Japón se aboca a unas elecciones legislativas tras perder Ishiba el control de la Cámara Alta

Madrid. Japón celebró elecciones parlamentarias con la inesperada aparición del partido de ultraderecha nacionalista japonés Sanseito, que ha emergido como uno de los grandes ganadores en los comicios de este pasado fin de semana a la Cámara Alta, al lograr 14 escaños y situarse como la tercera fuerza de la oposición, lo que ilustra la debacle electoral gubernamental de la actual coalición que gobierna el país, cada vez más impopular entre los nipones, pues necesitaba 50 escaños para retener el control del Senado y sólo obtuvo 47, lo que merma su hegemonía gubernamental, pero el primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, aunque ha perdido la mayoría en la Cámara Alta, quiere continuar con sus políticas. Unas elecciones legislativas están más cerca que nunca.
Además, la falta de una mayoría clara en ambas cámaras podría obligar al Gobierno nipón a realizar concesiones significativas a la oposición en la legislación propuesta en la Cámara Baja y con ello provocar una inestabilidad política que precipitaría las elecciones legislativas, dado que la debilitada coalición gobernante quedará así privada de la mayoría en ambas cámaras de la Dieta, el Parlamento japonés, tras los flojos resultados que cosecharon en la Cámara Baja en las elecciones generales del pasado octubre, lo que pone en riesgo la viabilidad del Gobierno y podría desatar llamamientos a la dimisión de Ishiba dentro del Partido Liberal Democrático (PLD).
Los 47 escaños que conformar la coalición del gubernamental del PLD, de Ishiba, y su socio de gobierno, el budista Komeito, deja en una situación políticamente muy débil, dado que no se ha logrado el objetivo de obtener al menos 50 de los 125 escaños en disputa por la Cámara Alta quedando en 122 frente a los 141 que tenía antes de estos comicios parlamentarios.
El partido ultranacionalista del Sanseito, que tenía sólo un escaño, ahora tiene 14, un partido fundado hace cinco años por Sohei Kamiya, de 47 años, un exgerente de supermercado y profesor de inglés, quien siempre capitalizó el descontento con la economía estancada, la alta inflación y el aumento de extranjeros en un país reacio a la llegada de foráneos, pero que no tendrá otro remedio que permitir la entrada de más gente de fuera para muchos servicios que no hacen los nipones, y además el PLD también se vio perjudicado con el Partido Democrático Constitucional (PDCJ), que logró 22 escaños, lo que evidenció un mayor desastre gubernamental en estos comicios.
Pero eso sí, la inmigración en Japón crece y no va a detenerse. Cualquiera que viva en Japón estará de acuerdo que lo que hace único y especial a este lugar es que la población es mayoritariamente japonés, subraya Sanseito, un partido antiinmigración y anti-turismo que ha surgido con fuerza en Japón, pero que el país tiene que asumir preguntando al electorado el modelo que quieren los ciudadanos. Pero lo de «los japoneses primero», que es contrario a la política global, será difícil de mantener pese a que Sanseito quiere cortar la inmigración, y emular a Donald Trump, anti-global y contrario al multilateralismo no favorece a Japón. Un Sanseito que ya maneja el populismo del siglo XXI, promueve el regreso a combustibles fósiles, utiliza las redes sociales para ganarse el favor de los votantes más jóvenes e, incluso, cuestiona las vacunas.
Pero además la actual crisis por los altos precios del arroz, un alimento fundamental en la dieta japonesa, ha pasado mucha factura al primer ministro Ishiba y, según analistas domésticos, el mayor éxito del Sanseito fue convencer a los japoneses, sobre todo a hombres de entre 30 y 50 años, enfadados con los partidos tradicionales, de que se avecina una «invasión silenciosa de inmigrantes» en un país en el que los residentes extranjeros apenas representan un 3 % de una población de más de 120 millones de personas. Pero no olvidemos que Japón necesita cada vez más mano de obra extranjera debido al envejecimiento del país: alrededor del 30 % de la población tiene 65 o más años.
Japón vive una encrucijada política que refuerza cada vez más la posibilidad de unas elecciones generales. La debilidad de Ishiba amenaza la posición del país en un actual mundo geopolítico lleno de matices contradictorios que no favorecen la estabilidad política. Las negociaciones con Estados Unidos, previstas para las próximas semanas, sobre los aranceles, también han supuesto un considerable desgaste para el gobierno en la guerra comercial de Trump e intentando el primer ministro nipón llegar a un acuerdo con EEUU antes de que acabe el plazo en julio para frenar el 25 % de aranceles estadounidenses.
También el escándalo de financiamiento político que involucró a legisladores del PLD que han dinamitado la confianza en los ciudadanos, la notoria predisposición gubernamental en fortalecer las capacidades de defensa del país antes los desafíos de Corea del Norte o de China y todo con el agravante de unas de las peores trayectorias demográficas del mundo, es decir, una población que envejece y disminuye, con una de las tasas de natalidad más bajas del planeta.
También hay que resaltar que el propio Ishiba, de 68 años, ve con inquietud cómo Trump enlaza un nuevo acuerdo comercial con China. Una realidad que incomoda a Japón ya que un pacto entre las dos primeras potencias mundiales puede dejar a Tokio en una posición vulnerable, pues cualquier trato que priorice a Pekín siempre puede perjudicar a Japón, relegando incluso a sus multinacionales más importantes como Toyota o Sony a un segundo plano en el comercio internacional. No obstante, Ishiba reitera en liderar las negociaciones comerciales con Washington y abordar la inflación, pero su falta de una mayoría parlamentaria lo condena a un gobierno en minoría, dependiente de alianzas frágiles con partidos menores o disidentes.
El PLD ha gobernado a la cuarta economía mundial casi ininterrumpidamente desde la posguerra, aunque con frecuentes cambios de líder y ahora en una crisis política aguda se avecinan dos posibilidades: o bien que la oposición opte por una moción de censura o quizás un adelanto electoral con la convocatoria de unas elecciones legislativas. Pero lo que está claro que Japón vuelve a un periodo de inestabilidad política tras una derrota electoral de la coalición gobernante en estas elecciones parciales al Senado del pasado 20 de julio para renovar la mitad de los 248 escaños de la Cámara Alta.







