La cumbre «anti-OTAN» de China (I) : En respuesta a la cumbre occidental pero sin resultados tangibles

Madrid. Mientras la OTAN cierra en un 5% el gasto militar, el mayor de la historia en defensa de la Alianza Atlántica, tras la cumbre de La Haya del pasado día 25 de junio, en medio de una cita que estuvo condicionada a los ataques entre Israel e Irán, China acogió otra cumbre en Qingdao (este del país), la «anti-OTAN», con la presencia de los titulares de Exteriores de Defensa de Rusia e Irán, además de India y otros países, en una reunión más bien sombría para equilibrar el desbarajuste de la geopolítica mundial después de la guerra de doce días israelí-iraní y de los ataques de Estados Unidos al país de los ayatolás.
Una cita sin resultados concretos, pues hemos vistos que tanto Rusia como China han protestado, y mucho, por todo lo sucedido en Irán, pero militarmente y con objetivos de ayuda en defensa a Teherán no ha habido nada de nada. Donald Trump hace lo que quiere y el mundo se calla. El caos y la inestabilidad fueron referencias dentro de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), un grupo que China lleva tiempo intentando presentar como un contrapeso a los bloques liderados por Occidente, pero por ahora con pocos resultados prácticos.
Lo más llamativo de la cumbre de Qingdao fue ver juntos a chinos, rusos e iraníes tras la alta tensión en Oriente Medio y el ataque de EEUU a las principales instalaciones nucleares de Teherán en los doce días de guerra entre Irán e Israel. Irán insiste en que no ha sufrido daños en sus instalaciones nucleares, mientras EEUU alega lo contrario e Israel asegura que el país ha quedado bastante «tocado». No obstante, será difícil que vuelva a ser esa potencia regional, pues ahora lo único que le interesa es asegurar su régimen, aunque uno de los objetivos de los estadounidenses e israelíes era cargarse a los ayatolás. Irán negociará con EEUU su programa nuclear antes de que caiga su régimen «brutal».
De momento, Irán ya ha comenzado a purgar a todo ciudadano sospechoso de colaborar con Israel, pues la oleada de arrestos y las ejecuciones en el país tras la guerra con Israel y los ataques de EEUU son altamente preocupantes. El régimen islámico sigue su ferocidad, temeroso de perder el poder, mientras las ejecuciones de iraníes por «tener vínculos con la inteligencia israelí» siguen en aumento, según medios occidentales. Lo que sí es cierto es que Irán ha quedado debilitada y su posición internacional y más regional tras el conflicto es tan precaria que lo único que le queda es usar la fuerza para sostener su régimen, con detenciones masivas, ejecuciones por doquier y una muy fuerte represión que recuerda a tiempos pasados.
En cuanto a Rusia, el propio Vladimir Putin reconoce que la guerra con Ucrania está afectando a la economía rusa, tal como señaló en el reciente Foro Económico Euroasiático y la cumbre de la Unión Económica Euroasiática, celebrados en la capital de Bielorrusia, Minsk. Putin no está para defender a nadie por mucho acuerdo defensa que tenga con terceros, de ahí su lejanía por mucha protesta ante los ataques de EEUU e Israel a Irán. Según Putin, el gasto militar de Rusia está en un 6,3% del PIB ruso, cerca de 150.000 millones de euros, y ha reconocido que la inflación a causa de la guerra es una de las principales dificultades para la economía rusa. Rusia tiene un ejército mermando por su guerra y encima reitera que Ucrania es suya.
Moscú sigue bombardeando a Ucrania y sin querer ceder en nada para sentarse a negociar una paz definitiva, una situación que originó que la OTAN, que apoya a Ucrania, decidiese elevar al 5 por ciento el gasto militar, pero aún menos que Rusia. Eso sí, los soldados norcoreanos evitan que vayan al frente menos rusos. Rusia por ahora sigue entretenida con su ruinosa guerra en Ucrania. Pero Rusia y China se han desentendido de Irán, que queda muy «tocada» tras su guerra con Israel
Y luego China, pese a sus protestas por los ataques a Irán, anda en otro escenario. La inestabilidad mundial no le favorece, en especial viendo cómo funciona su amigo Putin. Y además, por mucha protesta, a Pekín le puede afectar esta situación en Asia Central y, por ello, no se va a meter en líos bélicos, en una aventura militar. China quiere seguir con su política de influencia en Asia con su proyecto de infraestructuras de la Nueva Ruta de la Seda, tejiendo lazos comerciales dentro y fuera del continente asiático. China es el principal cliente que tiene Irán, le compra petróleo a un precio asequible, y de ahí que Irán no vaya a cerrar el estrecho de Ormuz, por donde pasa el 20% del crudo mundial, pues sus consecuencias serán económicamente catastróficas.
La cumbre de Qingdao, la cumbre de la «anti-OTAN», no ha tenido resultados prácticos. Japón y Corea del Sur también son dos países que dependen del estrecho de Ormuz para la mayor parte de su suministro de hidrocarburos. Teherán no puede cerrar Ormuz, porque además del crudo también pasan buques que transportan gas natural licuado. Irán afronta importantes sanciones económicas por sus violaciones de los derechos humanos, por sus actividades de desarrollo nuclear o su apoyo a Rusia en su guerra contra Ucrania, por lo que el cierre de Ormuz, ubicado entre Omán e Irán y que conecta el golfo Pérsico con el golfo de Omán y el mar de Arabia, hundiría aún más su frágil economía.







