Termina un año 2023 repleto de polarización y tensiones a nivel doméstico e internacional
Madrid. No resulta sorprendente que la palabra «polarización» haya sido la elegida del año 2023 en España por la FundéuRAE al imponerse al término «amnistía», pero con la diferencia de que ambas han tenido un multiuso global distinto, dado que a nivel doméstico «amnistía» ha tenido y sigue teniendo una amplia presencia en los medios a causa de la polarizada política española, mientras que la «polarización» está englobada en la geopolítica internacional dada la enorme inestabilidad debido a las guerras de Ucrania, Gaza y Oriente Medio, las tensiones en la península coreana o Taiwán y las acciones de los terrorista hutíes atacando a grandes buques mercantes en el mar Rojo, camino del canal de Suez.
China y Estados Unidos seguirán acaparando el foco de la política internacional a lo largo de 2024. Ambas potencias necesitan y desean un mundo más estable y económicamente sin fisuras, y la enorme polarización mundial no evita choques e interpretaciones diferentes en la geopolítica internacional. Tanto Pekín como Washington seguirán pugnando por la hegemonía mundial, ya que a chinos y estadounidenses no les interesa que la inestabilidad de la geopolítica mundial les afecte en sus relaciones comerciales. Y pese a que China registra en 2023 su peor dato en una década, un 5 por ciento de crecimiento, su influencia mundial no desaparecerá.
Pero sigamos con la polarización. Mientras que el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, y el presidente de EEUU, Joe Biden, preparan un nuevo encuentro para marzo próximo y unas estrategias comunes ante Corea del Norte por su constante lanzamiento de misiles balísticos, Japón, China y Corea del Sur ultiman los preparativos para una cumbre trilateral en febrero, una cita que también servirá para analizar la realidad norcoreana en la península coreana y más ahora, cuando de nuevo Pyongyang ha obligado a Seúl a realizar simulacros ante un ataque sorpresa de drones norcoreanos, lo que origina tensiones y polarización en la enquistada península coreana, incrementada por las recientes maniobras militares surcoreanas en un momento de firmeza del sofisticado armamento nuclear del régimen de Kim Jong-un.
Al mismo tiempo, el desvío forzado por los ataques frente a las costas de Yemen ha provocado que muchas navieras -entre ellas, varias chinas- hayan decidido suspender la navegación por el mar Rojo para rodear África, lo que ha originado que los precios del envío de carga marítima entre China y Europa se disparen, que las tasas en enero próximo se dupliquen y que esas tarifas petroleras en la ruta del mar Mediterráneo estén disparándose y no vayan a bajar sus precios en los primeros meses de 2024, pero es evidente que la polarización está en auge cuando las milicias hutíes de Yemen están apoyadas y financiadas por Irán (enemigo acérrimo de Israel), y ya disponen de misiles y drones realmente sofisticados para llevar a cabo sus ataques en las aguas del mar Rojo.
La polarización de la geopolítica mundial seguirá en ascenso a lo largo de 2024, el año del Dragón, y vamos a ver si como dice este animal, el favorito del horóscopo chino, las transformaciones y las energías positivas hacen posible mayores entendimientos y menos crispación de la política internacional. Pero China sabe, tras el enorme colapso de la antigua Unión Soviética y la guerra de Ucrania, que su sistema político y económico sigue aún impregnado de desequilibrios profundos, y de ahí que su propia estabilidad, tanto a nivel mundial como en el doméstico, se base en factores de seguridad nacional y del propio crecimiento económico, donde el desempleo juvenil y la crisis de natalidad no son halagüeños, entre otros.
La amenaza atómica de Kim Jong-un nunca es baladí, pero es menos una realidad que una utopía llena de pensamientos polarizados. Pyongyang lleva tiempo acelerando los preparativos para una posible guerra, e incluso su líder ha repetido varias veces que en 2024 el país tendrá un nuevo rumbo político y, como es habitual, sigue con sus «enemigos» de siempre (EEUU, Japón, Corea del Sur), al acusarles de intensificar las pruebas armamentísticas en el noreste asiático. Pero en esa zona nadie va a atacar a nadie y nadie va a invadir a nadie. Eso sí, Corea del Norte tiene que estar permanente y militarmente en acción para demostrar a sus enemigos su abrumadora voluntad de fortalecer su capacidad y desarrollo nuclear.
El mundo sigue. La realidad sin hechos carece de pragmatismo, pero lo que sí es real es que habrá elecciones en Rusia en mayo próximo y Vladimir Putin arrasará previsiblemente en los comicios y, con ello, la incertidumbre de la guerra de Ucrania seguirá activa. También habrá elecciones en Taiwán el próximo 13 de enero. La República de China (Taiwán) sigue polarizada ante una posible invasión de la República Popular China que de momento no se va a producir. Los comicios presidenciales próximos marcarán el nuevo rumbo de la política taiwanesa.
De hecho, la isla sigue modernizando su Ejército, su autodefensa y comprando armas a EEUU (tiene ya un pedido por un valor de más de 14.000 millones de dólares), y aunque las guerras de Ucrania y de Gaza podían reducirle esa cantidad o suministro de armas, Taiwán analiza la guerra entre Israel y Hamas, pues las amenazas de China son constantes y hace que busque lecciones de otros conflictos, y supone también un freno a una expectativa real de invasión por parte de China, que también ha analizado lo que le ha pasado a Rusia con su invasión en Ucrania. Pero Taiwán estará siempre en la primera línea de la expansión china.
Pero a la polarización habría que añadir la palabra multipolar. Al menos a los chinos les gusta un nuevo mundo multipolar, y si recientemente Biden insistió en que no quiere una nueva «guerra fría» con China, habrá que ver si esa afirmación del inquilino de la Casa Blanca sirve para asumir los preceptos de un mundo multipolar. Y habría que ver también la realidad geopolítica de la «estresante» polarización en las aguas del mar de China Meridional o cómo irá desarrollándose la polarización política en Argentina o ahora con la crisis de Venezuela sobre la soberanía del territorio del Esequibo (rico en petróleo) que Caracas disputa desde hace casi dos siglos y ha llevado recientemente a un aumento de la tensión entre Guyana, que lo administra como propio desde 1966, y Venezuela, que lo reclama.
Y la polarización tampoco está ausente en África, además del continente europeo. Pero países como Etiopía, Yemen, Malí, Níger, Burkina Faso, Somalia, Congo y Mozambique, el Chad, Somalia o el sur de Sudán, entre otros, viven una grave situación de conflictos geopolíticos caracterizados por los problemas entre gobiernos y grupos armados desaprovechándose los recursos naturales y armados, además de naciones como Argelia, Egipto, Libia, Marruecos y Túnez que viven una transición política, económica y social que afecta a sus propios habitantes.
Y para rematar la polarización, ahí sigue en un país ya olvidado como Afganistán o en la pugna entre Pakistán e India por el control de Cachemira. O también en la situación actual de Myanmar (Birmania). La polarización no es estable. E incluso tanta polarización ha supuesto que la propia felicidad haya dejado de ser una aspiración para ser un problema. Las emociones afectan y es obvio que la sociedad también sufre de pensamientos polarizados. La política no es una herramienta gratuita, y por ello veremos a lo largo de 2024 muchas alteraciones geopolíticas con connotaciones intrínsecas que condicionarán las relaciones de toda clase a nivel social, político, económico y de carácter individual y colectivo.
Y qué ocurrirá si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca en noviembre próximo, ya que la polarización de Trump chocaría con la geopolítica global.