirán, además de Xi Jinping, Narendra Modi, primer ministro indio, y Vladimir Putin, presidente ruso. Son estos los líderes del llamado «nuevo orden mundial», un término que usa la diplomacia rusa para definir su papel mundial. El Kremlin intenta representar su «operación especial» en Ucrania como un desafío al Occidente opresor, llamando a todos los países en vías de desarrollo por todo el mundo a unirse a su causa. La India y China forman parte de este frente, al igual que los países del BRICS, OSC y otros foros regionales. Este encuentro tiene para Rusia un valor simbológico para demostrar que su alegado aislamiento internacional no es más que leyenda negra fabricada por los occidentales.

Aunque los tres líderes comparten el deseo por un mundo multipolar, sus demás intereses colisionan a menudo. La India y China, dos gigantes asiáticos tanto por población como económicamente, siguen siendo rivales acérrimos. La disputa de Kashmir entre Nueva Delhi, Pekín e Islamabad, que se intensificó durante el enfrentamiento en los Himalayas en 2020, hace difícil la cooperación bilateral. El hecho de que ambas naciones posean armas nucleares convierte la contienda en una de las más peligrosas en todo el mundo. Además, Modi no coincide con Xi en cuanto a Estados Unidos. El palacio de Hyderabad pretende mantener una relación amistosa con la Casa Blanca, como demostró la cumbre de la Quad (organización formada por los EEUU, Australia, Japón y la India) en mayo.

De esta forma, las tensiones parecen decaer en los últimos días. El pasado jueves Nueva Delhi y Pekín acordaron la retirada de sus fuerzas de la zona de Gogra-Hot Springs. Un gesto de buena voluntad por ambos lados. Putin y Xi ya declararon que se reunirán fuera de la cumbre. Sin embargo, la cuestión del encuentro de este último con Modi sigue en el aire. Varios medios indios discuten, si su primer ministro debería o no verse personalmente con el dirigente chino y las consecuencias que su decisión podría tener. Algunos temen que un acercamiento demasiado rápido podría ser interpretada como debilidad, mientras otros creen que una estrategia más pragmática sería preferible.

Además de los 8 dirigentes de la OSC, asistirá también Recep Tayyip Erdogan, presidente turco. Ankara mantuvo un tono neutral en su retórica en cuanto al conflicto en Ucrania. Turquía se convirtió en un puente entre Moscú y Kíev, un socio al que ambos podían confiar (ya que no tenían mejor opción). Mientras le vendía Bairaktares a las Fuerzas Armadas de Ucrania, se reunía con Putin y seguía importando trigo y gas. Erdogan viajó a Madrid para la cumbre de la OTAN en junio y en septiembre a Samarcanda. Esto le permite a Ankara actuar como mediador entre Rusia y Ucrania, incrementando así el papel internacional del país. Los primeros contactos entre los bandos beligerantes tuvieron lugar en Estambul, al igual que las negociaciones en cuanto a la crisis alimentaria causada por la guerra.

Finalmente, diversos medios informan que en Samarcanda Irán será por fin admitido en la OSC. Después de un año de espera, Teherán se convertirá en el noveno miembro de la organización. Sería esta la primera organización internacional a la que entrase la República Islámica iraní desde la revolución de 1979.

Su candidatura muestra la internacionalidad del proyecto de Shanghái. Este pretende unir juntos a las potencias emergentes y fomentar su cooperación (algo similar al BRICS). Sin embargo, no se puede sobreestimar el papel de este foro fuera de la región. Aunque los intereses de los diversos países suelan coincidir en cuestiones como Afganistán (excluyendo a Tayikistán, que está rotundamente opuesto al régimen de los talibanes), el terrorismo interestatal y la liberalización del comercio, este grupo sigue estando lleno de rivalidades y conflictos de intereses, que le impiden formar un verdadero frente común: la India con China y Pakistán, Tayikistán con Kirguistán, Irán con Pakistán, etc.

Iván Ortega Egórov

Estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid

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