El personalismo maoísta regresa con un Xi Jinping vitalicio

El presidente chino, Xi Jinping.
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Madrid. Xi Jinping ha concluido su primera legislatura al frente de China con una medida histórica: consiguiendo que la Asamblea Nacional Popular (ANP), el máximo órgano legislativo de la nación, derogue la enmienda que impide al presidente y al vicepresidente permanecer en el cargo después de dos mandatos consecutivos -cinco años cada uno de ellos-, retornando a tiempos caracterizados por el culto a la personalidad.

El presidente de la República Popular de China, que a su vez ostenta los cargos de secretario general del Partido Comunista (PCCh) y de jefe de la Comisión Militar Central (CMC), fue ovacionado por los diputados del Auditorio del Gran Salón del Pueblo de Pekín mientras ejecutaba su voto en una de las 28 urnas rojizas selladas con el escudo del Estado. Sufragio que, junto al resto de miembros de la ANP –2.958 votos a favor, dos en contra, tres abstenciones y uno nulo-, supone la cuarta modificación de la Constitución en 36 años.

Al contrario que sus predecesores, Jiang Zemin y Hu Jintao, Xi Jinping no tendrá que abandonar la residencia oficial de Zhongnanhai cuando finalice su segunda legislatura en marzo de 2023. Es más, el político plantea mantenerse en el poder una década más, en torno a los 80 años de edad. Pone, por tanto, fin a las reformas realizadas por Deng Xiaoping en 1982 para restringir personalismos similares a la era de Mao Zedong.

Xi Jinping, cuyo objetivo primordial es convertir China en una superpotencia económica que coseche los respetos de Occidente para 2050, puede presumir de tener a la amplia mayoría de la cámara nacional de su lado. Al menos en público. En 1999 y 2003, con un menor número de diputados, las solicitudes de modificación de la carta magna, cuyos propósitos eran de inferior calado, fueron denegadas por varias decenas de votos contrarios.

Parte de la ciudadanía ha criticado la medida a través de las redes sociales nacionales, lo que ha llevado a una rápida supresión de todo tipo de comentarios por parte del aparato censor del PCCh. No obstante, el vicepresidente de la Comisión de Asuntos Legislativos de la Asamblea, Sheng Chuyao, mantiene que esta reforma no hubiera sido posible sin el alto grado de consenso, el apoyo social y la base legal existente.

Para evitar altercados, muchos activistas chinos han sido obligados a abandonar Pekín temporalmente. Esta medida es relativamente “suave” teniendo en cuenta las restricciones sociales -y cibernéticas- que desde 2013 han ido en aumento. Se teme que Xi Jinping utilice ese poder para deshacerse de enemigos en múltiples ámbitos.

Rusia celebra elecciones presidenciales esta semana y se prevé que el presidente ruso, Vladímir Putin -íntimo de Xi Jinping- no tendrá problemas para permanecer otros cuatro años, como mínimo, en el Kremlin. El líder ruso ya ocupó dicho cargo entre 2000 y 2008, regresando en 2013 después de su paréntesis como primer ministro.

A diferencia de su homólogo chino, Putin no se plantea reformar la Constitución para seguir en el poder en 2024. A pesar de ello, ha pedido que se respete la decisión tomada por el máximo órgano legislativo de China, justificando que a Occidente le interesa la prosperidad y la estabilidad de la potencia asiática.

Los candidatos de la oposición rusa han presentado varias demandas defendiendo que el todavía jefe del Estado no está jugando limpio y usa los resquicios legales para presentarse al que será su cuarto mandato -elegido más veces que nadie con la caída de la URSS-. Sin embargo, ninguna de esas peticiones ha sido respaldada por el Tribunal Supremo ruso.

Realmente no preocupa el resultado de este 18 de marzo, pero sí el porvenir de Rusia. Parte de la población no ve a Vladímir Putin fuera del Kremlin y menos de la vida política. Putin ha meditado quién puede ser su sucesor ideal, pero, como afirmó en una entrevista a la NBC, “la decisión final la tomará el pueblo”. De todos modos, es probable que se mantenga activo en la sombra como ocurrió en China con Deng Xiaoping al morir Mao.

En cuanto a la Asamblea Nacional Popular del “gigante asiático”, que mantendrá su actividad hasta el 20 de marzo, se pronostica que en los próximos días apruebe otra de las grandes reformas: la instauración de una nueva Comisión Nacional de Supervisión, que añadirá la estructura policial del PCCh, Comisión Central de Inspección y Disciplina (CCDI), y a la Oficina Estatal contra la Corrupción. Con este órgano se espera obtener un mayor control de los funcionarios estatales.

Otras medidas que se aprobarán a lo largo de la semana son la supresión de ocho ministerios y la creación de otros siete nuevos, caso del Ministerio de Agricultura, el Ministerio de Medio Ambiente y Ecología o la fusión del Ministerio de Cultura con la Agencia Nacional de Turismo.

Nacerá una Comisión de Gestión de Mercado, que cubrirá una de las grandes preocupaciones del régimen: la seguridad alimentaria, y la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo verá mermada sus competencias, entre otras cosas, en lo relacionado con las políticas sobre el cambio climático.

Además, surgirá una nueva Agencia de Radio, Cine y Televisión, se nombrarán nuevos altos cargos para el Gobierno y se unificarán ciertos departamentos del Estado con los del Partido, siguiendo el propósito de que el PCCh adquiera relevancia progresiva en la economía y la sociedad.

Ángel Carreño Arias

Estudiante de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)

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