El proyecto norcoreano de secuestros en Japón

Madrid. La mañana del 16 de octubre de 2002, el New York Times publicó una noticia desconcertante. Cinco ciudadanos japoneses habían vuelto a sus casas en distintos lugares de Japón, después de haber pasado varias décadas secuestrados en Corea del Norte.
Robert S. Boynton, profesor de periodismo en la universidad de Nueva York se preguntó quién los había secuestrado y por qué razón.
Boynton acaba de publicar las conclusiones de su investigación, empezada en la primavera de 2008 y que le ha llevado casi ocho años de trabajo en la elaboración de su nuevo libro, The Invitation-Only-Zone: The True Story of North Korea’s Abduction Project (La Zona Exclusiva de Invitados: La Verdadera Historia del Proyecto de Secuestros de Corea del Norte, en español), editado por Farrar, Strauss y Giroux, 2016.
Según relata Boynton en una conversación con Ross Yelsey, del Weatherhead East Asian Institute, Corea del Norte había negado durante décadas haber participado en la desaparición de docenas de japoneses de pequeñas poblaciones costeras y ciudades de Japón a finales de los años 70, pero en 2002, el anterior líder, ya fallecido, Kim Jong-il, acuciado por la difícil situación económica de Corea del Norte y con la esperanza de recibir algún tipo de compensación por parte de Japón, que le ayudara a paliar en parte la difícil situación económica de su país, admitió haber secuestrado a trece ciudadanos japoneses y permitió que cinco de ellos regresaran a sus lugares de origen.
Según el relato de Boynton, los secuestros eran parte de un proyecto más amplio de espionaje de Corea del Norte, cuya intención era la reeducación de estos ciudadanos para transformarlos en espías a favor del régimen norcoreano.
Sin embargo, el proyecto fracasó y los secuestrados fueron obligados a enseñar japonés a los agentes norcoreanos, al tiempo que se les recluía en comunidades vigiladas, conocidas como áreas sólo para invitados (Invitation-Only-Zones), dando a entender que eran áreas exclusivas y selectas para invitados, no prisiones. En estas comunidades, los secuestrados vivían sus vidas aparte del resto de la población, se casaban y tenían hijos.
Para entender la razón de este proyecto, Boynton ha entrevistado tanto a los secuestrados regresados a Japón, con el fin de averiguar qué tipo de vida llevaban en Corea del Norte y qué significaron esos años en sus vidas, como a un gran número y variedad de personajes: espías, desertores, diplomáticos, secuestrados, pescadores, indagando, al tiempo, en las tensiones culturales y raciales, infectadas desde hace más de un siglo, entre Corea y Japón.
Una de las razones que Boynton ha encontrado para justificar un proyecto tan absurdo es el hecho de que el régimen norcoreano estaba convencido del triunfo de sus tesis socialistas porque, hasta 1978, el PNB per cápita de Corea del Sur era muy inferior al de Corea del Norte y la idea de victoria sobre las antiguas fuerzas coloniales e imperialistas era imparable.
Este convencimiento explica también por qué un número mucho mayor de pescadores japoneses, en su mayoría cangrejeros y mariscadores, eran secuestrados durante periodos no superiores a las dos semanas y devueltos a sus lugares de origen.
Durante sus estancias de una o dos semanas entre los norcoreanos, los pescadores japoneses eran tratados a cuerpo de rey y paseados por distintos lugares donde eran aclamados como héroes. Boynton se aventura a calcular que pudieron ser unos cuantos cientos de pescadores los que pasaron por esta experiencia de una o dos semanas.
Quedan, no obstante, algunas incógnitas por aclarar en relación a este asombroso proyecto, pues las desapariciones suman un número mucho mayor que los cinco devueltos o los trece reconocidos.
Boynton le explica también a Ross Yelsey los tiempos que cada una de las etapas de su investigación le ha llevado.
Así, cuenta que, pese a que la primera noticia que tuvo de este asunto data de octubre de 2002, en aquella época todos los medios de comunicación estaban saturados con noticias relacionadas con los atentados del 11 de septiembre de 2001, por lo que era muy difícil introducirse en un ámbito de investigación distinto al de estos atentados.
Por otra parte, cuando ya pudo meterse de lleno en el ámbito de su investigación, fue en parte debido al azar, ya que recibió una dotación económica para realizar distintos estudios en Japón, lo que aprovechó, también, para investigar el asunto de las zonas exclusivas para invitados, en 2008.
En definitiva, las dificultades para seleccionar sus fuentes, la escasa actitud de colaboración de los secuestrados regresados y la diversidad de personajes parte en la investigación, espías, desertores, diplomáticos y demás, explicarían el que no haya sido hasta este año cuando Robert S. Boynton ha podido publicar su libro.