Corea del Sur afronta una de sus peores crisis políticas de los últimos años

Madrid. La decisión unilateral del presidente Yoon Suk-yeol de instaurar la ley marcial, que apenas duró unas seis horas, ocasionó un verdadero terremoto político que recordó a tiempos pasados hasta que a finales de los años ochenta llegó la democracia. Corea del Sur es una democracia consolidada, firme y respaldada por una amplia mayoría ciudadana, que junto a la oposición, que controla el Parlamento, derribaron la ley marcial de Yoon, un presidente ya «tocado» políticamente que tiene los días contados en la Casa Azul (residencia presidencial) y aunque fracasó la moción para destituirle, las opciones de su continuidad no son seguras y esta misma semana la Asamblea Nacional volverá a intentarlo tal vez con diputados de su mismo partido.
La confianza es clave en la política. El presidente Yoon Suk-yeol no sólo la ha perdido ante su pueblo cuando acusó a la oposición con «acercamientos y guiños» a Corea del Norte como un peligro para la seguridad del país, sino que además su esposa, Kim Keon-hee, está acusada de corrupción, pero casualmente ambos sobrevivieron a la moción de destitución al presidente y a la moción para investigar a la cónyuge presidencial. Aunque las dos iniciativas no alcanzaron los dos tercios necesarios de los apoyos para lograr el objetivo previsto, toda esta situación de incertidumbre e inestabilidad política irá en aumento hasta que el presidente dimita.
El daño político y moral a la propia institución presidencial ya es un hecho que principalmente vuelve a sacar rédito Corea del Norte, pues a Pyongyang le favorece mucho todo lo que provoca inestabilidad en Corea del Sur. El rechazo a los presupuestos del Gobierno en la Asamblea Nacional, que controla la oposición, la crisis económica que vive el país con la crisis inmobiliaria, la inflación, el envejecimiento demográfico o la perenne tensión con su vecina del Norte y ese «miedo» infundado sobre el régimen norcoreano fueron, entre otras circunstancias, las que empujaron a Yoon a aplicar la ley marcial ante la impotencia para ejecutar sus funciones como presidente del país al gobernar con una minoría parlamentaria.
Y claro que en Corea del Sur hay bastantes espías que trabajan para Corea del Norte, pero eso de que Pyongyang vaya a provocar un ataque nuclear o cualquier otro incidente que origine una verdadera «tensión bélica» entre las dos Coreas se antoja bastante improbable por sus consecuencias graves para Kim Jong-un, cuyo régimen vive uno de los momentos más tensos de los últimos años en sus relaciones con Corea del Sur. Pero a Corea del Norte nunca le ha gustado ni la normalidad y menos la estabilidad y, claro, el presidente Yoon insistía en que su objetivo era «proteger al país de las fuerzas comunistas norcoreanas y eliminar elementos antiestatales» que favorecía a las tesis políticas de Pyongyang.
El presidente Yoon, a mitad de su mandato de cinco años, ha perdido su credibilidad dentro y fuera del país, de ahí sus dificultades para aguantar hasta 2027. Una realidad política que sembró preocupación en Estados Unidos, país que mantiene en Corea del Sur unos 28.000 soldados, y además es un importante rincón para Washington en el Indo-Pacífico, pero que ahora con Donald Trump ya en la presidencia estadounidense las bases militares tendrán que afrontar distintas modificaciones que salpican a otros países. El partido gubernamental del PPP no augura la continuidad de Yoon, mientras la oposición del Partido Democrático (PD) seguirá pidiendo la dimisión del presidente surcoreano.
En definitiva, una tensa situación política con la participación ciudadana y agentes sociales y sindicales para que se retome la normalidad que conllevaría a unas elecciones presidenciales en los próximos meses. Una moción que necesitaba al menos 200 votos a favor del total de 300 escaños y sólo tres diputados del gobernante Partido del Poder Popular (PPP) participaron en la iniciativa sumándose a los 192 parlamentarios de la oposición. Pero el clamor político y social en contra de Yoon sólo acaba de empezar, pues al menos el 70 por ciento de los surcoreanos están a favor de la destitución del presidente que siente como el grito de la calle es cada vez más notorio y cuando ya tenía unos índices de popularidad muy bajos.
Por otra parte, lo ocurrido en Siria debería ser una seria advertencia para rusos y norcoreanos por muy diferente que sea el escenario geopolítico global de esa zona, que ha supuesto que Rusia, cada vez más mermada en su infraestructura bélica contra Ucrania, ha impedido que acudiera a socorrer como otras veces a su fiel aliado el dictador y presidente sirio, Bashar Asad, tal como ya le ocurrió cuando Azerbaiyán aprovechó la debilidad de Moscú en sus enfrentamiento en Nagorno Karabaj, con la rendición de Armenia y el Ejército de Vladimir Putin no hizo nada por defender a sus aliados armenios. No obstante, la caída de Asad en Siria es un golpe considerable para Rusia, muy ocupada en Ucrania, y también para Irán y Hezbolá.
Ahora ha sucedido lo mismo, pero lo de Siria muestra la enorme polarización política en los conflictos a nivel global con situaciones tensas como lo de Gaza-Israel-Hamas o Corea del Norte peleando en Ucrania en apoyo a Rusia. Los aliados de Siria (Rusia, Irán y Hezbolá) no han podido defender al dictador Bashar Asad, todos ellos con muchos frentes que atender, lo que ha facilitado un camino más fácil para la ofensiva de los rebeldes sirios.
Rusia ha visto lo que es el desgaste total de una guerra por mucha potencia mundial que sea y ahora Corea del Norte, con unos 11.000 soldados de élite luchando por Putin en Ucrania, pudiera, difícil, casi imposible, afrontar cualquier ataque o sublevación interior, pues un ataque exterior nunca se va a producir salvo que Pyongyang lo provoque. Moscú ayuda en todo al régimen de Kim Jong-un, que ha visto como la sanguinaria dinastía familiar de los Asad ha caído tras más de 50 años en el poder.
Pero la dinastía de los Kim, con 76 años de vida, desde que se fundó el país en 1948, de momento, goza de buena salud, veremos hasta cuándo. La dinastía de los Kim sigue su curso, o bien en la sucesión Kim Ju-ae, la hija del líder norcoreano, de diez años, o en su caso en Kim Yo-jong, la «impecable» hermana de Kim Jong-un. Eso sí, no todos los días caen derrotadas dinastías autócratas que pasan el poder de unos familiares a otros. La globalización y las estrategias de política internacional al servicio de decisiones unilaterales traen consecuencias de enorme inestabilidad mundial.







