Congreso del PCCh: Xi Jinping, eterno hasta el infinito y más allá

El presidente chino, Xi Jinping.
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Madrid. Los más de 90 millones de militantes del Partido Comunista de China (PCCh) tienen muy claro que Xi Jinping pasará a la historia de la República Popular al consolidar el XX Congreso del PCCh su tercer mandato sin precedentes en el gigante asiático tras la modificación en 2018 de la Constitución, que podría extenderse incluso más allá de 2027, lo que le convierte en una figura histórica con la meta de lograr una gran China con la incorporación de Taiwán a ese gran proyecto político.

Un presidente «eterno hasta el infinito y más allá» que afianza su imagen de presente y de futuro sembrando las bases de un país desarrollado, rico y próspero para cuando se celebre el cien aniversario de la fundación de la República Popular China en 2049. Una espera tranquila, sin prisas, una forma de gobernar, un modelo a imponer, pero todo en un orden establecido para seguir subiendo peldaños y convertirse en la mayor potencia del mundo, y sólo lo puede evitar Estados Unidos, pero el ascenso imparable es intocable y más cuando dispone de los principales recursos de media África o América Latina y cada vez es más fuerte en el Pacífico, además de seguir comprando deuda a EEUU pese a las tensiones con Taiwán y a otros países.

Xi Jinping fortalecerá su mandato con una política de mayor soberanismo, militarismo y nacionalismo, en medio de una crisis económica que podría enturbiar los planes de construir esa gran nación que se está debatiendo en el 20 Congreso del PCCh, un modelo de gobernar que nos retrotae a un pasado que tal vez no comulgue con la globalización política del siglo XXI, un modelo político unitario mezclado de un capitalismo que no puede debilitarse para una sociedad cada vez más identificada con un consumo que necesita el país para garantía de estabilidad y evitar sobresaltos económicos que rompan la armonía política interna, la que se ha visto soliviantada por la dura política de «covid cero» que ha creado más de un problema al Gobierno, cuyas normativas ha dañado la economía y la vida social y mental de muchos chinos.

Xi lo ha dicho bien claro. No quiere injerencias extranjeras en su país, una clara advertencia sobre la realidad política de Taiwán. Y es obvio, moleste o no, que China tiene su forma de gobernar con su propia ambición política, con su propia reorientación internacional y económica a nivel mundial, y claro que ha sacado de la pobreza a millones de chinos, pero una desaceleración económica, una aguda crisis inmobiliaria ante la falta de libertad de expresión serían aspectos contraproducentes para la estabilidad del país, el cual no es tan fácil controlar la información como sucedía antes, pero el modelo chino de partido único se impone, marca el mundo y potencias como Brasil o India no le van a regatear nada en su forma de gobernar.

Taiwán ha sido avisada, veremos qué pasa cuando haya transcurrido una semana de duración del congreso. «Solucionar la cuestión de Taiwán es un asunto chino que debemos resolver los chinos». Pero Xi Jinping se perpetuará como secretario general del PCCh y tras dos mandatos de cinco años que en teoría debería retirarse como hicieron sus dos inmediatos predecesores en el cargo, Jiang Zemin y Hu Jintao, pero Xi ha sabido regular su mandato de estos últimos diez años para asegurares otros cinco años más en la presidencia del país, lo que le acerca a la doctrina política de Mao Zedong, pero Xi se había configurado estar en el cargo no más de dos lustros para así evitar personalismos que entorpecen la claridad política.

Este congreso del PCCh, con unos 2.300 delegados, intenta proyectar una imagen de unidad en torno a Xi Jinping, quien en su largo discurso enumeró los grandes logros económicos, sin restar mérito alguno del enorme crecimiento económico del país, que ha generado una clase media urbana de 500 millones de personas, pero todavía hay unos 600 millones de los casi 1.400 millones de habitantes que subsisten con unos 145 euros al mes.

Desde 1949, el PCCh, fundado en 1921, es la columna vertebral del sistema político chino. Pero sin el PCCh no se puede comprender la historia moderna de China, la cual ha estado marcada por infinidad de decisiones políticas de toda índole que ha dirigido el enorme crecimiento del país en las últimas décadas. Respetar las tradiciones milenarias y la búsqueda de la estabilidad y modernidad ha basado la política que en su día comenzó Deng Xiaoping cuando asumió el control del partido, a finales de 1978, y llevó a cabo una serie de reformas que han catapultado al país a un desarrollo monumental.

Xi Jinping no tocó en su discurso la guerra de Ucrania ni a sus cada vez más frecuentes enfrentamientos con EEUU y el resto de Occidente, donde la Unión Europea (UE) es su principal socio económico, aunque eso sí la seguridad social que cito en numerosas ocasiones es síntoma de estabilidad social, lo que indica que una vez más el PCCh seguirá mandando en el Ejecutivo e imponiendo sus directrices políticas que con un tercer mandado de Xi serán aún mayores y determinantes dentro y fuera del país.

Y claro, reforzar al Ejército será clave en su tercera etapa en la presidencia del país en la que un mayor control interno y un mayor expansionismo exterior formarán parte del nuevo orden político que saldrá del XX congreso del PCCh. Pero Xi es eterno, infinito y el xiísmo gobernará unos cuantos años más en China.

Un líder que acumula un gran poder y que tendrá que vigilar la economía del país, que desde hace varios años está perdiendo fuelle. El propio Xi está con su imagen y aceptación más cuestionado en la sociedad china. Un Xi muy ideológico, que reforzará el nacionalismo en caso de que el rumbo económico sea bajista para así tener más control.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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