China no renunciará al petróleo iraní pese a la presión de EEUU: ahorra hasta 7.000 millones de dólares al año

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Madrid. Si una cosa tiene clara China es que su suministro energético es vital para sus intereses nacionales y, en consecuencia, no tiene entre sus prioridades dejar de comprar petróleo a Irán, por más que Estados Unidos se lo pida para cortar el grifo de ingresos que el régimen de los ayatolás emplea en lo que Washington califica de «actividades desestabilizadoras». Con ello se refiere a financiación de operaciones militares, el programa nuclear y grupos considerados «terroristas», como Hamas, Hezbolá o los hutíes de Yemen.

Más allá de las implicaciones que pueda tener en las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China, este asunto es una línea roja para el gigante asiático, que es el principal importador de petróleo del mundo. Las razones que están detrás de esta firme determinación son tanto económicas como geopolíticas.

Irán vive con una economía totalmente cercada por las sanciones de Estados Unidos y China es uno de los pocos países que incumplen ese veto. A cambio, la República Islámica vende a China su petróleo con descuento frente al Brent, lo que, según cálculos de algunos analistas, le permite ahorrar al año entre 4.000 millones y 7.000 millones de dólares -esta cifra crece hasta los 10.000 millones de dólares si se incluye el crudo ruso también sancionado-. En junio de 2025, China importó un récord de 1,8 millones de barriles diarios de petróleo iraní, de acuerdo con la empresa de seguimiento de buques Vortexa.

Este precio más bajo interesa particularmente a empresas de refino chinas independientes con márgenes escuetos, las denominadas «teteras» ubicadas en la provincia de Shandong y que concentran alrededor del 70 % de las importaciones iraníes. Estas refinerías de tamaño pequeño y mediano se distinguen de las petroleras estatales CNPC, Sinopec o CNOOC por su mayor flexibilidad operativa y su historial en la adquisición de petróleo crudo de diversos proveedores, incluyendo algunos que podrían estar sujetos a sanciones internacionales, como es el caso de Irán o Rusia.

De esta forma, China ha creado un mercado paralelo para el petróleo sancionado por el que se asegura energía barata. En él usa el yuan como alternativa al dólar a través de bancos chinos con mínima o nula exposición al sistema financiero estadounidense, como el Bank of Kunlun, así como redes logísticas opacas. Por su parte, Teherán sortea la penalización impuesta por Estados Unidos y consigue sacar adelante su maltrecha economía, que depende básicamente del comercio con China dado su aislamiento global.

Un informe de 2024 de la Administración de Información Energética de Estados Unidos estima que aproximadamente entre el 80 % y el 90 % del petróleo exportado por Irán fue a China. En 2025, esta cifra en algunos momentos ha representado hasta el 14 % del crudo que importa el gigante asiático.

Por otra parte, Irán le permite diversificar sus proveedores de crudo ofreciéndole una fuente fuera de los grandes productores tradicionales como Arabia Saudí y Rusia, con lo que apuntala su seguridad de aprovisionamiento. Asimismo, la República Islámica supone un enclave geográfico estratégico como nodo entre Asia, Europa y Oriente Próximo que China utiliza como ventana para expandir cadenas de suministro.

Otro de los motivos es que Irán, una potencia en la región, le sirve a Pekín como un medio para desafiar la hegemonía estadounidense en Oriente, al tiempo que contribuye a desviar la atención militar y diplomática estadounidense del Pacífico, su región de interés principal, con Taiwán como foco más caliente.

Sin embargo, Estados Unidos ha impuesto sanciones a las entidades que compran y transportan petróleo iraní, con el objetivo de restringir los ingresos que Irán obtiene de estas ventas. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, también ha instado a los aliados europeos de Washington a sumarse a esta estrategia de presión. A pesar de estas sanciones, Irán ha mantenido exportaciones significativas de petróleo a China, lo que pone de relieve su capacidad para eludir estas restricciones. En la actualidad, Irán es el tercer mayor productor de petróleo de la OPEP (solo por detrás de Arabia Saudí e Irak), con un bombeo de 3,3 millones de barriles diarios.

Además, en negociaciones comerciales recientes, Estados Unidos ha advertido que podría imponer aranceles del 100 %, e incluso hasta del 500 % a los países que continúen importando petróleo de Irán -y también de Rusia-, como forma de castigar económicamente estas compras. En concreto, las autoridades estadounidenses han advertido a China que podría sufrir aranceles más altos si continúan comprando petróleo a estas naciones.

Una investigación realizada por ‘CBS News’ ha revelado que China compra petróleo iraní en secreto y evadiendo las sanciones de Estados Unidos mediante el uso de lo que se conoce como una «flota oscura» para transferir crudo de un barco a otro en alta mar. Es una muestra más de que Pekín no cederá a las demandas de Washington realizadas en las recientes conversaciones mantenidas entre ambos países en Estocolmo (Suecia). China considera que las sanciones de Estados Unidos son unilaterales y no están avaladas por la ONU ni por organismos internacionales, así que no se siente legalmente obligada a seguirlas.

Además, Oriente Próximo es una región estratégica para China en lo que al abastecimiento de petróleo se refiere. Aproximadamente la mitad del crudo que importa por vía marítima procede del golfo Pérsico, lo que pone de manifiesto su dependencia energética de la zona. Sin ir más lejos, después de que el parlamento iraní propusiera un plan para bloquear el estrecho de Ormuz en junio, tras los ataques estadounidenses contra las instalaciones nucleares de Irán en medio del conflicto con Israel, China se pronunció en contra del cierre de esta ruta crítica para el transporte de crudo, por la que transita a diario el 20 % del comercio mundial de petróleo y gas. Se calcula que más del 80 % del crudo que pasa por el Estrecho -unos 17 millones de barriles diarios- se dirige a Asia, siendo China el destino principal.

Por todo ello, Pekín considera el abastecimiento de hidrocarburos iraníes como estratégico, ya que sustituir ese crudo implicaría depender más de Estados Unidos, Arabia Saudí o Rusia, lo que complicaría su diversificación energética, al tiempo que dejaría de beneficiarse de los márgenes atractivos que le ofrece Irán. Es decir, China primará la seguridad del suministro con independencia de si tensiona su relación con Washington. Esto se debe a que ha pasado de ser una nación en desarrollo a convertirse en una potencia mundial que necesita energía asequible para mantener su crecimiento.

Entonces, ¿por qué Occidente no ha impuesto sanciones secundarias a China? Esta medida conllevaría represalias por parte el presidente chino, Xi Jinping, que provocarían una subida de los precios mundiales del petróleo. En otras palabras, castigar a China podría tener un efecto económico contraproducente, así que todo apunta a que la grandilocuencia de Donald Trump pidiendo el fin de estas compras continuará, pero el resultado será baldío.

Las dos economías más grandes del planeta siguen mirándose de reojo. Una prueba de ello es la reciente tregua comercial por otros 90 días. Trump y Xi son conscientes de que el intercambio de golpes solo puede debilitar a ambas superpotencias. Mientras el ruido de las amenazas arancelarias por parte de EEUU persiste y China responde con propaganda y con el as en la manga de las tierras raras, clave para los titanes tecnológicos de Silicon Valley, los equipos negociadores siguen esforzándose por alcanzar un acuerdo que satisfaga a las dos partes y allane el terreno para celebrar una cumbre entre Trump y el líder chino antes de que concluya el año. Veremos si el petróleo iraní entra en la ecuación para sellar esa paz comercial.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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