Nueva era en Japón: ¿Logrará la nueva «Dama de Hierro» rescatar a su economía con otra dosis de «Abenomics»? (y II)

Sede del Banco de Japón. | Kakidai, Wikimedia
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Madrid. Según los expertos, la alternativa óptima para la aplicación de «Abenomics» sería aquella que desplegara estímulos bien focalizados y temporales, siempre que se defina claramente una hoja de ruta fiscal y se emprendan reformas estructurales en el ámbito laboral y de gobernanza corporativa para elevar la propensión al consumo y la productividad. Y, obviamente, la independencia del Banco de Japón debe mantenerse intacta, con un marco de comunicación nítido, sin señales contradictorias entre gobierno y banco central. Todas estas medidas maximizarían las probabilidades de que la reintroducción de esta política económica mejore el crecimiento real de manera sostenible y minimice efectos adversos.

Y aunque en estos momentos Japón vive en un escenario de inflación drásticamente diferente al de hace algunos años, ya que se prevé que esta se sitúe en el 3,2 % a final de año, Sanae Takaichi tiene además la patata caliente de mantener engrasadas las relaciones comerciales con Estados Unidos tras el acuerdo anunciado el 22 de julio de 2025, bajo el gobierno del anterior primer ministro Shigeru Ishiba. Ese pacto marcó un punto de inflexión entre ambos países, ya que introdujo cambios significativos en aranceles, acceso a mercados y compromisos de inversión.

Sin embargo, también presenta desafíos, especialmente en sectores clave como el automotriz, y plantea interrogantes sobre la supervisión y rentabilidad de las inversiones comprometidas. De hecho, está generando intensos debates en Tokio porque, aunque ofrece estabilidad diplomática, podría condicionar la soberanía económica japonesa al comprometer una enorme cantidad de capital público y privado -unos 550.000 millones de dólares- en proyectos seleccionados y gestionados por Washington, sin que el gobierno nipón tenga poder de decisión sobre su uso ni garantía de retorno.

Esto significa que Japón estaría financiando prioridades estratégicas estadounidenses -como defensa, energía o semiconductores- en lugar de orientar esas inversiones a sus propias necesidades internas. Además, al aceptar aranceles elevados sobre el sector del automóvil, que representa aproximadamente el 14 % del PIB japonés, y una mayor apertura agrícola, Japón renuncia parcialmente a su capacidad de proteger industrias nacionales y definir autónomamente su política económica, quedando más dependiente de las condiciones impuestas por su principal aliado.

Algunos analistas afirman sin ambages que esta política sería una continuación del «protectorado» que Estados Unidos ha establecido en el archipiélago desde la Segunda Guerra Mundial, un vínculo que se ha visto reforzado por el hecho de que Japón es el principal acreedor del país con 1,147 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense a fecha de junio de este año.

Sin embargo, a nivel geopolítico, la realidad es que Japón está atrapado entre Estados Unidos y China. Aunque Japón ha identificado explícitamente a China como una amenaza para la seguridad y continúa comprometido firmemente con el paraguas de seguridad de Estados Unidos, su economía está profundamente vinculada a ambos países, advierte Kenji Kushida, analista del instituto de análisis Carnegie Endowment for International Peace. Hay que destacar que Japón importa más de China que de cualquier otro país y mantiene un déficit comercial con su vecino de 7,05 billones de yenes.

Está previsto que Donald Trump visite Japón a finales de octubre, momento en el que el dirigente republicano podría exigirle que eleve el gasto en defensa. Unos días después se celebrará la cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Corea del Sur, a la que también asistirá Trump. Takaichi podría aprovechar entonces sus credenciales conservadoras para forjar una asociación más sólida con la administración estadounidense, su máxima prioridad diplomática, según ha reconocido ella misma. Por tanto, la irrupción de Takaichi en la escena internacional no podría haber llegado en un momento más crucial.

En definitiva, la futura primera ministra japonesa tendrá que demostrar si realmente rendirá honor a su apodo de «Dama de Hierro», haciendo valer la misma altura de miras de la que fuera primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, de 1979 a 1990, a la que admira.

La apertura de la «nueva era» en Japón que quiere liderar Takaichi se topa, eso sí, con un entorno más adverso que el de Abe, ya que parte de una posición política más delicada ante la profunda división de PLD, que ha perdido el control de las dos cámaras del Parlamento (Dieta nipón) debido al éxodo de los votantes jóvenes hacia partidos populistas emergentes.

En suma, Takaichi tendrá pues que echar toda la carne en el asador para ampliar su coalición, ahora rota, lo que complica su investidura pese a haber sorteado el principal obstáculo: ganar las primarias del PLD. Los budistas conservadores de Komeito acaban de abandonar al PLD, dejándolo sin mayoría para gobernar, tras 26 años de alianza, y Takaichi, deberá buscar nuevos apoyos para convertirse en la primera jefa de un Ejecutivo nipón. Un nombramiento que podría retrasarse unos días o más de lo esperado por las desavenencias con su socio de coalición, lo que podría afectar a la agenda diplomática del país y a la aprobación de un esperado presupuesto suplementario. La postura nacionalista y conservadora de Takaichi, especialmente en temas como la relación con China y la defensa de Taiwán, podría tensar las relaciones con países vecinos y aliados. Este enfoque podría generar desafíos en la diplomacia japonesa y afectar la estabilidad política interna.

Komeito, una agrupación de centro-derecha moderada, ya había manifestado su predilección por buscar un candidato más moderado, dada su preocupación por las futuras políticas de carácter conservador y nacionalista de Takaichi, y de ahí que algunos de sus miembros pidieran abandonar la coalición, sobre todo cuando, según los analistas, se preveían ciertos roces tras su elección como nueva líder del PLD. El propio líder de Komeito, Tetsuo Saito, dijo que el partido no apoyará a Takaichi en la votación para ser nombrada primera ministra si no se logra un nuevo acuerdo de coalición. E incluso el posible retraso en el nombramiento de la nueva primera ministra, que ya ha comenzado a explorar otros posibles socios para gobernar, complica el escenario para la aprobación de un presupuesto suplementario para abordar el impacto de la persistente inflación.

La encrucijada a la que se enfrenta Takaichi, por tanto, es mayúscula y nada fácil de resolver. Según el profesor Jiro Yamaguchi, de la Universidad Hosei, la estabilidad política de Japón dependerá de la capacidad de Takaichi para equilibrar las expectativas de sus seguidores de derecha y revertir políticas irresponsables y actitudes excluyentes que ha defendido en el pasado.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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